Éramos pocos y parió la abuela

Por Tiburciosamsa


Una de las leyes inmutables de la política pakistaní es que si algo puede complicarse, se complicará aún más. El conflicto de Baluchistán se está agravando. El Tribunal Supremo ordenó el día 15 la detención del Primer Ministro Raja Pervaiz Ashraf por un caso de corrupción, pero eso sólo es el aperitivo del arresto que de verdad le interesa que es el del Presidente Asif Ali Zardari. Tiene que haber elecciones antes del 17 de mayo y la duda para muchos electores es si utilizar la mano izquierda o la derecha para taparse la nariz en el momento de votar, porque muchos de los candidatos hieden. Imran Khan, la esperanza de los que están hartos de los políticos tradicionales, no acaba de despegar: está descubriendo que la política es algo más complicado que el cricket. Y va en éstas y aparece el clérigo Tarih ul-Qadri y se pone a repartir collejas a los políticos corruptos, que son casi todos.
Tanto como político como como líder religioso, Tarih ul-Qadri es un hombre peculiar. Sus primeros estudios los realizó en la escuela cristiana “Sacred Heart School” de Jhang. No creo que muchos clérigos musulmanes puedan decir lo mismo. A los doce años pasó a estudiar en la Madrasa al-Ulum Ash-Sharia en Medina. Al-Qadri estudió y se familiarizó con las principales autoridades en ciencia islámica. Según su propia página web logró “una comprensión sin paralelo de las ciencias clásicas de la sharia y del idioma árabe” a la tierna edad de 19 añitos. Parece que sólo suspendió la asignatura de Humildad Islámica. Después estudió Derecho en la Universidad del Punjab en Lahore. Practicó la abogacía y luego enseñó Derecho en la Universidad del Punjab, donde se doctoró en Ley Islámica con el interesante tema de “Los castigos en el Islam, su clasificación y filosofía”.
En 1981 fundó en Lahore Minhaj ul-Quran con la finalidad, según declara en su página web, de difundir las verdaderas enseñanzas del Islam, reanimar las ciencias islámicas y regenerar espiritual y moralmente a la Umma, toda vez que las instituciones existentes con su estrechez de miras resultaban insatisfactorias. Asimismo otro de sus objetivos es difundir la interpretación del sufismo qadiriyya de las enseñanzas del Islam. Minhaj ul-Quran defiende un Islam progresista, incluyente, no violento, favorable a los derechos de las mujeres y abierto al diálogo interreligioso. Ul-Qadri ha rentabilizado bien su oposición a la yihad violenta y al terrorismo. Es un tema que se tomó tan a pecho que en marzo de 2010 escribió una fatwa de 600 páginas en la que enfatizaba que “terrorismo es terrorismo, violencia es violencia, y no tiene cabida en las enseñanzas islámicas y no puede ser justificada”.
Minhaj ul-Quran ha sido todo un éxito. Tiene sedes en 74 países según su página web en inglés (en 90 según la página en español y 100 u 80 según la versión inglesa de la Wikipedia, según que uno mire a la introducción o al contenido; dejémoslo en que tiene presencia en muchos países) y 69 centros educativos y culturales, así como más de 600 escuelas en Pakistán a las que asisten 170.000 alumnos. Asimismo tiene su propia universidad en Lahore. Según su página web tiene 2.80.000 miembros en todo el mundo. No sé si hay que leerlo como que tienen 2.800.000 o 280.000 miembros. Lo que está claro es que ninguno de esos miembros es contable. Por su contribución al diálogo interreligioso y su labor humanitaria, el 2011 el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas le concedió el estatus consultivo especial.
Todo esto está muy bien, pero siempre he tendido a desconfiar de cualquier organización humana de más de dos personas. Dos personas son imprescindibles para hacer el amor y para jugar al mus y eso está muy bien. En cuanto surge un grupo de tres personas, empiezan a aparecer las ambiciones inconfesables y las luchas por el poder. Cuando en lugar de tres son varios cientos de miles, es para echarse a temblar.
Un repaso a la página web de Minhaj ul-Quran me ha dejado un sabor un poco agridulce. Es notable todo lo que hace la organización, aunque a veces me cargue un poco su triunfalismo. Pero bueno, eso era de esperar, porque las organizaciones no tienen abuela. Un poco más me cargan los atisbos de culto a la personalidad de Tahir ul-Qadri. La página le describe como “un hombre de muchos y asombrosos logros”. No sé, es el tipo de declaraciones que decían los antiguos anuncios del circo sobre sus artistas. La página web añade que ha escrito 1.000 libros. A ver, seamos un poco serios con las cifras. Si entendemos por libro cualquier publicación que tenga al menos 20 páginas y asumimos que: a) Tahir ul-Qadir nació con ciencia infusa, sabiendo leer y escribir; b) Que todos los libros que ha escrito no tienen más de 20 páginas, obtenemos que desde que nació hasta el día de hoy ha escrito una media de 322 páginas anuales, más o menos una diaria. A eso hay que añadirle el tiempo destinado a escribir la fatwa de 600 páginas, las 5.000 conferencias que ha pronunciado y que están disponibles en vídeo y cd, su asistencia a foros internacionales… ¡por favor, cuándo encuentra este hombre tiempo para mear!
Otra cosa que me da un poco de repelús es que en 1989 ul-Qadri fundó un partido político, el Pakistan Awami Tehreek (PAT). El objetivo del partido es infundir en Pakistán una cultura de verdadera democracia, promover estabilidad económica, mejorar la situación de los Derechos Humanos, defender la justicia, luchar contra la corrupción y realzar el papel de las mujeres. Sí, todos son objetivos muy loables, pero visto como anda el mundo, me gusta que religión y política estén separadas. Cuando se juntan, lo político se acaba comiendo a lo religioso. Un político laico que se corrompe te acaba robando. Un político religioso que se corrompe, te roba y además te ordena que vayas a misa de ocho todos los días.
El programa político del PAT parece atractivo, pero no fue eso lo que pensaron los votantes pakistaníes. Nunca ha superado el 2% de los votos emitidos y en 2008 decidió no concurrir a las elecciones. El motivo aducido fue que el sistema estaba tan corrompido que se había convertido en la “antítesis de la democracia”. Curiosamente esas dudas no las tuvo en las discutibles elecciones de 2002 que organizó el entonces dictador Pervez Musharraf.
Y hete aquí que, con la que está cayendo en Pakistán, el Tahir ul-Qadri político le ha vuelto a dar un buen bocado al Tahir ul-Qadri religioso. A finales del año pasado Tahir ul-Qadri desembarcó en la política pakistaní poniendo a los políticos a caer de un burro (opinión compartida por muchos compatriotas) y pidiendo medidas que iban desde la disolución de la Comisión Electoral hasta la descalificación para concurrir a las elecciones de todos los políticos corruptos (que no insista mucho en ese tema, o en el parlamento no van a quedar más que los ujieres) pasando por la constitución de un gobierno interino tecnocrático. Si no se atendían sus demandas, amenazaba con furia bíblica que marcharía hasta Islamabad con cuatro millones de partidarios el 14 de enero.
No se atendieron las demandas de ul-Qadri, con lo que éste lanzó a sus legiones de manifestantes sobre Islamabad. Por lo que se ve aquel día debían de echar algún partido muy interesante de cricket en televisión, porque los cuatro millones de manifestantes quedaron reducidos a 50.000 en el mejor de los casos. Para describir la situación en palabras de Cervantes: “miró al soslayo, fuese y no hubo nada”.
El fracaso de la marcha creó una situación curiosa. Ul-Qadri no había conseguido crear la marea humana que quería, a pesar de que su banderín de enganche era muy atractivo y sintonizaba muy bien con las aspiraciones de muchos pakistaníes. Lo malo de las grandes soflamas es que si uno se echa para atrás pierde cara y si insiste en ellas puede entrar en una dinámica de huida hacia delante. Aunque la situación pintase bastos para ul-Qadri, tampoco pintaba de color de rosa para el gobierno. Lo último que necesita el Presidente Zardari es una mosca cojonera a pocos meses de las elecciones con todos los frentes que tiene abiertos.
De alguna manera ambas partes necesitaban un acuerdo y eso fue lo que consiguieron el 16 de enero. El acuerdo estipula que las asambleas se disolverán antes del 16 de marzo y las elecciones tendrán lugar en los noventa días subsiguientes. Habrá un período de 30 días para el examen de las candidaturas. Se debatirá a finales de mes sobre la composición de la Comisión electoral y se implementarán ciertas reformas electorales. Teniendo en cuenta las expectativas creadas, parece el parto de los montes.