Revista Tecnología

Érase una vez, un computador

Publicado el 06 febrero 2014 por Moinelo @moinelo
El ordenador nació para resolver problemas que antes no existían
—Bill Gates
Érase una vez, un computador

Sala de computadores y almacenamiento en cinta magnética de los años 70

Foto: El Cedazo

En sus inicios, los computadores eran enormes armatostes que ocupaban salas enteras. Los ingenieros y matemáticos que diseñaban estos dispositivos lo hacían con la principal finalidad de convertirlos en herramientas universales. Unos dispositivos que dado su coste y tamaño, eran utilizados por las instituciones públicas, científicas o militares, que podían permitírselo.
Lo que para unos era un fin en sí mismo —los desarrolladores—, para otros —gestores públicos, militares, científicos de otras áreas distintas de la informática— era un medio para lograr otros objetivos —desde cálculo de órbitas estratosféricas a trayectorias balísticas, pasando por censos estadísticos—.
La mejora tecnológica y la consiguiente disminución de tamaño y abaratamiento de los componentes, propiciaron la existencia de ordenadores más apropiados para un negocio o domicilio. De esta forma, surgió el concepto de «computador personal». IBM acuñó el concepto de «PC» o Personal Computer, desarrollado en respuesta al Apple II de APPLE —Otros fabricantes importantes fueron WANG o SUN—.
En esta época el mercado informático se destinaba a profesionales o empresas . Aún no existía el concepto de «informática doméstica». Por tanto, las técnicas de marketing empleadas estaban orientadas a ese tipo de usuario, que valoraba la inversión que realizaba —dinero, tiempo o esfuerzo— en función del resultado práctico que alcanzaba. Por tanto, la estética y funcionalidad de los programas —software— que se incluían en los computadores, no cumplían con más funciones preestablecidas que las propias de su gestión informática, ni se limitaba en manera alguna que el usuario pudiera configurar su sistema arreglo a sus prioridades.
Tan sólo en su parte física —el hardware— era donde se les dotaba de elementos diseñados específicamente acorde a la función principal para la que iban destinados. De ahí que los primeros computadores personales tuvieran un diseño y estética de «herramienta de oficina», la cual perduró en el tiempo aún fuera de dicho ámbito.

IMB PC del año catapúm

Foto: UPM

Hasta este momento, la importancia del computador continuaba residiendo en su concepción como «herramienta de propósito general»—. Los ingenieros los creaban con la idea de que el usuario con preparación pudiera darles la utilidad final que se ajustara a sus necesidades. Esto exigía que tuviera claro cuáles eran éstas y qué debía hacer para solucionarlas. No  hacía falta que fuera ingeniero informático o tuviera que saber diseñar un computador, pero como cualquier otra herramienta, era necesario un mínimo aprendizaje para poder usarla y mantenerla —incluso una máquina de escribir tradicional a pesar de su limitada función, requería de cierto adiestramiento y cuidados—.
Las tareas burocráticas y de contabilidad fueron las funciones principales para las que las empresas destinaban su inversión en nuevas tecnologías, con IBM (International Business Machines, o Internacional de Máquinas de Oficina) como el rey indiscutible en la fabricación y venta de computadoras de oficina. 
Mientras, el mercado doméstico era un campo sin explorar. Algunas marcas modestas —Sinclair, Commodore, Atari, Amstrad, entre otras— lanzaron equipos con un hardware sencillo —sin monitor incluido, con el teclado de goma o embebido en un mismo bloque junto a la CPU y sin medios de almacenamiento externo— que se popularizaron rápidamente en los hogares.

Commodore 64

Foto: Wikipedia

Estos equipos —si bien no eran más que juguetes— heredaban el mismo concepto de sus antecesores: su sistema operativo apenas ofrecía más que un entorno de programación en donde el usuario debía esforzarse aprendiendo a programar, llegando a leer incluso ¡libros en papel! para aprender, pasando tardes enteras tecleando un programa en memoria y disfrutar tras horas de trabajo. Eran desde luego, otros tiempos.
Obviamente, el futuro de la informática doméstica no podía pasar por aquí ¿verdad?. Aunque estos equipos mejoraron y surgieron publicaciones y comunidades de usuarios que compartían programas, la multiplicidad de sistemas y su incompatibilidad complicaba las cosas. Hacía falta algo más.

El PC clónico.


Debido a algunos errores de diseño, Apple perdió la carrera por el mercado corporativo en favor de IBM, la cual comercializó un computador de bajo coste a los que se les dotó del sistema operativo —en realidad, poco más de un mero gestor de disco— PC-DOS de Microsoft. Debido a su buen resultado en términos prácticos, otros fabricantes quisieron hacerle la competencia logrando mediante ingeniería inversa «clonar» la BIOS de un equipo de IBM. De esta forma podía comercializarse PC's bajo marcas distintas de IBM.

PC Clónico «del montón»

Foto: revista PC Actual

Gracias a que Microsoft —no se sabe si en un alarde de ingenio estratégico de Bill Gates o por pura chiripa— tenía la concesión de poder comercializar su sistema de disco —MS-DOS— prescindiendo de IBM, miles y miles de clones de su PC, con el alma de Microsoft, cubrieron la superficie del planeta.

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