El programa Erasmus+, conocido anteriormente como programa Erasmus a secas, es uno de los más reconocibles de la Unión Europea y, a su vez, uno de los que más orgullo genera en el continente por su éxito.
A pesar de que el programa Erasmus puede parecer una iniciativa reciente debido a su gran popularidad durante los últimos años, lo cierto es que el origen de su nombre viene de mucho tiempo atrás. Concretamente, del siglo XV, cuando el humanista neerlandés Erasmo de Róterdam, famoso por sus importantes obras en latín y por su oposición al dogmatismo, viajó por diferentes universidades europeas con el fin de ampliar su conocimiento y sus experiencias.
Viviendo en una época en la que viajar era un privilegio tan solo al alcance de unos pocos, Erasmo de Róterdam lo hizo por lugares como Francia, Países Bajos, Alemania, Italia o Inglaterra. Erasmo estaba en contra del sistema de aprendizaje vigente en su época: se oponía firmemente a que la enseñanza se basara en el castigo y en el miedo.
Asimismo, ensalzaba como punto más enriquecedor de la educación la conversación entre el maestro y el alumno, buscando el crecimiento humano a través del intercambio de ideas. Y, aunque tuvieron que pasar muchos siglos hasta que las instituciones académicas cambiaron sus métodos de enseñanza, lo cierto es que Erasmo contribuyó mucho a que ese cambio se hiciera efectivo.
El germen del Erasmus
La lucha que de alguna manera comenzó Erasmo fue continuada siglos más tarde, en 1958, gracias a la profesora italiana Sofia Corradi. En ese año, Corradi acababa de terminar un máster en Derecho Comparado en la Universidad de Columbia, Nueva York, que estudió gracias a una beca Fulbright, lo que le permitió formar parte de un programa de intercambio internacional.
A su vuelta en Italia, cuando preguntó si los estudios que había realizado en el extranjero le convalidarían los tres exámenes restantes para graduarse en Derecho por la Universidad de Roma, no solo fue denegada su petición sino que también recibió un trato despectivo. Desde la universidad se le llegó a decir incluso que los estudiantes que se iban al extranjero y volvían contaminaban la cultura del país, algo que contrastaba con la experiencia de cambio profundo y positivo que había supuesto para Corradi estudiar en Estados Unidos. Por ello, cuando tuvo la oportunidad de asistir a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en 1962, decidió centrar su discurso en el problema de la educación como un derecho humano fundamental.
Más tarde, en 1969, Corradi acudió a una reunión de la Asamblea General de Rectores de las Comunidades Europeas, cuyo objetivo era promover y facilitar la cooperación entre las universidades de los Estados miembros. Allí, Corradi presentó una prematura idea en la que había estado trabajando y que, sin ella saberlo, acabaría siendo el germen de lo que hoy conocemos como Erasmus. Es por este motivo por el que a día de hoy a la profesora se le apoda “mamá Erasmus”.
No obstante, tuvo que pasar una década para que se considerase la movilidad estudiantil como de gran interés para la política europea, al comprender que facilitaría la cooperación entre los europeos y que se obtendría un mejor uso de los recursos humanos del continente. Siguiendo la propuesta de la profesora Corradi, e inspirada en la visión de Erasmo de que la educación debe ser una prioridad y en su espíritu viajero, la Comisión Europea se puso a trabajar en 1981 en el desarrollo de un programa piloto de intercambio de estudiantes que se mantuvo en funcionamiento hasta el año 1986.
Terminado el programa piloto, se intentó su implantación de manera oficial, pero algunos países que ya contaban con sus propios programas de intercambio, como Francia, Alemania o Reino Unido, se mostraron reacios en un primer momento. Finalmente, no fue hasta el 15 de junio de 1987 cuando el programa Erasmus fue adoptado de manera oficial, comenzando a funcionar dos semanas más tarde, el 1 de julio.
El porqué del nombre del programa ha generado dudas hasta el día de hoy. Según Corradi, la denominación no tiene nada que ver con el nombre en latín de Erasmo de Rotterdam, Erasmus, sino que se trata de un simple acrónimo: European Region Action Scheme for the Mobility of University Students (ERASMUS), que en español se traduciría como ‘Plan de Acción de la Comunidad Europea para la Movilidad de Estudiantes Universitarios’. No obstante, hay otras versiones que aseguran que el nombre del programa se trata de un retroacrónimo, es decir, que se intentó buscar un nombre cuyas siglas encajasen con las del nombre Erasmus. Sea como fuere, la elección de Erasmus como nombre del programa inauguró la tradición de denominar otros programas educativos de la Unión Europea con nombres de prestigiosas figuras culturales de la historia de Europa, como Sócrates, Leonardo da Vinci o Comenius.
Para ampliar: La movilidad internacional de los estudiantes universitarios, Sofia Corradi, 2017
Los objetivos con los que nació el programa fueron, entre otros, aumentar el número de estudiantes universitarios que cursan estudios en otro Estado miembro, promover la cooperación entre las universidades europeas y reforzar las relaciones entre los ciudadanos de los diferentes Estados miembros. Pocos años más tarde, en 1995, iniciativas como Erasmus y Comenius dejarían de ser programas aislados cuando la Comisión Europea introdujo el programa Sócrates, que sirvió como paraguas para englobar a todos los programas de educación de la Comisión.
Por otro lado, el desarrollo y promoción de Erasmus se vieron favorecidos gracias a acciones como la Declaración de Bolonia en 1999, que condujo al proceso de reforma universitaria de Bolonia. Esta Declaración marcó un punto de inflexión en la educación superior europea, estableciendo como meta crear un “Espacio Europeo de Educación Superior” que incluyese tanto a la Unión Europea en su totalidad como al resto de Europa para el año 2010. Esto conllevó cambios estructurales considerables para armonizar la educación superior europea, con lo que, poco a poco, esta se hizo más atractiva.
Durante su primer año, el programa Erasmus involucró a once Estados miembros: Bélgica, Dinamarca, Alemania, Grecia, Francia, Irlanda, Italia, Países Bajos, Portugal, España y Reino Unido. Un total de 3.244 estudiantes participaron en ese primer año. España, que se había unido a la Comunidad Económica Europea poco antes, comenzó a participar en el programa Erasmus desde su inicio con únicamente noventa y cinco estudiantes. Una vez lanzado, cada año eran más los estudiantes y los docentes que se beneficiaban del programa. Así, año 2002 se alcanzó la ansiada cifra del millón de estudiantes Erasmus en total desde que comenzase el proyecto en 1987.
Para ampliar: Higher Education Policies in the EU and in the People’s Republic of China, Li Wang, 2005
El culmen de una idea: Erasmus+
Paralelamente a la ya imparable evolución del Erasmus, el 5 de diciembre de 2003 se le sumó otro programa similar: Erasmus Mundus. La diferencia principal entre este programa y Erasmus era que, mientras Erasmus estaba destinado a europeos, Erasmus Mundus estaba orientado a extender la educación europea más allá de las fronteras del continente, abriendo las puertas a los estudiantes no europeos.
Erasmus Mundus constituyó un paso muy importante en la internacionalización de la enseñanza europea, favoreciendo la cooperación con terceros países en aras de mejorar la calidad de la enseñanza superior europea. Cuando se clausuró Eramus Mundus en 2013, antes de reconvertirlo en un programa de másteres, habían colaborado casi 1.500 organizaciones de educación superior procedentes de fuera de la Unión Europea en un margen de tan solo diez años.
El programa Erasmus también vivió dos hitos importantes en su desarrollo en el año 2013. Por un lado, se alcanzaron los tres millones de participantes totales en el programa. Por otro, debido a la popularidad que estaba adquiriendo incluso más allá de las fronteras europeas, el Parlamento Europeo aprobó la expansión del programa, que pasaría a llamarse Erasmus+, pronunciado “Erasmus Plus”.
Con el objetivo de promover los valores europeos establecidos en el Tratado de la Unión Europea y de contribuir al desarrollo sostenible de la educación superior con los países asociados, este nuevo programa englobó diferentes iniciativas que tenían que ver con los campos de educación, formación, juventud y deporte, incluyendo al propio programa Erasmus y Erasmus Mundus, además de otros como Leonardo da Vinci o Comenius. Así, Erasmus+ se convirtió en un programa paraguas disponible en casi la totalidad de los países del mundo.
Sin embargo, esta expansión no vino solo en el ámbito estructural o geográfico, sino también en el económico. Si la suma de los programas englobados en Erasmus+ tuvo un presupuesto total de unos diez millones de euros en el ejercicio presupuestario anterior (2007-2013), el programa Erasmus+ obtuvo un aumento presupuestario del 40% para el período 2014-2020, fijando su presupuesto en casi quince millones de euros. Aunque varía según el país de origen y destino, la ayuda económica media por estudiante universitario fue de 316€ en 2017 para una estancia promedio de cinco meses, estando el mínimo y el máximo posible en tres y doce meses.
Se ha demostrado que Erasmus ayudó a los participantes a crear un vínculo con la Unión Europea más fuerte que aquellos estudiantes que no participaron. Asimismo, para la mayoría de los estudiantes, Erasmus fue la primera oportunidad que tuvieron de viajar a otro país, un aspecto fundamental a la hora de buscar esa ampliación de conocimientos y nuevos horizontes que buscaba Erasmo de Róterdam. Respecto a la experiencia laboral, aquellos estudiantes que hicieron prácticas en el extranjero tuvieron un hasta 50% menos de posibilidades de sufrir paro de larga duración en comparación con aquellos que no tuvieron dicha experiencia.
Para ampliar: Estudio sobre el Impacto de Erasmus, Comisión Europea, 2014
También en el ámbito personal la experiencia del programa Erasmus es muy imporatnte para los participantes. Según estimaciones de la Comisión Europea, desde 1987 han nacido hasta un millón de bebés fruto de parejas que se conocieron a través del Erasmus. De hecho, el 27% de las personas que se han ido de Erasmus han conocido a sus respectivas parejas durante algún intercambio. No obstante, no habrá que esperar a las futuras generaciones para tener notables representantes del programa Erasmus+. Figuras de relevancia internacional como Salvador Sobral, ganador de Eurovisión 2017 o Federica Mogherini, antigua alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, fueron estudiantes de Erasmus.
Se espera que el programa Erasmus+ seguirá creciendo en el futuro, llegando incluso a doblar su presupuesto para los años 2021-2027, alcanzando los treinta millones. Mientras se siga apoyando a Erasmus+, este seguirá ayudando a crear generaciones de personas que se identifican más con la Unión Europea. Una generación más resiliente y preparada para aceptar las diferencias culturales y sociales como algo que suma, y no que resta. Una generación que, tras sus experiencias en el extranjero, hacen frente a la discriminación, intolerancia, xenofobia o racismo de forma más clara. Erasmus+ funciona como un alivio a las tensiones internas que sufre la UE en forma de euroescepticismo y diferencias entre países del este y del oeste.
El programa Erasmus estimuló la movilidad y cooperación de estudiantes y docentes en la Unión Europea. El programa Sócrates llevó la cooperación en la enseñanza superior al nivel de la administración central. La Declaración de Bolonia facilitó la estandarización de la educación superior, lo que la hizo más homogénea. Y Erasmus+ ha permitido ampliar a dimensiones globales las posibilidades de los intercambios académicos.
Erasmus+ ha sido el culmen de una idea que nació de Sofia Corradi en 1969 y que, tras más de cuarenta años, comienza a acercarse a esa magnitud mundial que ella concibió desde el inicio. Cada año es más real el sueño por el que emprendió este viaje: que cada vez menos estudiantes de todos los países se vean en la misma situación por la que ella tuvo que pasar en 1958; que no se desprecien los títulos que un estudiante haya logrado en otra parte del mundo; que no se vuelva a pensar que estudiar o trabajar en el extranjero pueda contaminar la cultura de nuestro país de origen al volver a casa.
Para ampliar:“Breve manual de instrucciones para entender la Unión Europea”, Diego Mourelle en El Orden Mundial, 2019
Erasmus, el programa de intercambio de estudiantes que vertebra Europa fue publicado en El Orden Mundial - EOM.