La voz que hoy os presentamos -afín a otros sustantivos como ermitaño, asceta o anacoreta- designa a una persona que vive en soledad, y proviene en este caso del latín eremīta, y este del griego ἐρημίτης, de ἔρημος, "desierto", "yermo"... y es que... ¿qué mejor lugar para profesar esta forma de vida que un yermo desierto inhabitado? ;-)
Sea como fuere, lo cierto es que los eremitas como tales empezaron a surgir en Egipto y en otros lugares de la cuenca mediterránea en los albores del primer milenio, dejando el mundo para buscar la divinidad y el sentido de su existencia... Hoy en día, todavía existen personas que buscan como forma de vida un lugar de recogimiento y meditación profunda alejada del estrés y las tensiones cotidianas...
Nuestro custodio Ylagares nos propone como cita un fragmento de las Leyendas de Gustavo Adolfo Becquer (1836-1870, poeta español):
"...En tan angustiosa situación, los vecinos se repartieron entre sí las piezas de la armadura, que acaso por la centésima vez se encontraba en sus manos, y rogaron al piadoso eremita, que un día los iluminó con sus consejos, decidiera lo que debía hacerse de ella.
El santo varón ordenó al pueblo una penitencia general. Se encerró por tres días en el fondo de la caverna que le servía de asilo, y al cabo de ellos dispuso que se fundiesen las diabólicas armas, y con ellas y algunos sillares del castillo del Segre, se levantase una cruz..."
¡Hasta el próximo canto del cenobita! ;-).
PD: El cuadro con el que ilustramos nuestra voz del día no es otro sino San Pablo Ermitaño de José de Ribera.