Inteligencia emocional vs. Coeficiente intelelectual
Cada vez más oímos hablar de la llamada inteligencia emocional frente a lo que se considera el cociente intelectual o la inteligencia puramente cognitiva. Pero todavía hay mucha gente que a día de hoy, debido a nuestra educación, cree que los inteligentes son los que poseen más conocimiento. Y cada vez estoy más en desacuerdo con esta acepción.
De hecho hay cualidades universales y esenciales en cada persona que van más allá del concepto de inteligencia entendida como mera acumulación de información. Y que además son importantísimas para la vida y la realización de personas. Recuerdo que uno de los primeros ejercicios que realizamos en mi curso de Coaching fue describir entre toda la clase cuáles creíamos que eran las características de las personas inteligentes. Y puedo aseguraros que el cociente intelectual no era una de ellas.
Al final del artículo quiero proponeros hacer el mismo ejercicio que realicé yo y es bastante probable que os llevéis alguna que otra sorpresa en cuanto a vuestra propia inteligencia.
¿Qué se entiende entonces por Inteligencia Emocional de la que tanto se habla hoy en día? Según Daniel Goleman, el autor del famoso libro que versa sobre el tema, «Inteligencia Emocional», ésta es una “habilidad para motivarse y persistir frente a las frustraciones, controlar impulsos y demorar gratificaciones, regular los estados de humor, evitar que las desgracias obstaculicen la habilidad de pensar, desarrollar empatía y esperanza”.
Es curioso cómo en el mundo de hoy, debido a la educación, grandes sectores de población seguimos viviendo en esa dicotomía entre intelecto y emoción, considerándose lo cognitivo como algo superior, asociado a la razón o cerebro y por tanto a la inteligencia en sí. Lo emocional en cambio se considera como algo secundario, sentimientos, fe, etc. Pero es la unión de ambas categorías la que hace a una persona realmente inteligente. Sin una u otra, algo nos faltaría.
Y es Goleman precisamente quien habla de la importancia de las emociones, ya que el conocimiento por sí solo no contribuye a la felicidad, sino que es la emoción la que genera la llamada actitud, tan necesaria para alcanzar nuestras metas o motivación, ese empuje hacia la realización personal. Todos conocemos a personas que sacaban muy buenas notas en el colegio (yo entre ellas, eso sí, siempre en la rama de letras), pero luego no han triunfado en el mundo laboral. Y también tenemos ejemplos contrarios como Steve Jobes o el propio Einstein, quienes podían considerarse malos alumnos y sin embargo fueron grandes genios de nuestro tiempo.
Y en último término, ¿qué importa más, felicidad o conocimiento?, ¿bienestar personal o éxito económico? Esta es una de las grandes disyuntivas de la época actual. Ya sabemos que un trabajo extenuante ha llevado al mundo actual a enfermedades como el estrés, la ansiedad o la depresión. No en vano nos encontramos con numerosos libros de autoayuda en nuestras librerías.
La semana pasada uno de los clientes con los que trabajo en un proceso de Coaching se denominó a sí mismo como persona poco inteligente. No pude menos que desdecirle: una persona capaz de superarse, que sigue formándose, que desea alcanzar sus sueños, que lucha por el porvenir, que acude a un proceso de coaching… es desde mi punto de vista alguien realmente inteligente. La inteligencia no son las notas que hemos sacado en el colegio o la universidad, no se refiere al hecho de que nos cueste poco memorizar o aprender cosas, la verdadera inteligencia va mucho más allá y consiste, entre otras cosas, en:
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saber conocernos;
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atrevernos a salir de nuestra zona del confort y adentrarnos en la apasionante zona de aprendizaje y crecimiento;
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escuchar a los demás, aprender de otros y ayudarles, tener la llamada empatía;
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ser responsables con nuestras acciones y con nuestra vida;
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ser buenos observadores de la realidad y el momento que estamos viviendo;
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tener la flexibilidad suficiente y la humildad necesaria para enfrentarnos a los grandes retos que nos va proponiendo la vida;
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ser capaces de resolver nuestros problemas y entender las emociones que sentimos;
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tener esa dosis de creatividad necesaria para encontrar soluciones nuevas;
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y por último, tener coherencia entre lo que somos, pensamos, sentimos y hacemos. Pues como dice Joe Dispenza en su maravilloso e inspirador libro que sigo leyendo poco a poco y que no deja de impresionarme, los verdaderos cambios se producen cuando estamos “siendo”, cuando lo que pensamos, sentimos y hacemos lo hemos incorporado a nuestra forma de ser, a nuestro subconsciente y actuamos acorde a ello en la vida.
Y ahora os propongo un ejercicio, como os prometía al principio de este artículo. El ejercicio tiene 2 fases. Abajo he reunido lo que entiendo por características de una persona inteligente. Primero, puntúate tú mismo del 1 al 10 en cada una de estas categorías. Después pásale esos adjetivos a 3 personas de ámbitos diferentes de tu vida para que te puntúen a ti, según su punto de vista (no les des tu propia puntuación, para no condicionarles). Finalmente te invito a reflexionar sobre las puntuaciones, tanto las tuyas como ajenas, es un proceso de autoconocimiento que en Coaching llamamos autoconciencia.
Y por supuesto, te invito a compartir tus ideas conmigo. Puede que quieras quitar o añadir alguna cualidad que consideras importante y no aparece en esta lista. ¡Me encantará oír tu opinión!
—Copia y pega en un email la siguiente lista y envíasela a 3 amigos para que te puntúen de 1 a 10 en cada una de estas áreas; pídeles que sean sinceros y no traten de ser amables contigo, porque sólo así te ayudarán a conocer mejor tus puntos fuertes y débiles, y ello te ayudará en tu crecimiento personal.—
Características de persona inteligente:
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Responsabilidad (de tus acciones y las decisiones que tomas)
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Empatía (ser capaz de entender emociones de otros y ponerte en su lugar)
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Autoconocimiento (saber quién eres y qué quieres de la vida)
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Escucha activa (saber escuchar realmente a los demás)
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Gestión emocional (reconocer tus emociones y las de los demás, ser capaz de regularlas)
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Humildad (aceptar tus fortalezas y debilidades y mostrarse al mundo como eres, sin tratar de demostrar nada)
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Flexibilidad (estar abierto a cambios, a tener que realizar modificaciones en tu vida, de acuerdo a las circunstancias y necesidades)
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Coherencia (entre lo que haces, piensas, dices y sientes)
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Creatividad (encontrar soluciones diferentes a situaciones complejas, ser capaz de adaptarte a lo nuevo y a los cambios con éxito)
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Resolución de problemas y/o conflictos (ser capaz de tomar decisiones adecuadas, lidiar con dificultades diarias).
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