Eric Hobsbawm.Un tiempo de rupturas.Sociedad y cultura en el siglo XX.Traducción de Cecilia Belza y Gonzalo García.Crítica. Barcelona, 2013.
Un tiempo de rupturas. Sociedad y cultura en el siglo XX, que publica Crítica, es la obra póstuma de Eric Hobsbawm (1917-2012), uno de los grandes historiadores contemporáneos.
Es su testamento no sólo porque es el último libro que escribió, sino porque en sus páginas se resume su concepción de la Historia y se concentra la sabiduría y la capacidad de análisis que recorre el pensamiento de un autor cuya obra ha ido editando en España la Editorial Crítica.
Un tiempo de rupturas es un apretado y lúcido ensayo de interpretación de la cultura y el arte en el siglo XX y en los primeros años del XXI, una era de la historia que ha perdido el norte y que, en los primeros años del nuevo milenio, mira hacia delante sin guía ni mapa, hacia un futuro irreconocible, con más perplejidad e inquietud de lo que yo recuerdo en mi larga vida.
Esas palabras de Hobsbawm en el Prefacio de los veintidós capítulos del libro contienen algunas de las claves esenciales de este ensayo que es una reflexión sobre el presente, una mirada interpretativa que explica el proceso histórico que nos ha traído hasta hoy y una declaración de incertidumbre sobre el futuro.
En línea con la declaración de Cervantes que Pierre Menard matizó desde su perspectiva contemporánea como aclaró Borges, aquí también es la Historia émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.
Y desde esa perspectiva, las conferencias de Hobsbawn que se recopilan en este libro analizan las relaciones complejas y problemáticas entre arte, cultura y sociedad, hacen un diagnóstico crítico del presente que atiende a los antecedentes históricos que lo explican y establece un pronóstico nada complaciente del futuro.
Elaborado a lo largo de medio siglo, entre 1964 y 2012, se inicia con lo que Hobsbawn llama irónicamente una fanfarria incrédula sobre los manifiestos del siglo XX y da un salto de un siglo desde las vanguardias históricas para analizar la situación y las perspectivas del arte y la cultura a comienzos de este nuevo milenio:
La relación entre política, sociedad y cultura, el sentido de festivales de música clásica como el de Salzburgo, de música étnica como el Womad, o de muchos festivales de jazz, de poesía o de teatro; el futuro del libro, la pintura, la arquitectura, la música o la escultura en medio de la avalancha de palabras, sonidos e imágenes que inunda el hábitat universal que antes se había llamado arte; la movilidad de la humanidad actual y sus consecuencias, marcadas por la globalización y el mestizaje que afectan no sólo a la alta cultura tradicional, sino a la cocina o al fútbol:
“Feliz la tierra que, como Francia, se ha abierto a la inmigración y no cuestiona la identidad étnica de los ciudadanos. Feliz la tierra que se siente orgullosa de poder escoger en su equipo nacional a africanos, afrocaribeños, bereberes, celtas, vascos y a los hijos de inmigrantes ibéricos y de la Europa del Este. Felices, no solo porque esto les ha permitido ganar la Copa del Mundo, sino porque hoy los franceses (...) han declarado que Zinedine Zidane, su mejor jugador, un hijo de inmigrantes musulmanes de Argelia, es simplemente el mejor de los franceses.”
Hobsbawn explora las raíces decimonónicas y burguesas del canon artístico contemporáneo, la descomposición después de la Primera Guerra Mundial de esa civilización burguesa, cuya lógica la destinaba a destruir sus cimientos elitistas, con lo que llega al final de su camino ya con Dadá, el urinario de Marcel Duchamp y el cuadrado negro de Malévich.
Y llegado a ese punto se plantea si queda algo de ese pasado irreversible de la Mitteleuropa política y del patrimonio cultural de esa burguesía tradicional para acabar mirando con incertidumbre el futuro de la ciencia, para interrogarse sobre la función social de los intelectuales en un mundo en el que una pluma nunca valió lo que una pistola o una espada, para asombrarse de la creciente presencia pública de las religiones, para analizar la relación entre el poder y el arte o entre las vanguardias y la revolución.
Los dos capítulos finales, agrupados en la sección Del arte al mito, son quizá los más llamativos del volumen. Contienen un análisis del paso de arte al mito con el pop y una explicación certera y detallada de los motivos por los que los cowboys, unos personajes desarraigados, errantes y pobres, se han convertido en un mito heroico contemporáneo y de fortuna universal.
La inteligencia y la capacidad analítica de Hobsbawn brillan con especial intensidad en esos dos capítulos que cierran una obra imprescindible para entender la cultura actual, sus perspectiva y sus contradicciones.
Santos Domínguez