Pero la voz que siempre preferí de los actores de doblaje fue la de Ernesto Aura. Quizá me ha pasado siempre con los autores de novelas y los compositores: me echan para atrás los divinos, los números uno. Siempre busco situarme al lado de los que no están en la palestra, del segundo, del tercero, del que no está tocado por los dioses. Acaso esta voluntad de seguir al que no es tan perfecto me refleje. No lo sé. Pero le decía hace años a mi amigo Herrezuelo que Manuel Cano era el mejor y aun así yo prefería a Ernesto Aura, no tan excelso pero sí más real para mí. Supongo que es como todo en la vida: uno admira sin más y luego tiene que buscar explicaciones. O será que le tengo miedo a la perfección. En cualquier caso, un enorme agradecimiento es lo que siento por todos esos magníficos actores de doblaje que llenaron mi cabeza de frases inolvidables y tonos que a veces, en noches de desvelo, se unen a las imágenes de grandes películas que admiro y admiraré siempre.
Pero la voz que siempre preferí de los actores de doblaje fue la de Ernesto Aura. Quizá me ha pasado siempre con los autores de novelas y los compositores: me echan para atrás los divinos, los números uno. Siempre busco situarme al lado de los que no están en la palestra, del segundo, del tercero, del que no está tocado por los dioses. Acaso esta voluntad de seguir al que no es tan perfecto me refleje. No lo sé. Pero le decía hace años a mi amigo Herrezuelo que Manuel Cano era el mejor y aun así yo prefería a Ernesto Aura, no tan excelso pero sí más real para mí. Supongo que es como todo en la vida: uno admira sin más y luego tiene que buscar explicaciones. O será que le tengo miedo a la perfección. En cualquier caso, un enorme agradecimiento es lo que siento por todos esos magníficos actores de doblaje que llenaron mi cabeza de frases inolvidables y tonos que a veces, en noches de desvelo, se unen a las imágenes de grandes películas que admiro y admiraré siempre.