Ernesto Neto en el Guggenheim

Por Ana Undurraga


Aquel chico de apenas 25 años entró en la sala "vendo caramelos", se sentó y empezó a tocar aquel piano, la melodía envolvía todo, fue una pieza larga, para mi desconocida, pero sonaba maravillosamente bien. Permanecí ali hasta que acabó de tocar, al igual que otras personas que estábamos en la sala 202 del museo viendo la exposición de Ernesto Neto. 


En la "casa de los sueños" huele a clavo y a pimienta, también huele a especias en "dulce borde", ese bosque mágico de conexión con la naturaleza donde se consume una sola vela, entre un montón de ellas.


"Así es la vida" permite caminar por el aire y sentir una cierta inestabilidad. Lástima que sólo pueden hacerlo 4 personas a la vez, y el número de gente esperando haciendo fila es tan importante, que no lo haces porque quieres ver todo sin que te cierren el museo.

El museo ahora es un lugar para la poesía donde el visitante puede escaparse de lo cotidiano.
Todo el tiempo recibimos información, pero quiero que aquí se deje de pensar. Que nos refugiemos en el arte. Pienso que no pensar es bueno, es respirar la vida.

Ernesto Neto (Brasil, 1964) El cuerpo que me lleva Museo Guggenheim Bilbao