Erratas

Publicado el 26 julio 2011 por Carmentxu

Definitivamente, el periodismo está en crisis. Es un fenómeno universal, como la lluvia, las quiebras teledirigidas de los Estados o el carácter cíclico de las crisis y de las desmemorias. Y no es sólo culpa del sistema, que basa la supervivencia de un medio en su capacidad de generar beneficios económicos, dejando de lado los sociales, como el pluralismo y la calidad de la información. Cada uno, en su pequeña parcela de poder, desde el financiero que dirige la línea editorial en la sombra hasta el redactor que ejerce la autocracia en apenas dos metros cuadrados, los que ocupan su mesa, un ordenador y un teléfono, todos somos culpables de desaguisados como el del objetivamente prestigioso The Telegraph, que confunde en su edición digital a Rita Barberà con Rita Barbera (sin tilde). En inglés no hay tildes, así que no debieron darle mucha importancia a la diferencia y sucedió lo inevitable: la foto de la alcaldesa de Valencia ilustrando la noticia de que Rita Barbera, directora de la prisión siciliana de Ucciardone (Palermo), se ha propuesto que los reclusos dejen de llevar ropa de marca en la instalación, una idea que ha desatado las iras de los reos, en su mayoría mafiosos, y de sus mujeres. Barbera (sin tilde) quiere acabar con Prada, Gucci, Armani o Louis Vuitton mientras las perchas están entre rejas.

Rita Barbera, según The Telegraph

Al redactor le bastó con poner en Google las palabras trajes+mafia+Rita Barbera, et voilà! Debió aparecer también alguna imagen del Bigotes y de Camps, a los que el periodista tampoco prestó mucha atención y encontró hasta normal dada la estrafalaria estampa del primero, tan british en algunos aspectos. Con Google, cualquier búsqueda se produce en menos de un segundo: no es tiempo suficiente para reflexionar, para llevar a cabo ese trabajo entre bambalinas que tiene que ser el periodismo, de preparación de la obra (la documentación), de construcción del escenario (el contexto), de una buena disposición de las luces para que no queden rincones oscuros, de una buena dirección de actores que mantengan la atención sin sensacionalismos, con un discurso creíble y certero. Con un buen guión y una buena historia, el éxito de público está asegurado y la obra estará en cartel durante varias temporadas.

Pero encontrar en menos de un segundo lo que se busca acaba de un plumazo con esa necesaria reflexión previa al estreno. El editor, esa figura tranquila que alertaba ante posibles erratas, está ahora en el fondo del baúl de la vedette de este vodevil, que se afana por disimular la falta de tablas con vistosas plumas.