( ) hombre ( ) mujer Miro fijamente la pantalla y me pregunto a cuántos les tomará más de dos segundos pasar a la siguiente pregunta. A cuántos, como a mí, les causará una molestia en el pecho cada vez que tienen que escoger una opción.
Mientras intento decidir que botón apretar para poder seguir con mi vida (El que sea, es un cuestionario de internet. A nadie le importa) ((A mí me importa)), llegan lo que he decidido llamar los flashbacks de guerra. Porque, aunque no sepa cuál es mi género, sí sé muy bien que soy una reina del drama.
Estoy en la Universidad.
- ¿Usted es hombre o mujer? -, me pregunta un niño con el que estamos hablando, y yo le digo que los dos.
-Que ingeniosa -me dicen mis amigos. No, ingeniosa no. Solo estaba lo suficientemente enojada para decir lo primero que se me viniera a la cabeza sin pensarlo; para decir la verdad.
Baño público. Tengo que pararme a mí mismo antes de poder adentrarme más en el de hombres (Te van a pegar si entras, ridículo) (No. No te van a pegar. Eres una mujer), casi no me di cuenta de lo que estaba haciendo: el dibujo al lado de la puerta se veía como me sentía, el del otro lado, por el contrario, no decía nada de mí. Me sentía extraño entrando al de mujeres, pese a que es el único al que siempre he tenido que ir (Porque tienes vagina, quédate en tu lugar).
Mientras me lavo las manos, una señora me examina con la mirada. Está enojada y confundida, y yo sé perfectamente lo que está pensando. Mi ropa es holgada, mi pelo es corto,
no traigo maquillaje: no sabe si soy hombre o mujer. No sabe si me puede echar del baño. (Yo tampoco quiero estar aquí, señora. Yo sabía que era una mala idea).
El último escenario es una tienda de retail. Hoy es uno de esos días en los que mi género no es relevante. Mi ropa es cómoda, y mi maquillaje es hermoso, cuando me arreglé en casa esta mañana lo único que pensé cuando me vi al espejo es que me veía bien.
Aunque estoy comprando en la sección de mujeres, veo algo que me llama la atención en la sección de hombres. Una camisa. Me la estiro sobre el torso, para ver qué talla puede contener mis senos (Son enormes, igual, cientos de señoras a lo largo de mi existencia han decidido ignorarlas), mientras intento hacer esto, dos mujeres pasan cerca, una me señala a la otra. Se siguen riendo y mirándome mientras se alejan.
Déjate crecer el pelo. Si lo usas corto ponte un cintillo. Pareces hombrecito. Pareces lesbiana (jajaja, sorpresa, familia). Ponte un vestido. Es mucho maquillaje. Es mi niñita. Este weon. Esta weona. Te ves bonita hoy. Qué bueno que te arreglaste. Eso es muy masculino. ¿Te creí mujer hoy día weon? Hombre o mujer, hombre o mujer, hombre o mujer, hombreomujerhombreomjerHOMBREOMUJER.
Ninguno. Ninguna. Nada. Ambos. Todos. El uno y el otro. Todas las anteriores. Pregunte más tarde. Error 404 no encontrado.
No son agresiones. No son flashbacks de una verdadera guerra; pero, es como si te golpearan con una ramita cada vez que ocurre algo así, y por más pequeña que sea la ramita, al tiempo dejará un hematoma, al tiempo sangrará, y si siguen golpeándote, no deja de sangrar.
Me imagino diciendo, “Papá, soy Genderfluid. Eso quiere decir que mi género cambia, a veces soy hombre, a veces soy mujer, a veces no soy ninguno. Mi psiquiatra dice que está bien, tranquilo.”
Ya puedo ver su cara. Me va a decir que sí, pero no me va a creer.
Las personas no binarias somos como el color gris en una fotografía en blanco y negro: estamos ahí, todos pueden vernos, pero la técnica sigue llamándose blanco y negro. Esos son los colores que las personas te van a indicar si les pides que describas la foto, y aunque les expliques que el gris está ahí, y lo vean, la próxima vez que les preguntes, la foto seguirá siendo blanco y negro. Hombre y mujer, sin nada en el medio, porque así nos enseñaron a pensar, y a las personas no nos gusta que nos digan que estamos equivocados. Que lo que sabemos es incorrecto.
Por eso no me gusta la idea de salir de un segundo closet.
No me gusta la idea de tener que pasar por los mismos prejuicios de la primera vez.
No quiero tener que responder las mismas preguntas: No, no es porque me abusaron. No, no se me va a pasar. No, no es porque tengo problemas. No, no tengo que madurar. No, no quiero ser hombre. No, a mi polola no le importa.
El simple hecho de que los pocos adultos que saben de mi identidad de género, y casi la totalidad de los que saben de mi orientación sexual me hayan hecho la pregunta fatídica: “¿Es por qué te abusaron cuando chica?” demuestra que piensan que estoy rota. Que estoy dañado. Que, si no me hubieran hecho lo que me hicieron, sería heterosexual, sería cisgénero, sería feliz. Y sí, sería feliz, porque no tendría que vivir con el trauma de estar más manoseada que baranda de bus, pero eso no tiene nada que ver con mi identidad.
Me duele que la postura de la mayoría de los adultos sea algo como “te acepto, pero sigo pensando que no es normal” Sigo pensando que podrías haber salido bien. Sigo pensando que tuvo que pasarte algo para que seas así (¡¡Pero tienes todo nuestro apoyo!!).
Quizás no quiero tanto ‘apoyo’. Quizás sólo quiero poder ser yo frente a ti.