¿Es bíblico para un cristiano "declarar" y "decretar"?

Publicado el 22 abril 2019 por Max Damián @soymaxdamian
La muerte tan repentina de nuestro hermano Julio Melgar ha dejado profundos vacíos en los corazones de su familia y de quienes disfrutamos de su música.
No esperábamos que un hombre de Dios lleno de tanta fe pudiera partir de un momento a otro.
Confío que nuestro buen Dios está llenando de paz y amor los corazones de sus familiares y amigos más cercanos que hoy lloran la perdida de este ministro de alabanza.
Esta dolorosa noticia de la partida de Julio debe provocar en cada cristiano un análisis profundo de las cosas que dice y hace durante una oración.
Es lamentable que ya no vayamos a contar con un excelente adorador como Julio Melgar, pero más lamentable aún son aquellas cosas que se dijeron "profetizando" sanidad para Julio durante su proceso.
Esto es prueba que el "cristianismo moderno" ha calado tan hondo en nuestras iglesias que "declarar" y "decretar" son palabras mágicas que acuñamos a la biblia y las decimos como pan nuestro de cada día.
Prueba de ello es el siguiente vídeo en donde aparece Marco Barrientos y Rony Oliveira lanzando una serie de "palabras de poder" sobre la vida de Julio Melgar.
Míralo y compruébalo tú mismo.

Un día después de la muerte del también pastor Julio Melgar, hice una publicación que causo revuelo en las redes sociales. La titulé: «Murió Julio Melgar. ¿Nos falló Dios o la fe?»
En aquel artículo hablé de manera general sobre la mala interpretación teológica que muchos cristianos usamos para hacer hablar a la biblia a nuestro antojo.
Prueba de ello es el uso de palabras tan conocidas el día de hoy como lo son “declarar” y “decretar”.
¿De dónde nace esta corriente anti-bíblica de decir cosas “positivas”?
De hecho, la práctica de decir “yo declaro” y “yo decreto” es un uso muy común hoy en día en las iglesias de Estados Unidos y América Latina. Sobre todo de aquellas de la teología de la prosperidad.
El hablar “palabras de poder” tiene su fuente de nacimiento en la famosa secta religiosa llamada “Nuevo Pensamiento”.
Veamos de qué se trata esto.

El origen del Nuevo Pensamiento (“Yo declaro” y “Yo decreto”).

El “Nuevo Pensamiento” comenzó en el siglo XIX, y ganó mucha popularidad en los Estados Unidos en las primeras décadas del 1900. También se le conocía como “Mente Sanadora” o “armonialismo”.
Aunque el movimiento nace en el siglo XIX, sus orígenes se encuentran en las ideas del inventor sueco Emanuel Swedenborg, que en su búsqueda del alma humana dijo que Dios se le reveló y lo declaró “Revelador de Dios”.
Swedenborg decía que hablaba con el apóstol Pablo, con Martín Lutero y en ocasiones con Moisés.
Negó las verdades del cristianismo y enseñaba que el mundo físico era una extensión de la mente y que por lo tanto la mente podía formar y dictar cosas materiales.
Estas ideas fueron desarrolladas en Estados Unidos por Phineas Quimby quien se conoce como el padre del “Nuevo Pensamiento”.
Quimby decía que lo que alguien cree es realidad, incluyendo las enfermedades. Los proponentes del “Nuevo Pensamiento” tomaron ideas de diferentes religiones, especialmente del cristianismo.
Las ideas del “Nuevo Pensamiento” fueron popularizadas por el gurú Ralph Waldo Trine quien publicó un libro en 1897 que vendió millones de copias.
Trine decía que lo que uno afirmaba con la mente y con palabras ocurría; que las razones de las enfermedades en las personas eran porque hablaban o pensaban sobre ellas.
Pero las enseñanzas no llegaron claramente a las iglesias de mano de Trine —quien negaba la Biblia y la deidad de Cristo—, sino a través del pastor E. W. Kenyon. Kenyon fue compañero de estudio de Trine en la escuela de oratoria Emerson College en Massachusetts.
El predicador Kenyon es conocido por su idea del “pensamiento positivo”. Él enseñó que las confesiones positivas eran la clave para una vida próspera.
También se le conoce como el padre del “evangelio de la prosperidad”.
Kenyon influenció a personas como Kenneth Hagin y Oral Roberts, este último fundador de la universidad que lleva su nombre donde estudió Joel Osteen.
En resumen, la idea del “yo declaro” y “yo decreto” no es más que la representación de las ideas paganas originalmente conocidas como el “Nuevo Pensamiento”, que luego popularizaron algunos pastores con el término “pensamiento positivo y próspero”.

Sacando palabras fuera del contexto. 

Ya lo dice el viejo y conocido refrán: “Sacar un texto fuera de contexto es un gran pretexto”.
A decir verdad, la práctica favorita de muchos predicadores de hoy es sacar del contexto a la biblia completa.
Esto es lo que un “pastor” dijo en Enlace TV sobre Lucas 10:19:
Es un ejercicio de autoridad basado en lo legal que el Señor nos ha atribuido. Yo proclamo, yo decreto, yo hablo, yo confieso, llámele como sea, pero yo me tomo del derecho legal que tengo.
Me encuentro a muchas personas pidiendo a Dios y pidiendo lo que ya Dios nos dio. El Señor dice “Vayan y sanen los enfermos”. No dice que cuando encuentren un enfermo lo llaman para que él los sane. No, sánenlo ustedes.
Pongan sus manos sobre los enfermos y van a sanar. Está basado en autoridad.
Cuando usted tiene la autoridad usted habla, usted lo ordena. No es un asunto de pedir, porque toda la gente ha pedido y viene a ver qué fue lo que pidió mal o por qué no ha visto la mano de Dios.
Hay que hablar, hay que expresarlo, hay que atar, desatar. Usted tiene la autoridad para atar y desatar. (Mateo 16:19)

¿Te diste cuenta la mala interpretación que hace este pastor sobre este versículo bíblico?
El verso 19 fue autoridad que Dios le dio solo a sus discípulos el momento que los comisionó a predicar. No dice que trascienda hasta nuestros días.
Así como este pastor hay muchos otros que usan algunos versículos de la biblia como palabras mágicas de Harry Potter.
Por ejemplo, usan Salmos 2:8, donde Dios dice: “pídeme y te daré por herencia las naciones”, para decir a los oyentes que puedes pedirle a Dios y él te dará tus sueños cumplidos.
Sin embargo, cualquiera que haya leído con detenimiento el capítulo 2 de este Salmo se habrá dado cuenta que el texto es mesiánico. El mismo que podemos leer aplicado en Hechos 4:23-27.
Este Salmos habla de la soberanía de Cristo sobre las naciones. Dios Padre le dio a su hijo las naciones como herencia. En otras palabras, habla del alcance del evangelio a los gentiles.
Es por eso que algunas traducciones como la King James en inglés, no usan la palabra “naciones”, sino “paganos”.
Ask of Me, and I shall give Thee the heathen for Thine inheritance, and the uttermost parts of the earth for Thy possession. (Salmos 2:8 KJ21)
Pídeme, y te daré los paganos por tu herencia, y las partes más extremas de la tierra por tu posesión. (traducción)

Usando el "Yo decreto" y el "Yo declaro" para las sanidades.

Esto es lo que hemos descubierto de manera pública con el caso del hermano Julio Melgar.
El vídeo al principio de este artículo es muestra fehaciente del mal actuar que tienen los cristianos hoy en día al momento de hacer uso de la Palabra de Dios.
Pero este tipo de manifestaciones “proféticas” existe hasta en la iglesia más humilde de cualquier país.
Prácticas no bíblicas que han sacado de contexto a los versículos que hablan de sanidad. Tal es el caso de Isaías 53 que es usado para decir a la gente que Dios te va a sanar sí o sí.
Sin embargo se nos olvida que quien decide si una persona es sana o no, es nuestro Dios.
Por más que se una el mundo entero a orar “declarando” y “decretando” sanidad sobre la vida de alguien, la última palabra siempre será de nuestro creador.
Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos —dice el Señor—. Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse. Pues así como los cielos están más altos que la tierra, así mis caminos están más altos que sus caminos y mis pensamientos, más altos que sus pensamientos. (Isaías 55:8-9 NTV)

En pocas palabras, Dios jamás actuará según nuestro antojo. Él no está sujeto a lo que nosotros “declaremos”, “decretemos”, “proclamemos”, “arrebatemos”, etc.
Todo tipo de suceso en favor o en contra de nuestra vida está sujeto a la absoluta y soberana voluntad del Rey de Reyes.
Pero una vez que él haya tomado su decisión, ¿quién podrá hacerlo cambiar de parecer? Lo que quiere hacer, lo hace. (Job 23:13 NTV)

Jesús nos enseñó esto a través de su ejemplo de oración diciendo hágase tu voluntad, y no la nuestra. Y hoy desechan esas directrices y exigen que Dios cumpla sus deseos sí o sí.
Resultado final: cristianos renegados y decepcionados de Dios.

Una práctica que no debemos practicar.

Esta moda de usar frases positivas mal respaldadas por Proverbios 18:21 se ha extendido tanto que el no hablarlas es una confirmación de tu falta de fe.
Acompañado al “declaro” y “decreto” existen otras palabras populares como: “éste es mi tiempo de brillar”, “arrebato lo que me pertenece”, “soy un dios pequeño”, “nuestras palabras tienen poder creativo”, etc.
Incluso he escuchado a personas decir: “profetizo que mi futuro será de x manera”.
Todo esto me hace recordar que existe un libro publicado en 2006 llamado “El Secreto”. Un libro cuyo tema central es “decretar” y “declarar” cosas para que sucedan en la vida real.
¿Y sabes qué? La autora, Rhonda Byrne, usa el versículo de Mateo 21:22 como fundamento de su filosofía.
Claro está, un uso del texto sacado por completo del contexto.
¿Pero qué crees? Esta misma filosofía de atraer cosas decretando y declarando es la misma que se usa en muchas iglesias de la actualidad. Sobre todo en iglesias que usan la teología de la prosperidad.
Incluso existe un libro cristiano semejante al de Rhonda llamado “Yo declaro”, escrito por Joel Osteen, un pastor influyente de la teología de la prosperidad.
¿Ahora entiendes que esta es una práctica que no debes practicar? No es para nada bíblica.
Estamos hablando solo de una moda que han popularizado y que se ha permitido el ingreso a nuestras iglesias.

Conclusión.

Seré muy claro en decir que este tipo de prácticas son parecidas a las que cualquier espiritista, místico o motivador, podría recomendarte.
El “Yo declaro” y “Yo decreto” —y otras palabras usuales— son solo muestra de que usted es un religioso y no un hombre guiado por el Espíritu Santo.
Es momento de que nos detengamos a observar con paciencia la forma y manera en la que estamos usando la Palabra de Dios.
Dejemos de obligar a la biblia a decir cosas que sean de nuestro antojo.
Esperar que Dios haga su voluntad es lo correcto. Puedes orar por la sanidad de alguien, sí, pero esto no quita el hecho de que Dios hará como él quiere.
Por lo tanto dejemos el uso de palabras no bíblicas que nos hacen creer que Dios hará lo que le pidamos solo por la sencilla razón que tengo la autoridad de “decretar”.