"Conviene que captemos y reconozcamos lo mejor que podemos encontrar en el anarquismo, el socialismo, el decrecentismo, el humanismo, el ecologismo... y naturalmente, en el feminismo; pero también debemos ser capaces de superar todos estos planteamientos para lograr un enfoque más integral e integrador (…). El problema del sexismo no está aislado del conjunto de los problemas contemporáneos; está estrechamente imbricado con la tendencia general de la Civilización actual, a saber: la tendencia hacia la degradación y la destrucción de la Vida. El fin del sexismo sólo es posible a través del fin de la Civilización Antivital (capitalista, estatista, ecocida, egoísta, etc.) hoy establecida".Ahora bien, una cosa son los fines y otra distinta los medios y los diagnósticos. Si bien en los primeros puede haber un acuerdo generalizado, es en estos últimos donde el desacuerdo puede llegar a ser más pronunciado, no solo en esta ocasión sino generalmente en todas las que se nos ocurran. Vaya por delante, para evitar desacuerdos innecesarios, que la vía represiva y penalista no me parece la mejor vía para solucionar el problema de la violencia machista, ni ningún otro problema, pero a falta de alternativas libertarias, autogestionarias, comunitarias y prevencionistas de amplia implantación, no seré yo quien niegue el importante papel que juegan en este preciso instante determinadas instituciones del Poder. Es decir, el acto de denunciar, enjuiciar y encarcelar es un fracaso como sociedad, pero mientras construimos ese mundo ideal que siempre está por llegar, ¿cómo negarle la ayuda policial y judicial, por alienante que esta sea, a quien esta misma mañana necesita que alguien vaya a su domicilio y medie con relativa eficacia en el conflicto? Me consta que en esto podemos estar casi todos/as de acuerdo.
Aclarado lo anterior, paso ahora a comentar algunas de las tesis más interesantes de Blai. El primer desacuerdo relativamente importante quizá esté en la utilización genérica de la palabra «sexismo» en lugar de la palabra «machismo» como forma particular y predominante de sexismo, que en mi opinión sería más adecuado dado que el hembrismo, que sería la otra forma de sexismo aparte de la que se ejerce contra las personas transexuales e intersexuales, apenas ha tenido algún impacto en la sociedad. De manera que si bien «sexista» es más inclusivo que «machista», la utilización de aquella corre el riesgo no solo de ocultar y minimizar la responsabilidad -que no la culpa- del género masculino en la historia, sino también, y quizá más importante, de olvidar que la mayoría de las instituciones sociales que gobiernan nuestras vidas han sido modeladas por y para hombres (esta es, por cierto, otra de las tesis principales de mi argumentación en la que probablemente haya un mayor desacuerdo), por lo que ya no se trataría, como defiende implícitamente el feminismo popular, de que las mujeres se igualen a nosotros integrándose en esas mismas instituciones de origen varonil (el Ejército sería un buen ejemplo de ello, donde la obediencia -un tipo de violencia- es más importante que el diálogo), sino de ir más lejos y considerar que el hombre, dadas unas condiciones materiales y ambientales determinadas (disponibilidad de armas, escasez de recursos, sistemas jerárquicos, etc.), siempre tenderá al poder y a la violencia con más facilidad que la mujer, y de que si no nos percatamos lo suficiente del hecho de que esas instituciones no son neutrales en cuanto al género, sino que han fomentado ciegamente el lado menos amable del género masculino en una suerte de simbiosis nature-nurture, estaremos en peores condiciones de combatirlas.
"Tanto los hombres como las mujeres han participado históricamente en la reproducción y perpetuación del sexismo, así como en los esfuerzos para su supresión y superación".Como he dicho antes y en otras ocasiones (1 y 2), la responsabilidad de unos y de otros no es totalmente antagónica pero tampoco del todo equiparable. Y en el caso de "los esfuerzos para su supresión y superación", creo que la historiografía contemporánea demuestra que son primero las mujeres y secundariamente los hombres quienes han liderado la vindicación de sus derechos. Recordemos sin ir más lejos que las revoluciones liberales y «emancipadoras» de los siglos XVIII y XIX seguían siendo fundamentalmente machistas, así como la mayoría de sus integrantes.
"La palabra feminismo hace referencia a la tendencia a poner el sexo femenino en el centro de atención, para articular el pensamiento y la acción en su defensa y promoción".A diferencia de Blai, yo sí estoy a favor de “poner el sexo femenino en el centro de atención” no solo porque, como se suele argumentar, es de esperar que la lucha por la igualdad se geste en mayor medida en el interior de aquellos colectivos que precisamente están siendo oprimidos o infravalorados (movimiento negro, movimiento indígena, movimiento homosexual, movimiento feminista, etc.), sino sobre todo porque los valores en parte tradicionalmente y en parte naturalmente femeninos aunque no exclusivos del sexo femenino, es decir, no solamente biológicos pero tampoco totalmente creados por convenciones sociales (ej. ética del cuidado, crianza, mayor interés por las relaciones personales, resolución de conflictos mediante el diálogo, hincapié en el ámbito privado, inteligencia emocional, empatía, etc.), me parecen más importantes que los valores típicamente masculinos, sobre todo en estos tiempos que corren de desenfreno y precolapso. En otras palabras, si algo demuestra la antropología, al menos tal como yo la he entendido, es que las sociedades que giran alrededor de la mujer (matriarcados), lejos de ser sexistas y desiguales, son las sociedades más igualitarias y pacíficas que hemos conocido, directamente o a través de terceros. La tesis de género parcialmente inherentista o esencialista que defiendo, así pues, es que no es tanto la igualdad en abstracto lo que tenemos que buscar sino algo más concreto: igualarnos en aquellas virtudes que se encuentran más comúnmente en las mujeres. Feminizar la sociedad, en definitiva. Y de ahí que el concepto de feminismo me parezca doblemente adecuado, aunque no creo que haya que sacralizarlo ni tampoco creer que ese -ismo ni ningún otro puede dar cuenta de todo.
"Por supuesto, no conviene ignorar las realidades históricas; sin embargo, para actuar en el presente y para superar las miserias del pasado, ¿conviene mantener un cierto resentimiento histórico?"Más que resentimiento, yo lo llamaría justicia y recuperación de lo ocurrido, tanto más importante cuanto más grave haya sido, como es el caso por ejemplo de la llamada «memoria histórica». Creo que si no se asumen ciertas responsabilidades, especialmente por parte de los hombres y en general por parte de toda la sociedad, no solo las del pasado sino sobre todo las del día a día, estaremos eludiendo un deber y desperdiciando la oportunidad de ser intelectualmente generosos, sin lo cual las bases óptimas de la reconciliación y de la complementariedad entre sexos estarán mal asentadas.
"Hoy es el Día de la Mujer, una efeméride que, en sí misma, podemos considerar muy positiva. Sin embargo, esta celebración está siendo fuertemente promovida por instituciones del sistema establecido, mientras que, en cambio, el Día del Hombre (19 de noviembre) casi nadie lo conoce ni celebra. ¿Es que la masculinidad no merece ser reconocida y celebrada al igual que la feminidad? ¿Acaso debemos generar un movimiento masculinista a tal efecto?"Como dice Miguel Lorente, “la masculinidad no necesita un día internacional para reconocer lo de siempre, ya lo conoce y lo oculta bajo la «normalidad» a lo largo de los 365 días del año”. Es decir, si aceptamos la difícil tesis de que este es un mundo predominantemente de hombres, como decía y defendía aquella canción preciosa pero misógina de James Brown, celebrar el día del hombre tanto como el de la mujer podría ser visto como una forma de recochineo, al igual que celebrar el día del hombre blanco y civilizado podría ser visto como un acto de reafirmación de su hegemonía mundial en lugar de como un acto igualitario. Por eso he dicho antes lo de la generosidad intelectual. No se trata de defender la supremacía femenina al estilo que se ha defendido la supremacía masculina, sino de ofrecer nuestro tiempo y nuestro conocimiento a quienes se encuentran en una situación más desfavorable, incluso de ocupar un segundo lugar en sus reivindicaciones, como cuando en un acto feminista se le da más protagonismo a las mujeres participantes que a sus homólogos masculinos.
"Por obra del feminismo dominante, en los territorios de España, muchísimas personas están sufriendo las nefastas consecuencias de una legislación (la Ley General de Violencia de Género) que se implementó en el año 2004 presentándose como «progresista» pero que, en realidad, entre otros despropósitos, conculca descaradamente los postulados más elementales y los requerimientos más importantes de la jurisprudencia, como son la presunción de inocencia y la igualdad de las personas ante la ley, instaurando una legislación discriminatoria, amenazante y agresiva contra el sexo masculino".Mi postura en este sentido creo que la dejé bastante clara en aquel post, así que de momento no insistiré en ello.
"Se está poniendo muchísima más atención pública en la violencia que reciben las mujeres en el marco de las relaciones sexo-afectivas que no la análoga que sufren los hombres, o los niños y niñas en ámbitos familiares, o las personas en el ámbito laboral".Lo primero parece lógico, si damos por cierto que la violencia de género se da en mucha mayor medida en su forma machista que en otras formas. Sobre lo otro, la solución no pasa por restarle atención al maltrato machista (igualando por abajo) sino por aumentar la atención en esos otros temas que también nos preocupan (igualando por arriba). De hecho, soy de los que piensan que los niños y las niñas son un colectivo social bastante ninguneado. ¿Qué es en primer lugar la escuela sino la institucionalización de su supuesta inferioridad? Creo que a nuestra sociedad le iría mucho mejor si los niños, las mujeres y los animales no humanos pasaran a ser el centro de nuestra atención. De hecho, la democracia que yo anhelo no solo pasa por ser asamblearia sino por incluir la voz de los más pequeños, haciendo mía esa idea anti-edadista de que los niños poseen un tipo de sabiduría que los adultos apenas poseen ya, como creía Peter Pan. En cualquier caso, el número de mujeres asesinadas por sus parejas es mayor que el número de hijos asesinados, y de ahí en parte que sea comprensible una mayor atención al fenómeno que más sobresale, aparte de que las mujeres tienen una capacidad de movilización que los niños o los animales no humanos no tienen, desgraciadamente.
"Varios fenómenos (como la desconfianza, los celos, el maltrato, etc. en las relaciones sexoafectivas) son causados por una multiplicidad de factores diversos y (...), en no pocas ocasiones, el sexismo o bien no está presente o bien no es el factor más profundo y determinante".En eso también discrepo. La dominación en la pareja, cuando se da, es mucho más frecuente en una dirección que en otra, lo que nos pone sobre la pista de que el prejuicio machista (lo masculino es más valioso que lo femenino, por definirlo brevemente) es cuando menos uno de los factores más importantes que están detrás de ello, aunque seguramente no el único. Si fuera principalmente una cuestión de celos y otras actitudes dominantes en ambas direcciones, entonces cabría esperar una reducción en el número de maltratos hacia las mujeres y un aumento en el número de maltratos hacia los hombres hasta igualarse prácticamente. Pero a falta de estudios que den cuenta de esa inversión estadística, tiendo a creer lo que me resulta más accesible a los sentidos, que es una clara desigualdad en detrimento de la mujer. Aunque esta pueda ser tanto o más celosa que el hombre, el potencial de maltrato físico y psicológico siempre será mayor en aquel miembro de la pareja que sea más fuerte físicamente y cuya visión del mundo esté más legitimada por el orden vigente.
"El hombre también ha sido víctima del sexismo por el hecho de haber sido forzado por los Estados a participar en las guerras y los servicios militares, es decir, en conflagraciones aberrantes, injustas y sanguinarias".Si bien eso es innegable, y es de agradecer que se diga que ni los malos son tan malos ni los buenos son tan buenos, en primer lugar el sexismo que recaía sobre los soldados no provenía de mujeres sino de otros hombres situados más arriba en la cadena de mando, y en segundo lugar tampoco provenía de sus superiores porque los consideraran un sexo inferior, como sí les ocurría y les sigue ocurriendo a las mujeres en otros ámbitos, sino porque los consideraban socialmente inferiores dada una concepción muy particular de lo que debía ser una buena sociedad. Es decir, más que sexismo, que también, en este caso yo pondría el acento causal en el clasismo y otras formas de discriminación social, y ello debido sobre todo a que quienes más salían ganando de ese sexismo entre hombres en términos de estatus social, poder político y económico, aun con todos los inconvenientes que ello conllevaba, eran los propios hombres, incluso los más pobres, y en mucha menor medida las mujeres. En otras palabras, el problema no es tanto un sexismo impersonal sino más bien una determinada visión masculina de la vida lo que en realidad e irónicamente está detrás de las consecuencias que sufren los propios hombres. Y de ahí mi interés en hablar de machismo, patriarcado y clasismo -tres conceptos muy relacionados- en lugar de hablar únicamente de sexismo, pues el machismo no solo consiste en discriminar a la mujer considerándola inferior sino que, al hacerlo, automáticamente repercute en el malestar de todos, hombres incluido.
"Afortunadamente, cada vez más personas se están dando cuenta de algunos de los elementos negativos inherentes al feminismo dominante y se están oponiendo a buena parte de sus tesis ideológicas y medidas políticas. Es el caso, por ejemplo, del sitio web "Mujeres contra el feminismo", una iniciativa que da visibilidad a mujeres de diversas tendencias ideológicas y de diversos lugares del mundo que quieren manifestar públicamente su desacuerdo con el feminismo tal como se entiende y se desarrolla generalmente en la actualidad. Son mujeres anti-sexistas, pero no feministas".Ahora sin duda resulta fácil decir, sobre todo en algunas partes del planeta, que ya no necesitamos ser feministas, pero afirmar eso no solamente me parece un poco precipitado, por aquello que se suele argumentar de que les debemos a las personas feministas del pasado parte de la libertad que hoy disfrutamos para decir precisamente cosas como esa, sino también porque la visión femenina del mundo aún tiene mucho que aportar. Mucho más de lo que ya ha aportado, de hecho. Lo conseguido, en mi opinión, tan solo es la punta del iceberg.
Conclusión provisional:
Tal vez peque de exagerado o incluso de conservador, y si es así, espero darme cuenta pronto, pero creo que algunos colectivos que podríamos llamar revolucionarios o de liberación -y digo colectivos en general en lugar de personas en particular porque así la crítica es más fácil y menos injusta-, en su sana ambición por cuestionárselo todo, quizá se estén pasando un poco de rosca al coquetear con ciertos grados o variantes del negacionismo. En estos últimos meses me he encontrado navegando por Internet con algunas personas afines al ideal ácrata que dudan seriamente del cambio climático, del valor del método científico, de la medicina, de la historia académica e incluso en una ocasión del holocausto judío, del patriarcado, de la violencia machista, etc., si bien no todas de todo al mismo tiempo, y cada una de ellas con una intensidad diferente. Sin duda todos esos temas pueden llegar a ser cuestionables o matizables en algunos de sus supuestos, pero de lo que yo hablo más bien es del rechazo casi en bloque y sin apenas documentación de toda una serie de estudios y trabajos que, por el hecho de ser respaldados y promovidos por el Poder en general y por las instituciones universitarias en particular, son descartados en gran medida por quienes, con razón, no desean hacerle el juego a los poderes instituidos, especialmente al Estado y al sistema económico capitalista.