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El Ego, por definición se basa en la experiencia y en la reiteración de lo que ocurre en nuestra vida, dándonos la sensación de seguridad, control y certeza! Pero deberíamos admitir que todo en la vida es cambio… por lo tanto no hay situación que se repita en nuestra vida, por igual! O hemos cambiado nosotros como personas o bien la circunstancia que nos llevó a actuar de una determinada forma o, simplemente, la emoción que generó! Entonces es cuando la reacción del Ego no es apropiada al momento, a la circunstancia o a la emoción! Y, sin querer, sentimos en nuestro interior que algo falla, que algo nos produce incertidumbre o simplemente no está de acuerdo con lo que sentimos en nuestro interior, ahora!
Es entonces cuando nos damos cuenta de que el Ego por sí mismo es limitador… quizás porque es solo humano! Pero tambien nos damos cuenta de que hay una voz interior que no siempre está de acuerdo con sus dictados… aunque sea simplemente porque no son adecuados al hoy y a lo que sentimos en el interior! Y, sin ánimo de comparar, además del Ego que nos invita a enfrentarnos o a defendernos de los demás y del mundo que nos rodea, está el corazón que nos invita a lo contrario, es decir a entregarnos sin límites y a sentirnos amados por los demás y todo lo que nos rodea! ¿Cuál es mejor, en esta tesitura? Pues ninguno de los dos, aunque nuestra mente y razón dual nos exijan decidir por uno de ambos y desdeñar al otro! Ambos forman parte de nosotros y tienen su función y su momento para ejercerla! Ambos deben ser nuestros siervos, nunca dominar nuestra vida!
Ahí surge la noción de equilibrio! Que no es más que ese punto equidistante entre la Razón (el Ego) y el Corazón, que une a nuestro ser integral e indivisible. Yo, particularmente, le llamo Alma! Y el Alma ya no reacciona ante los estímulos externos, sino que responde a ellos desde la integridad de lo que somos, pensamos y sentimos realmente!
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