Había una vez un tipo llamado Alonso. De apellidos Castillo Solórzano. Era un poco noble, es decir que pertenecía a la pequeña nobleza. Y no es que fuera un Duque de un metro cincuenta, sino que se incluía en esa clase social existente en España en el Siglo de Oro que ni era chicha ni limoná, pues ni pertenecían al pueblo llano ni podían aspirar a los beneficios de la nobleza “de verdad”. Eso si, en aquellos tiempos parecía más importante ser Hidalgo que poder comer todos los días.
Volvamos al tipo. Alonso nació en Valladolid, y pareció encontrar su verdadera vocación tarde, a los 32 años, la de escritor. Aparte de que esa vocación tardía ya le haría un personaje amable a mi entender, la razón por la que se lanzó a la arena del papel y la pluma aumenta en muchos reales esa simpatía: era un enamorado de Madrid, y quería establecer su residencia en la Villa y Corte. Lo terminó consiguiendo, y fue compañero de Lope y enemigo de Góngora, al menos literariamente. Bien es cierto que para poder dedicarse a la escritura, hubo de mantenerse bajo el ala de los sombreros de nobles más “altos” que él, lo que le obligó a andar de aquí para allá por aquella España del siglo XVII: Barcelona, Valencia, Zaragoza… e incluso a llevar sus pasos a las ciudades de Roma o Milán.
Pero siempre fue Madrileño, porque quiso vivir y escribir en y de sus calles. Y como ejemplo, baste decir que fue durante una estancia en Barcelona cuando escribió este párrafo en la que uno de sus personajes de la novela “Las Harpías en Madrid” hablaba sobre la ciudad:
Es Madrid un maremagno donde todo bajel navega, desde el más poderoso galeón hasta el más humilde y pequeño esquife; es el refugio de todo peregrino viviente, el amparo de todos los que la buscan; su grandeza anima a vivir en ella, su trato hechiza y su confusión alegra. ¿A qué humilde sujeto no engrandece y muda de condición para aspirar a mayor parte? ¿Qué linaje obscuro y bajo no baptizó con nuevo apellido para pasar plaza de noble? Finalmente, Teodora, la corte es el lugar de los milagros y el centro de las transformaciones
La novela, que tuvó cierto éxito, cuenta con un argumento de lo más actual: Se trata de cuatro relatos en los que otras tantas mujeres, jóvenes y atractivas, realizan unas estafas valiéndose de su hermosura y de su astucia. Como veis, no hay nada nuevo bajo el sol.
Nuestro amigo Alonso parece que termino muriendo en Sicilia, hasta donde le había llevado su servicio con uno de aquellos nobles para los que trabajaba. No hubiera estado mal que la suerte le hubiera llevado más cerca de las calles que tanto añoraba. Y es que de Madrid son aquellos que, habiendo nacido en cualquier sitio, quieren morir en algún lugar donde se pueda ver el cielo del maremagno que fue, es y será, Madrid.
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