Desde que el presidente del Partido Popular dijo lo que dijo sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo –probablemente, para comprar su foto con el papa en su pasada visita- se ha vuelto a sacar al proscenio la discusión sobre su hipotética homosexualidad.
Para unos –muchos, todo hay que decirlo- Mariano Rajoy sería homosexual, tendría incluso apodo en el ambiente gay (“la trotona de Pontevedra”), viviría en el armario, usaría como tapadera –como muchos gays armarizados- a su esposa, etc.
Para otros –escasillos, todo hay que decirlo- Mariano Rajoy sería heterosexual.
¡Qué más da! Es absolutamente irrelevante.
Lo relevante sería que fuera un político hábil, útil, representativo, eficaz, justo. Por el contrario, es la cabeza homófoba de un partido homofóbico.
Esto es lo que se ha de tener en cuenta de cara a las próximas urnas, en vez de hacerles el juego a los homófobos esgrimiendo la orientación sexual del personaje como arma arrojadiza y, por tanto, considerando que ser gay es negativo.
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