"La mansedumbre se acabó. Así lo sentencian las vidas de los hijos de la patria que despacharon a quema ropa…”
La gente nos pregunta "si ahora sí". Si estamos en presencia de ese momentum histórico, trascendental, lapidario, desde el cual los movimientos de masas, cambian el rumbo de la historia. En lo personal pienso que lo sucedido en Venezuela en estos últimos 42 días de lucha campal, ha producido un quiebre de nuestra cultura política y ciudadana. No más endosos. No más abusos pero tampoco delegación. Yo resuelvo. Yo me ocupo. Yo salgo al frente. Desconozco cuanto falta. Pero sin duda se han impreso las huellas indelebles del fin de una era.
Cuando nuestros jóvenes de 18/20 años de edad, ofrendan su vida por la libertad, la lucha se torna incontenible y desenfrenada. Que un joven le diga a su mama "me marcho a la calle a luchar por mi futuro, porque yo no soy culpable de este desastre de país", es un camino sin retorno. Un desafío de una carga moral inconmensurable que no sabe de fusiles, tanquetas ni metras empotradas. Tampoco de lo político. Es humano. El gobierno enfrenta un problema que no había enfrentado. El ejemplo indeclinable de los jóvenes de la polis, y la solidaridad imbatible de sus madres y abuelos. Ya no les dicen “no salgas”, sino “voy contigo”. Una determinación contagiosa y sanamente delirante, que ha sumado voluntades tanto internas como en el exterior, de todos los partidos, de los activistas, medios y líderes de opinión, arrastrando la apatía de los ni-nis, de los indecisos y atención, de las pesadas estructuras de los organismos multilaterales. Este contagio llegó al propio chavismo, donde son visibles llamados de familiares al desarme, abandonar la violencia, y muy importante, a desobedecer.
La generación a la cual pertenezco en medio de nuestra desesperanza pero también agobiados en la dispersión social y política, hemos quedado fascinados y sorprendidos por el sentido de responsabilidad republicana de nuestros hijos. Un talante que tiene que ver tanto con sus valores familiares y libertarios, como con sus ansias de futuro y supervivencia. La carga instintiva que detona la legítima defensa contra la humillación y la agresión tirana, ha forzado una épica de hermosa creatividad y gallardía. Escudos medievales con banderas tricolor, coros alegóricos al movimiento revolucionario de “miserables” rumbo a la toma de la Bastilla; videos de nuestros abuelos con la bandera convertida en toga; gritos de libertad en la cara de un mortero, marchas plenas de sudor, que expectoran ¡NO MAS!… Todo un constructo inspirador por conmovedor e inédito, contra la ocupación antillana.
Algunos analistas dicen que Maduro es "una marioneta". No lo veo así. Maduro es el primer responsable de la violación genocida de los DDHH. Ese análisis que enaltece la aparente invencibilidad de maniobras pretorianas de asesores del gobierno, relativiza la potencia del movimiento libertario venezolano y alivia la culpabilidad del PDR.
Maduro oprime con los ojos vendados y no distingue los límites de una permanencia ilegitima. La responsabilidad es suya y de su cadena de mando, y el terror y violencia que ejecutan sus asesores, será causa de su propia derrota y salida.
El sentimiento de liberación y la necesidad de saciar la profunda injusticia devenida de la muerte, el sufrimiento, la tortura y la vejación, rompe los parámetros de obediencia. Una alineación de factores externos e internos avecinan pronunciamientos decisivos a nivel internacional y pliegues a nivel interno. Un ambiente de deserción invade los pelotones y cuadros militantes del gobierno. La indignación también hace estragos en el exterior. La gente identifica "enchufados et all", y los pone al escrutinio. Toda una ola de vergüenza y cansancio que desborda los muros de silencios cómplices y el paradigma del vasallaje complaciente. No más lacayos. No más sumisión. No más callar a cuenta de un manjar o atardecer boliburgues en Mónaco…La frustración supera la conveniencia con una intensidad, extensión y fuerza, que no existe guion policial que lo revierta. En Venezuela ha despertado ese espíritu cacique e indómito que se resume en la frase !ya me fastidié!. La mansedumbre se acabó. Así lo sentencian las vidas de los hijos de la patria que despacharon a quema ropa.
Otro factor es la comunidad internacional. Cada vez es más homogéneo el entendimiento de lo que ocurre en Venezuela. Crímenes de lesa humanidad exhibidos al mundo en cientos de videos y testimonios, que no resisten la muletilla de la "soberanía de los pueblos y la no-intervención". Flagrancia con “gas del bueno” contra protestantes pacíficos donde no cabe la lógica de la impunidad ante la profanación de un pueblo. No es pertinente decir, "hay que respetar procedimientos, formas y protocolos". El dolor de la injusticia no sabe de relatorías. Un fariseísmo diplomático que recibirá de su propia medicina ilustrada, de medios e intelectuales, denunciando desde parlamentos y gobiernos del mundo, la ignorancia deliberada y omisiones voluntarias de esos funcionarios de caviar. Señores de la Haya. Alto Comisionado de DDHH de las NNUU. Consejo de Seguridad ¡Párense de sus escritorios y alcen su voz y sus manos!
En conclusión nada queda oculto. Nada puede borrarse ni ser olvidado. La impronta es indeleble. Esto es irreversible...
Orlando Viera Blanco @ovierablanco
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