El frío de hoy trepaba por mi rostro como una araña. Sólo cruzaba de mi portal al de enfrente, para llevar a Niña Pequeña a casa de su amiga la vecina y jugar a muñecas; pero tiempo justo para sentir pinchazos de agujas en los párpados. No contento por encontrar la resistencia de mi bufanda y gorro, aplastaba las perneras del pantalón, roía las suelas de las botas, intentaba entrar por los lagrimales de mis ojos; obstaculizaba nuestro menudo paso con el hielo de las aceras, se apoderaba del temblequeo de los músculos. Niña Pequeña apretaba su mano medio escondida en las mangas de su abrigo. - ¡Hace frío, mamá!