Cuando hablamos de un entrenador personal, enseguida la mente nos juega malas pasadas y, nos reconduce la memoria al recuerdo de películas o anuncios donde aparecen, abarcando toda la pantalla, hombres o mujeres de extraordinarios contornos, inalcanzables para el resto de seres mundanos, dando explicaciones de cómo conseguir un estatus similar.
Sin embargo, esa ambigüedad ilustrativa que nos abduce no es así de cierta. El término es lo bastante amplio como para pensar en deportistas de élite tan exitosos como el patinador Javier Fernández, el magnífico tenista Rafael Nadal y el campeonísimo triatleta Javier Gómez Noya, por citar algunos, y preguntarnos si ¿los éxitos los han conseguido simplemente porque tienen una raza superior, por encima de la media? o ¿Creemos que es posible alcanzar el “top” simplemente por las condiciones naturales y personales?
Como en casi todos los ámbitos de la vida, nadie nace enseñado y, aunque la autodisciplina y el autoaprendizaje son muy importantes, y fáciles ahora mismo con la ayuda de internet, la experiencia y sabiduría, junto con un correcto control y seguimiento, por parte de una persona que domina la materia en concreto-“manager”-, son la culminación para nuestros objetivos.
Pero de lo que se trata de dilucidar, en líneas generales, no es de cómo debe ser la transformación de los deportistas de élite, puesto que para este fin sí está muy claro la necesidad de esta ayuda obligada, sino de que algo tan básico como es correr-hacer “running”-, podamos pensar que pueda ser un lujo innecesario, o algo totalmente soslayable.
Sin querer hacer un enfoque desde una perspectiva propagandística, ni profundizar el asunto a nivel de tesis doctoral, debemos aprender y comprender que existen muchos factores que aconsejan su utilidad.
Hablando de correr, por citar el ejemplo más abundante y básico, podríamos decir que tienen lugar varias fases y sucesos en el proceso cronológico de la actividad, que podrían marcar nuestra continuidad o abandono. Es decir, muchos tienen la pretensión de iniciarse, pero no muchos consiguen mantenerse. Pero si, casi todos los que se dejan asesorar, aconsejar o entrenar por un/una entrenador/a mantienen una más prolongada vida deportivamente hablando.
Todo es vigilable, observable y mejorable. Desde los periodos de carrera, los tiempos, los cambios de ritmos y las intensidades, los calentamientos y estiramientos, las pisadas y las zapatillas, las vestimentas adecuadas, los tipos de alimentación e hidratación adecuados, el refuerzo anaeróbico para prevenir lesiones, y un etc. de actividades que, sólo los que disponen de los conocimientos adecuados y la experiencia concreta son capaces de aportar.
Hoy en día es ya una práctica habitual, en el asunto de correr, la aparición de grupos de corredores comandados por entrenadores personales, totalmente altruistas, que se desviven por ayudar a mejorar en las marcas personales, y en la mayoría de casos, a hacer del deporte algo aceptablemente divertido para que tenga una cierta continuidad en el tiempo.
Es totalmente lógico que, si hablamos de deportes con otra carga de complicación y, el nivel de aprendizaje sea de mayor complicación, o bien de recuperaciones de lesiones o estados de forma muy deteriorados, los entrenadores personales sean profesionales con un mayor grado de especialidad y tengan un coste adecuado a la circunstancia, como todo en la vida.
Está claro que, si queremos prolongar nuestra práctica deportiva, debemos mejorar para no caer en el decaimiento, el aburrimiento o en lesiones intempestivas, que no harán más que conducirnos a la evasión y abandono del ejercicio físico tan necesario para sobrevivir en la dura lucha diaria.