En lugar de llamarle "osado", debería calificar de "opresor" a un Zapatero que, según las encuestas, permanece en el poder en contra de la voluntad de su pueblo. El charlatán Obama debería leerse la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y aplicar al actual gobierno de España aquel maravilloso párrafo, orgullo de los demócratas de todo el mundo, que dice que "...cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, demuestra el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y establecer nuevos resguardos para su futura seguridad".
Obama debería recordar que España, hace apenas unos años, era la envidia del mundo por su economía próspera y por su prestigio internacional y que, desde que Zapatero la gobierna, ha avanzado, rauda y veloz, hacia la pobreza, el desempleo, la división interna, la pérdida de los valores, el deterioro de la convivencia, el desprestigio de los políticos, el hundimiento de la democracia y el envilecimiento de una sociedad que está siendo manipulada y degradada desde el corazón del Estado.
El hecho de que un presidente de los Estados Unidos, país que muchos consideran todavía como el mejor baluarte de las libertades, derechos y deberes de la ciudadanía democrática, alabe al peor gobernante del Occidente desarrollado, un tipo que está llevando a su pueblo hacia la pobreza, la degradación y la derrota, constituye una injusticia frustrante y un negro blasón para el primer presidente mulato de la historia americana.
Las medidas de Zapatero son injustas porque la casi totalidad de su peso recae sobre los más débiles y desprotegidos, los funcionarios, a los que se les rebaja el sueldo un 5 por ciento, los pensionistas, a los que se les congelan las pensiones, las madres, a las que se les suprime la ayuda para recibir a sus bebés, y al pueblo trabajador, en general, y las clases medias, en especial, a las que se les incrementan brutalmente los impuestos. Son también injustas porque el sacrificio que España debe hacer por culpa del despilfarro de los políticos y del mal gobierno de Zapatero no recae, sobre todo, en los culpables, los que, desde el gobierno socialista, han endeudado a España hasta el límite y han despilfarrado el dinero sin otro fin que mantener sus lujos y poderes. Podría haber suprimido ministerios inútiles, podría haber licenciado a miles de asesores y enchufados que no aportan nada ni al Estado ni al bien común, todos ellos enchufados del partido, cómplices o amigos del poder. Debería haber cerrado televisiones autonómicas ruinosas y centenares de empresas públicas, fundaciones públicas y ONGs nacidas sólo para facilitar el endeudamiento a las opíparas administraciones públicas españolas. No toca a los colectivos afines al poder, que son precisamente los que viven de las subvenciones públicas y hoy concentran el odio de los ciudadanos honrados: sindicatos sometidos, artistas, escritores, cantantes, cineastas, intelectuales y periodistas, cuya libertad ha sido entregada a un gobierno al que apoyan y ayudan a engañar al pueblo, a cambio de dinero, privilegios y concesiones.
Además, son medidas dañinas porque en lugar de estimular la economía van a frenarla, oprimiendo todavía más el consumo y generando desesperación, angustia, más desempleo y nuevos cierres de empresas.
Todo esto debería haberlo conocido y sopesado Obama antes de haber lanzado alabanzas contra el peor gobernante que ha tenido España en los tres últimos siglos, un tipo tan pequeño, tramposo y miserable que no debería permanecer en el gobierno ni un instante más porque ha acumulado oprobio suficiente para cien dimisiones en democracia.