Francisco Franco, casi olvidado durante décadas, comenzó a resucitar con José Luis Rodríguez Zapatero, nieto de un capitán republicano fusilado bajo el dictador por parte de padre y de un pediatra franquista por parte de madre, es decir, de las dos Españas.
Ante un socialismo que se agotaba ideológicamente, pues la derecha mantenía sus avances sociolaborales, Zapatero se rearmó atacando al franquismo y sus maldades para atribuírselos al Partido Popular.
En 2007 rememoró guerra civil, enterrada con la amnistía general de 1977, al crear la Ley de Memoria Histórica para “enmendar” sus consecuencias.
Lo habían hecho, recuperando muertos de las cunetas y fosas comunes, los gobiernos de UCD, PSOE y PP, pero discretamente para no despertar los fantasmas de esas víctimas en sus descendientes.
Zapatero provocó reivindicaciones en algunos los perdedores, no muchos, pero sobre todo en nuevas generaciones, a veces descendientes de vencedores, que propugnaron el rechazo a la amnistía y a la Constitución, nacida moderna y equilibrada para evitar otra guerra tan terrible.
España era mayoritariamente como el propio Zapatero, fusión de las dos partes, pero con la confrontación creada por el innecesario recuerdo de Franco, hizo que comenzara a levantar cabeza el franquismo, aunque fue apagándose a partir de 2012, cuando Mariano Rajoy llegó al poder.
Mientras, el antifranquismo seguía creciendo impulsado por Podemos.
Ahora ha vuelto con fuerza el franquismo, despierto desde que en junio de este 2018 el socialista Pedro Sánchez anunció una vuelta de tuerca más a la Ley de Zapatero de recuperar la guerra civil, prometiendo además que sacaría del Valle de los Caídos el cadáver del dictador.
Desde su muerte nunca se habían visto a tantos franquistas conmemorar su memoria, y a tantos jóvenes vitoreando al autócrata como este 20 de noviembre, lo que permite preguntarse: ¿es franquista Pedro Sánchez?
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SALAS