Foto cedida (bajo chantaje emocional) por Paloma Rodríguez Barceló. Os invito a visitar su página en Facebook, es una artistaza.
Paloma Foart.
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Tarde de otoño, en la calle llovía, en la cama había humedad.
Después de un coito antológico, propiciado por la ingesta abusiva de tequilas, Leonor quitó la cabeza de mi pecho y su mano de mi costado. Apuntó con su mirada al techo y suspiró.
- ¿Qué te sucede?
- Nada, déjalo.
- Ese "nada" es con las mujeres más peligroso que ir en tanga en el metro de Singapur. Repito, preciosa, ¿qué pasa?
Ella se giró hacia su derecha, sujetó con dos dedos lo que quedaba de porro previamente compartido y soltó con impúdica osadía una de esas frases que siempre tememos los que nos consideramos espíritus libres.
- ¿Yo para ti que soy?
- Joder, vaya pregunta. Tengo el el cerebro encharcado de serotonina, no estoy para mucho pensar. Me tiemblan las piernas y mi cuerpo huele al tuyo, es una sensación agradable.
- ¡Déjate de pedanterías de escritor gafa-pasta! ¿Soy para ti sólo un capricho o puedo ser algo más?
En ese momento recordé el motivo de acostarme con guapas y tontas hace tiempo, me evitaba que preguntaran cosas que podían dejarme en "fuera de juego". Mi verbo se queda mudo cuando veo una dama desnuda a mi lado y me mira con mirada sincera de deseo. Tampoco tenía respuesta a su pregunta, ni en este momento ni en ninguno. Ese es el Santo Grial que ando buscando y que nunca encuentro.
- Leonor, cariño, ¿no sería mejor que disfrutáramos del momento y que pensáramos menos?
- No. - contestó sin admitir enmiendas.
- Vale, analicemos pues, pero quita la mano de mi paquete que no favorece que mi raciocinio acuda a su cita hoy.
- Igual te digo, saca tu pierna de las mías.
El tono áspero se adueñaba del ring, presumía KO por puñetazo en mi mandíbula.
- Hacemos muchas cosas juntos, muchas actividades, conversamos sobre todo, no sólo follamos. No somos "amigovios", somos mucho más que eso. Me gusta pasar el tiempo contigo, no ne acuerdo de otras mujeres (esto no era del todo cierto), se me hacen las horas cortas a tu lado. ¿Qué más quieres?
- Quiero poner "nombre" a esto.
- Esto se llama interrogatorio, jaja- no la hizo ni puta gracia.
- Vamos a ver, hablo en serio. Nos gusta acostarnos, correcto, pero ¿funcionamos tan bien en la cama porque hay sentimientos mayores? ¿es amor verdadero? ¿crees que hay amor porque nos follamos bien o nos follamos bien porque hay amor?
- No follamos, te corrijo, "hacemos el amor".
Relajó el gesto y me acarició el pie con su pie, como señal de aprobación. Mis sudores de la frente ya no procedían del orgasmo, eran producto del "tercer grado" al cual estaba siendo sometido e intentando responder por no acabar torturado con palillos en las uñas.
- Entonces, cielo, dime ¿soy para ti un capricho o soy algo más? ¿ me amas?
- Me imagino contigo dentro de muchos años pero prefiero aprovechar el momento y huir de poner etiquetas a los sentimientos.
- ¿Me quieres?
- Claro.
- ¿Me amas?
- Claro, tres veces por semana, jaja. - otra vez frunció el ceño con clara desaprobación hacia mis suicidas gracias.
- En serio, ¿tenemos futuro?
- Estoy seguro de que sí.
Esa noche me hizo el amor como nunca me lo habían hecho. Acabé extasiado, sin fuerzas ni para taparme el culo al dormir. Se notaba el sentimiento. Creo que me estaba enamorando.
Tres días después su teléfono dejó de darme señal, me eliminó del Facebook, me bloqueó en el whatsapp. Fue imposible volver a contactar con ella.
En ese momento me di cuenta de que estaba enamorado hasta las trancas.
Seis meses después pude comprobar que me había olvidado. En unas fotos colgadas en una red social de una amiga común constataba que estaba feliz, en la India, con un moreno alto y cara de buena persona. Ella sonreía de la manera que lo hace la gente que se acerca a la plenitud. Siempre la había admirado por valiente, por tener coraje, por perseguir sus sueños.
No me decepcioné, me alegré por ella. No era la clase de tipo que podía hacerla feliz. Nos conocíamos demasiado, tanto que los dos habíamos llegado a la misma conclusión.
Cuatro horas después entraba por la puerta de casa con dos gemelas de veinte años recién cumplidos. Eran muy fans de "Mujeres, hombres y viceversa" y no conocían a Saramago.
Esa noche no me hicieron preguntas que no pudiera responder, es lo único que no me hicieron.
"Victoria y Soledad" de Andrés Calamaro