En el futuro, después de que el sanchismo sea expulsado del poder, para que no vuelva a destrozarnos otro cáncer como el de Sánchez, habrá que reformar esas grandes instituciones del Estado, que nos han fallado y abandonado en manos de los peores, sin defender a España y a sus maltratados ciudadanos.
La experiencia ha demostrado que el sanchismo es una desgracia, un estigma, un drama, una tara, un castigo, una enfermedad y una castración del alma. También cabe afirmar que ser sanchista militante es una tara, una enfermedad, una traición al bien común y una maldita manera de acuchillar a España.
El peor pecado del sanchismo no es haber destruido la economía , ni haber gobernado unido a la escoria que odia a la nación, desde enemigos del terrorismo a comunistas totalitarios, golpistas e independentistas mercenarios, ni haber hecho de España un país débil y despreciado en el plano internacional, ni siquiera las injusticias y destrozos que ha causado en casi todos los ámbitos. El peor daño causado por Sánchez es haber alejado a los españoles de la democracia y haber fabricado con su poder injusto y depravado legiones de radicales que han aprendido a odiar un sistema político español que, por culpa de Sánchez, se ha convertido en una jaula-prisión dominada por los peores, los más indecentes e indeseables.
Una parte importante del pueblo español, por culpa de Sánchez y de su socialismo degenerado, ya no cree en la democracia y está dispuesto a recibir con los brazos abiertos a cualquier dictadorzuelo que en el futuro se presente con la promesa de que terminará con las injusticias, corrupciones, privilegios excesivos de los políticos, violaciones de la Constitución, abusos y arbitrariedades que el sanchismo ha implantado, grosera y suciamente, en nuestra nación.
Sánchez, con sus manipulaciones, mentiras, compra de medios de comunicación, repartos desiguales de los recursos públicos, sus violaciones de la Constitución y su inmensa batería de abusos, casi todos protegidos por la opacidad y la mentira más oscura, ha hecho a los españoles más fascistas y ha llenado de rencor a una ciudadanía que pasaba por ser la más alegre y feliz de Europa y también la más orgullosa de su democracia.
Culpable de este desastre es el propio Sánchez, más que nadie, pero detrás de él, en el reparto de culpas, ignominias y oprobio, están los miembros del PSOE, que en lugar de frenarlo y deponerlo lo han aupado hasta la cima del poder, y las grandes instituciones del Estado, desde la Monarquía a las Fuerzas Armadas, sin olvidar al Parlamento y la Justicia, la Universidad, la sociedad civil, la prensa y otros estamentos de la nación, que no han hecho nada por librar a España del cáncer sanchista y de sus infinitas metástasis.
Cuando todo esto pase, si no nos hemos despedazado mutuamente porque nos han arrebatado el amor, la verdad, el orgullo, muchos valores y gran parte de la dignidad, los españoles tenemos una grandiosa y relevante tarea por delante, la de resetear un sistema que hace aguas por todas partes y que permite que los peores tomen el poder, reformarlo seria y profundamente nuestras instituciones y sus miembros sirvan para algo más que cobrar sueldos elevados y gozar de grandes privilegios.
Para empezar el camino de la regeneración, será imprescindible conseguir que Sánchez rinda cuenta de sus desmanes y sea ejemplarmente juzgado y, si lo merece, también castigado, sin que pueda gozar en modo alguno de los privilegios con los que España premia a sus ex presidentes durante el resto de sus vidas: pensión de lujo, incorporación al Consejo de Estado, coche oficial, oficina, una secretaría y altos funcionarios a sus servicio, todo ello pagado con nuestros impuestos a un tipo que nos ha hundido, saqueado y destrozado la patria.
Francisco Rubiales