Es urgente cambiar la Ley Electoral

Publicado el 25 diciembre 2017 por Franky
El Rey Felipe VI se llenó la boca de la palabra "democracia" en su discurso de Navidad 2017, pero el monarca, antes de decir cosas inexactas, debería analizar bien la situación de España y admitir que el sistema vigente tiene tantos fallos, carencias, perversiones y déficits democráticos que llamarle "democracia" mas que una imprecisión es un engaño. Uno de esos déficits graves es el sistema electoral vigente, que los españoles cambiarían con gusto, pero que los políticos se empeñan en mantener, en contra de la voluntad popular. El independentismo catalán habría perdido las elecciones con cualquier otro sistema electoral que no fuera el vigente en España, que fue adoptado, precisamente, para favorecer a los nacionalistas, una decisión que quizás fuera la primera vileza de los grandes partidos españoles, allá por los años de la Transición. Cambiando el actual sistema, que prima los votos de áreas rurales y despobladas, por el más democrático de que cada voto valga lo mismo, se emita donde se emita ("un hombre un voto"), el mundo independentista sería minoritario y España se ahorraría el dantesco drama de tener que soportar en el poder a un atajo de miserables sin moral ni respeto a la ley, dispuestos a romper España a través de la mentira, el odio y la violación de las leyes y derechos fundamentales. --- El independentismo habría perdido las elecciones en Cataluña con cualquier sistema electoral, menos con el vigente, que beneficia claramente a los nacionalismos.

Desde hace muchos años, expertos, pensadores y ciudadanos demócratas claman ante los dos grandes partidos políticos para que cambien la ley electoral y establezcan un sistema en el que cada voto valga lo mismo, pero tanto el PSOE como el PP, incomprensiblemente, se han negado a introducir cambios, desoyendo una vez más la voz del ciudadano. El cambio de sistema electoral es ya tan urgente y necesario que, si no se realiza, acabará con los dos grandes partidos y puede que también con la unidad de España.

Ese desprecio reiterado a los deseos y reivindicaciones populares se ha convertido en la más perversa constante del actual sistema político español y en su mayor déficit democrático, un comportamiento de la clase política española que aleja el sistema del ciudadano, lo deslegitima y lo hace incompatible con la democracia.

El pueblo quiere el fin de las autonomías poderosas, pero los dos partidos le dicen que "NO"; el pueblo quiere que los partidos no se financien con dinero procedente de los impuestos, pero los partidos dicen "NO"; los ciudadanos quieren cadena perpetua para los políticos ladrones, si no devuelven el botín, pero los partidos dicen "NO"; el pueblo quiere que el monstruoso Estado español, con más políticos a sueldo que los de Francia, Alemania y Gran Bretaña juntos, adelgace, pero los partidos, desde su miserable antidemocracia, dicen "NO"; el pueblo quiere menos impuestos, que se limiten los mandatos de los presidentes del gobierno, que exista una segunda vuelta para elegir a los partidos gobernantes, que la Justicia sea independiente, que la ley ponga freno al endeudamiento y que los partidos estén obligados por ley a practicar la democracia interna y que los partidos políticos pierdan poder y lo ganen el ciudadano y la sociedad civil, pero los dos viejos y cuarteados partidos españoles, probablemente en proceso de agonía, siguen diciendo "NO", como papagayos estúpidos y ajenos a la voluntad popular.

Ante la gravedad de la situación española y después de la experiencia dramática de la rebelión catalana, parece llegado el momento en que el pueblo se plante frente a los corruptos y inmoviles partidos y diga "BASTA", tras haber comprobado hasta la saciedad que han sido el PP y el PSOE los principales artífices del drama catalán, por haber permitido a los nacionalistas toda la acumulación de poder, competencias y deniro y de haberles permitido cometer desmanes como el adoctrinamiento, la violación de los derechos humanos y la constanto construcción de una sociedad a la que han inculcado el odio y la conciencia de que ser catalán significa ser superior y mejor que el resto de los españoles.

Los dos grandes partidos españoles tienen que pagar por sus muchas fechorías y daños a la nación, sobre todo por su miserable y delictivo comportamiento en Cataluña, desde los tiempos de Felipe González, presidente tras presidente, todos ellos coqueteando, a cambio de votos para mantenerse en el poder, con el más repugnante y peligroso nacionalismo vivo en Europa.

Cualquier español demócrata y decente, después de la angustia vivida con Cataluña y tras contemplar el estado de corrupción, injusticia y abuso vigente en España, ne debería volver a votar nunca más al PSOE y al PP, dos partidos amortizados, caducados y nocivos para España.