Lo malo de tener un blog es que te quita tiempo para leer. Al igual que el colegio que, además, te puede quitar hasta las ganas. Todos hemos pasado por eso. La falta de comprensión lectora e interés en una forma clave de aprendizaje como la lectura es una carga pesada en la educación nacional, como esas mochilas gigantes que le malogran la postura a los chibolos.Y aunque suele culparse a la escuela de ser una de las causantes del escaso interés en la literatura, no debe olvidarse que en muchas ocasiones, contadas sí, sucede todo lo contrario. De hecho, eso ocurrió en el caso de escritores canónicos para el Perú.El primer caso es el de Ciro Alegría, que tuvo en César Vallejo un maestro de escuela que supo guiarlo por sus primeros recorridos en el mundo de las letras y que le dejó una huella imborrable, como desarrollamos largo y tendido en este post.El segundo caso es el de Jorge Eduardo Eielson, que gozó de la suerte de contar como docente a José María Arguedas, uno de los narradores más renombrados en de la literatura peruana, como también les contamos en este post.El tercer caso es el de Mario Vargas Llosa que en sus sórdidos años en el Leoncio Prado conoció, aunque no supo valorar hasta años más tarde, que su profesor de la secundaria era uno de los más grandes exponentes de la poesía peruana: César Moro, como relatamos en este post.El cuarto caso lo comentaremos, tal vez, la próxima semana.Debe ser por eso que, quizás, la escuela y la adolescencia tienen una presencia tan fuerte en la literatura peruana (como también lo comentábamos en este post). Sabiendo esto, lo que se lea en los colegios puede ser clave para el desarrollo, la curiosidad o el interés en los libros que puede tener cualquier persona. De hecho, puede ser la única vez que alguien lea literatura en su vida (aunque sea contra su voluntad).Precisamente por eso, debe intentarse brindar la mayor cantidad de opciones a los critters (y no tan chicos) para que elijan algo que más o menos les motive. No está mal mandar leer "clásicos universales" como Corazón o La metamorfosis; o peruanos como La serpiente de oro, Conversación en La Catedral, Todas las sangres o incluso Trece mentiras cortas. Pero con límites porque, en medio de intereses comerciales de editoriales o simple improvisación de los responsables, hay Planes Lectores bien, pero bien maleados. Y esa es una mochila que no te deformará la columna, pero si la mente.