Escalada de tensiones al oeste del mar Rojo

Publicado el 22 mayo 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Desde su independencia en 1956, fecha en la que Sudán dejó atrás más de medio siglo de condominio anglo-egipcio, Jartum y El Cairo han mantenido relaciones tensas, en parte debido a disputas territoriales sobre una región situada en el litoral del mar Rojo conocida como Triángulo de Halayeb. En los últimos años esta relación se ha enturbiado aún más como consecuencia del cambio de posicionamiento de Sudán respeto a la Gran Presa etíope del Renacimiento, que según El Cairo mermaría considerablemente el caudal de las aguas del Nilo. Pero no fue hasta la visita de Recep Tayyip Erdoğán a Jartum, la primera de un dirigente turco desde que el Imperio otomano se retiró de Sudán en 1885, cuando la tensión escaló hasta tal punto que, según fuentes no independientes, Egipto decidió enviar tropas a Eritrea cerca de la frontera sudanesa. Este hecho motivó que el Gobierno de Al Bashir llamara a consultas a su embajador en Egipto, cerrara su frontera con Eritrea y acordara desplegar miles de soldados en la región limítrofe de Kasla. En este artículo analizaremos cada una de estas disputas, qué se esconde detrás de la reciente escalada de tensiones entre ambos países y si realmente se están fraguando las condiciones para que tenga lugar un conflicto armado entre Jartum y El Cairo.

Para ampliar: “Los caprichos fronterizos de África”, Fernando Arancón en El Orden Mundial, 2015

Antiguas disputas fronterizas: el Triángulo de Halayeb

Las controversias territoriales entre Egipto y Sudán provienen de la época colonial, concretamente del año 1899, a partir del cual el Tratado de Condominio Anglo-Egipcio establecía la frontera entre Egipto y Sudán en el paralelo 22° norte. El acuerdo fijaba una línea recta de más de 1.200 kilómetros que atravesaba el desierto del Sáhara desde Libia hasta el mar Rojo. Apenas un par de años más tarde, en 1902, Reino Unido fue consciente de que una delimitación fronteriza tan rígida no tenía en cuenta la realidad del terreno. Por ello, a instancia de la potencia colonial, el ministro egipcio de Guerra promulgó un decreto por el que tres áreas —el Triángulo de Halayeb, el saliente de Wadi Halfa y la región de Bir Tawil— modificaban su titularidad administrativa: las dos primeras, situadas al norte del paralelo, quedaron bajo administración sudanesa y la última, situada al sur de la frontera de 1899, bajo control egipcio.

Línea recta que sigue el paralelo 22º N adoptada como frontera egipto-sudanesa en 1899 y modificada administrativamente en 1902. Fuente: Sporcle

La variación permaneció prácticamente inadvertida hasta que Sudán alcanzó su independencia, momento a partir del cual ambos Estados centraron sus reivindicaciones sobre el área más rica y de mayor tamaño de las tres: el Triángulo de Halayeb. Habitada tradicionalmente por las tribus ababda y bishariyin, tiene un tamaño de 20.580 km² y cuenta con una población de poco más de 9.000 habitantes. En tanto que la línea fronteriza fijada en 1899 separaba a poblados pertenecientes a la misma tribu, la división posterior hizo depender administrativamente de Jartum, por su cercanía, la totalidad del territorio.

Tras su independencia, Sudán comenzó a reivindicar como línea fronteriza definitiva la de 1902, utilizada en la primera Constitución sudanesa de 1956 para fijar el territorio del nuevo Estado. Jartum alega que a sus habitantes les fue reconocida la nacionalidad sudanesa y con ella votaron en las primeras elecciones parlamentarias de 1953. Por su parte, El Cairo sostiene que la línea fronteriza de 1902 cedía simplemente la administración del territorio, pero no su soberanía, que debía seguir siendo ejercida por Egipto.

Desde entonces, esta disputa ha permanecido irresuelta y exacerbada o silenciada según la coyuntura política. Tras el conato del presidente Náser de ocupar Halayeb en 1958, el siguiente punto álgido llegó dos décadas despues, cuando Sudán intentó ceder a la compañía estadounidense Texas Easter, sin consultar a Egipto, los derechos de exploración y explotación de una región limítrofe al mar Rojo que incluía el territorio disputado. La misma situación se produjo en 1992 con una compañía petrolera canadiense, lo que desencadenó que desde El Cairo se adoptara la decisión de enviar tropas a la región, en adelante controlada de facto por Egipto.

Para ampliar: “Hot Spot: Egypt and Sudan Wrangle over Halayib”, Gabriel Warburg, 1994

La situación ha permanecido en una calma tensa hasta 2016, cuando Al Sisi firmó un acuerdo con Arabia Saudí en el que tranfería la soberanía de dos islas estratégicas situadas en el mar Rojo: Tirán y Sanafir. El acuerdo, que redibuja las fronteras marítimas entre ambos Estados, considera territorio egipcio la región de Halayeb, lo que ha provocado que Sudán vuelva a defender sus pretensiones. Tras la negativa egipcia de acudir a un organismo internacional para resolver la disputa territorial, el Gobierno de Al Bashir ha vuelto a presentar una queja oficial ante Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Respecto a la región de Bir Tawil, se da la curiosa situación de que el conflicto por el Triángulo de Halayeb ha provocado que en pleno siglo XXI exista en África una terra nullius —‘tierra de nadie’—: en tanto que Egipto reivindica como definitiva la línea fronteriza de 1899 y Sudán la de 1902, este pedazo del desierto carente de recursos naturales no es reclamado por nadie. En el saliente de Wadi Halfa, Egipto hizo desaparecer controversia al quedar la mayor parte de su territorio sumergida bajo las aguas del lago Náser con la construcción de la nueva presa de Asuán.

Para ampliar: “La tierra que nadie quiere” , Diego González en Fronteras, 2008

Hacia la construcción de la mayor presa de África

El segundo punto de desavenencias atañe a la construcción de la denominada Gran Presa del Renacimiento en el territorio etíope del Nilo Azul, a apenas 40 kilómetros de la frontera sudanesa. Con un presupuesto de 3.200 millones de euros y financiada en parte por China, la Presa del Renacimiento albergará la mayor planta hidroeléctrica de África, con capacidad para generar hasta 6.000 megavatios. Iniciada en 2011, se trata del proyecto de ingeniería civil más ambicioso jamás construido por Etiopía, que busca modernizar y fomentar su débil economía. Sin embargo, Egipto, el país más dependiente de las aguas del Nilo, ha rechazado continuamente un reparto más equitativo de sus recursos y persevera en la situación privilegiada que tradicionalmente ha venido disfrutando —según los correos filtrados por Wikileaks, se planteó incluso sabotear la presa—.

Las disputas entre El Cairo y Adís Abeba por los recursos hídricos del Nilo también se remontan a la época colonial. Desde Egipto se alega que en el tratado firmado en 1902 entre Etiopía y Reino Unido la primera renunciaba a cualquier derecho sobre los recursos del Nilo y aceptaba no adoptar ninguna medida que pudiera reducir el nivel de sus aguas. Asimismo, mantiene la existencia de un tratado colonial de 1929 —revisado tras la independencia sudanesa— que otorga a Egipto y Sudán el 90% de las aguas del Nilo y el poder de vetar cualquier construcción que disminuya su caudal en sus dos afluentes principales, el Nilo Azul y el Nilo Blanco. Por su parte, Etiopía reivindica que nunca ratificó el tratado de 1902 y que el artículo concerniente a los derechos de disposición de las aguas del Nilo es completamente diferente en su redacción en inglés y en amárico. Respecto al tratado con Egipto, defiende tener la condición de tercero y que, por tanto, no pueden imponerle obligaciones sin su consentimiento.

Para ampliar: “Geopolítica del Nilo: la guerra por el trono del faraón”, Daniel Rosselló en El Orden Mundial, 2015

Localización de la Gran Presa del Renacimiento, próxima a la frontera con Sudán. Fuente: Real Instituto Elcano

Sudán, por su parte, se ha coaligado tradicionalmente con Egipto para defender sus derechos históricos. Sin embargo, su posición viró a partir de 2013, cuando decidió volver a ser Estado miembro de la Iniciativa de la Cuenca del Nilo, asociación intergubernamental que incluye a los países ribereños del Nilo y sus afluentes y en cuyo marco han adoptado el Acuerdo de Entebbe, que promueve una distribución más equitativa de sus recursos hídricos y legaliza construcciones como la Gran Presa del Renacimiento. Con este viraje, Jartum ha tomado conciencia de su aislacionismo — hasta el momento el acuerdo ha sido firmado por siete de los once Estados ribereños y solo Egipto se opone frontalmente— y de los beneficios que le podría reportar la construcción de la presa etíope, que reduciría sus inundaciones periódicas y facilitaría la obtención de energía a menor precio proveniente de su Estado vecino.

El temor egipcio a una coalición entre Jartum y Adís Adeba para una construcción que no tenga en cuenta sus intereses ha provocado que Al Sisi adoptara la decisión de negociar bilateralmente con Etiopía. No obstante, tras las quejas de Sudán, el Gobierno egipcio ha accedido —a regañadientes— a abrir conversaciones trilaterales. Al mismo tiempo, el presidente egipcio está intentado reforzar sus lazos con distintos países del África oriental —de ahí sus visitas el pasado año a Tanzania y Ruanda— con la intención no oculta de que cambien su posición respecto del Acuerdo de Entebbe.

Para ampliar: “Understanding the Nile Basin Initiative: Balancing historical rights, national needs and regional interests”, H. Knaepen y B. Byiers, 2017

La crisis del Golfo y el expansionismo turco en el mar Rojo

A las disputas territoriales y sobre la gestión hídrica hay que añadir un tercer elemento sin el que no podría entenderse la reciente escalada de tensiones entre Egipto y Sudán. La crisis diplomática del Golfo, derivada de las acusaciones hacia Catar de fomentar el terrorismo, colaborar con Irán y utilizar el canal Al Jazeera como instrumento para desestabilizar la región, se ha extendido hacia el otro lado del mar Rojo en la búsqueda de los bloques enfrentados de captar nuevas esferas de influencia.

Para ampliar: “Crisis in the Gulf Cooperation Council: Challenges and Prospects”, Centro Árabe de Washington, 2017

Mientras que El Cairo ha mostrado desde el principio su apoyo al eje saudí-emiratí-bareiní, Sudán ha intentado navegar entre dos aguas. Aunque Jartum en un inicio ha pretendido jugar un papel de mediador y sigue enviando tropas a Yemen para apoyar la coalición liderada por Arabia Saudí, sus lazos con el eje catarí-iraní-turco son innegables. Catar es uno de los países que mayores inversiones está acometiendo en Sudán. El último ejemplo es una partida de 135 millones de dólares en proyectos culturales que incluyen la rehabilitación de patrimonio, construcción de museos y prospecciones arqueológicas. Estos lazos van más allá de lo puramente económico; el Gobierno catarí tuvo un papel destacado en las negociaciones de paz para acabar con la guerra de Darfur. A ello hay que añadirle el enfriamiento de las relaciones con Arabia Saudí debido a su reconocimiento de la soberanía egipcia sobre Halayeb. Consciente de que tal situación favorecería aún más el acercamiento sudanés hacia el bloque catarí, el Gobierno de Riad ha decidido cambiar de posición y apoyar a Jartum en sus reivindicaciones territoriales.

Turquía está siendo otro valedor importante del Gobierno de Al Bashir. Erdoğan, quien está intentando incrementar la influencia turca en la región, ha firmado recientemente 21 acuerdos de cooperación con Jartum, entre los que destaca el relativo a la isla sudanesa de Suakin, en virtud del cual Sudán ha permitido que Ankara utilice esta isla del mar Rojo para promover inversiones turísticas de peregrinos hacia La Meca, así como construir una base militar que refuerce la presencia de Turquía en el mar Rojo. Esto ha levantado las alarmas de Al Sisi, quien mantiene tensas relaciones con Turquía y Catar, defensores tradicionales de los Hermanos Musulmanes —a los que Egipto considera una organización terrorista—; con el golpe de Estado contra Mohamed Mursi, elegido democráticamente en 2012 tras la primavera egipcia que derrocó al dictador Hosni Mubarack, algunos de sus integrantes se trasladaron a Sudán para después refugiarse en Catar y Turquía.

Para ampliar: “Why are so many countries expanding in the Red Sea?”, Al Jazeera, 2017

Las embajadas turcas en África se han triplicado en la última década, así como el volumen del comercio bilateral entre 2003 y 2017. Desde que llegó al poder, Erdoğan ha visitado en torno a 30 países africanos, incluidos Sudán, Etiopía, Uganda y Kenia. Fuente: TRT World

¿Un conflicto armado a punto de estallar?

Pese a la reciente e inesperada escalada de tensiones y los desacuerdos entre ambos Estados, ni a uno ni a otro les interesa embarcarse en un conflicto armado. Al Bahir, que ha sufrido más de 20 años de sanciones económicas y comerciales por parte de EE. UU. y ha visto considerablemente diezmados los ingresos derivados del petróleo tras la independencia sursudanesa de 2011, está concentrado en aplacar las guerras periféricas de Darfur, Nilo Azul y Kordofán del Sur, así como en preparar su próxima reelección para 2020. Por su parte, Al Sisi está centrado en fortalecer su posición de poder, y la economía egipcia sigue frágil después de que varios ataques terroristas golpearan uno de sus sectores claves, como es el turismo.

Para ampliar: “Sisi’s Reelection and Egypt’s Next Political Establishment”, Haisam Hassanein, 2018

Aunque un conflicto armado no es un escenario probable, la creciente hostilidad entre Jartum y El Cairo es una muestra del reposicionamiento de esferas de influencia que está teniendo lugar en la región tras la crisis diplomática del Golfo y el reciente expansionismo turco. Si Arabia Saudí y Emiratos han conseguido obtener el apoyo de Egipto, Eritrea, Somalilandia y Chad, el eje turco-catarí ha logrado consolidar su relación con Sudán y Etiopía. Todo indica que habrá que mirar al otro lado del mar Rojo para entender cómo se desarrollarán los acontecimientos entre Egipto y Sudán en los próximos meses.

Escalada de tensiones al oeste del mar Rojo fue publicado en El Orden Mundial - EOM.