Escandalizarse de los que no se escandalizan

Publicado el 13 abril 2018 por Carlosgu82

Hace unos días pudimos ver por televisión las secuencias de una realidad lamentable: las consecuencias en la población Siria, adultos y niños, del ataque con gas sarín.

Recuerdo bien que no pude soportar las imágenes que ofrecieron todos los telediarios. La consternación por tanto dolor y el grito de desgarro de los más vulnerables parecía poder traspasar la pantalla del televisor que se presentaba como testigo inerme de una escena ofrecida en espectáculo, para gusto y divertimento de aquellos que nos encontrábamos en mitad de la comida.

Una cosa son las películas de acción, teñidas de sorprendentes efectos especiales, donde todos sabemos que la ficción, por mucho que quiera confundirnos a través de la magia del cine, nada tiene que ver con la realidad. En la gran pantalla todo es falso, desde el maquillaje, los guiones o la técnica más moderna que a través del ordenador es capaz de proporcionar imágenes imposibles, falaces pero con el único cometido de entretener al espectador.

Ante tal despliegue de ficción, la realidad queda bien definida como otra cosa que transcurre en el tiempo y el espacio de la vida misma. El cine puede gustarnos más o menos, incluso llegar a impactarnos, provocando el rechazo de aquello que con mucha crudeza se nos puede narrar en imágenes. La realidad no cuenta con estos recursos, porque no hay actores, ni exageraciones forzadas, ya que allí se desarrolla una acción veraz.

Los Medios, confundidos con los recursos propios del séptimo arte, muestran sin pudor la actualidad más sanguinaria, relamiéndose en unas imágenes encarnizadas sacadas de la vida misma.

No veo el interés en mostrar los detalles de algo que ciertamente ha pasado o está pasando, y que no aportan ningún otro añadido al contenido esencial de la crónica que forma parte de la información que se está comunicando.

¿Tan necesario es meter el objetivo de la cámara allí donde el pudor por el dolor ajeno debería crear un espacio de respeto y silencio hacia lo que pertenece exclusivamente a la intimidad del sujeto que en ese momento está siendo noticia?

Me molesta la doble moral de los Medios y de los espectadores que se escandalizan ante la proyección de unas escenas cargadas de erotismo o incluso de pornografía, pero que forman parte de la ficción, y que sin embargo, cuando ven a un hombre ardiendo vivo, la conciencia les deja indemnes, como si el hecho de que eso forme parte de la realidad les otorgara el derecho a violar toda censura que la dignidad hacia lo humano debería imponerles.

La realidad, por desgracia, a veces es demasiado cruel como para jugar con los sentimientos de los que se acercan a diario a las noticias que dan los telediarios. El dolor de los demás no es un negocio, ni un espectáculo que se pueda ofrecer como escarnio público.

La lucha por obtener una exclusiva informativa pasa, incluso, por arrebatarle a la persona que es noticia, su parcela inalienable de intimidad y privacidad. Me niego a que me den gratis el pase para una película para la que no he comprado la entrada y que irrumpe sin misericordia en mi casa por sorpresa y en el momento menos oportuno del día.

Si los Medios quieren hacer cine de terror que se busquen a otros espectadores con menos escrúpulos que los míos o que se dediquen a hacer su trabajo, sin olvidar la deontología básica, ya que para narrar la realidad no es necesario ensañarse ni con el dolor ajeno, ni con la sensibilidad del auditorio doméstico.

Fausto Antonio Ramírez