Escena final de Salomé por partida doble. Caballé-Nilsson.

Publicado el 24 abril 2010 por Maac @Elblogdemaac
Caballé como Salomé, Basilea, 1959.
Mi primer contacto con Salomé, la ópera de Richard Strauss, se produjo a través de la versión de concierto de la escena final en una grabación efectuada para DG por Montserrat Caballé, si no es la única grabación que realizó la soprano catalana con esta compañía discográfica -recuerdo otro recital dedicado a arias francesas- sí es una de las pocas, era el año 1977 y la acompañaban en el estudio la Orquesta Nacional de Francia bajo la batuta de Leonard Berstein, director con el que tampoco se prodigó mucho la soprano. Caballé, como siempre se dice, juega la baza de una Salomé lírica y naif. Tengo dudas sobre si debemos calificarla como una soprano straussiana, ella siempre ha confesado que Richard Strauss es su compositor preferido pero no al que frecuentemente se la asocia. La crítica, sobre todo la española, le ha echado en cara el sacrificio en expresividad en favor de la búsqueda de la belleza vocal. Quizás sea cierto pero esa es también la carta que le tocó jugar dadas sus condiciones vocales, más difíciles de justificar son sus excesos a la hora de plasmar lo reflejado en la partitura con objeto de lucir su prodigioso fiato, de todas formas no es este el caso. Sí que he observado, siguiendo el texto que, de vez en cuando, no tan frecuentemente como en otras grabaciones, se come algunas sílabas o pronuncia algunas palabras de forma ininteligible, así como que descuida la pronunciación de consonantes finales, algo que tampoco es tan grave en mi caso si tenemos en cuenta que yo de alemán ni papa, Escuchar la forma en que los extranjeros pronuncian el castellano cuando cantan me han hecho relativizar mucho la cuestión de la pronunciación, respecto a la articulación de los sonidos me parece que es un problema más grave porque conduce al desentendimiento total del texto que se está interpretando. La voz de la soprano en aquellos años comienza a adquirir cierta dureza, los agudos son algo tirantes, ya se van notando los años, y los graves forzados pero da la impresión de que evita exagerarlos para no perder homogeneidad. Con los defectos apuntados su Salomé es extraordinaria, por belleza vocal, legato y musicalidad. No entiendo muy bien que en el estudio de grabación se suprimieran las intervenciones del resto de personajes (Herodes y Heodías), es algo que se comprende perfectamente en un concierto y no tanto en un estudio de grabación. Mucho mejor está tanto en la grabación íntegra de estudio efectuada con Leinsdorf en 1968 como en la realizada en directo en Roma el año 1971 con el joven Zubin Mehta. Sin duda es una de las grandes Salomés de la historia, recuperó a su manera el tipo de soprano que buscaba Strauss, angelical y adolescente, ingenua, sin conciencia del pecado, que tan magníficamente había encarnado muchos años antes Ljuba Welitsch. Existe una grabación de su debut en Basilea el año 1957 en el que exhibe una vocalidad deslumbrante. Esta grabación la escuché por primera vez un 28 de diciembre, pensé que me estaban tomando el pelo, al final resultó que no, fue una anécdota que tuvo su gracia. Os dejo la grabación con Bernstein:

Nilsson como Salomé en Munich.
La versión íntegra de la ópera la conocí a través de la archiconocida grabación de estudio efectuada por Solti con Birgit Nilsson como protagonista en DECCA y publicada en 1962, pronto le cogí tremenda manía porque no soportaba las genialidades del ingeniero de sonido de la casa, John Culshaw. Nilsson, que es casi mi Isolda preferida, me resultaba vocalmente deslumbrante pero distante, inmaterial y un punto histérica. Nilsson articula con total claridad y pronuncia las consonantes finales, los agudos son afiladísimos, lanzados como cañonazos, pero también volátiles si es necesario -en la medida de las posibilidades de la soprano, tengamos en cuenta el pedazo de voz que tenía la Nilsson- y la homogeneidad es tal que desciende al grave de forma casi imperceptible, además, siendo una soprano dramática, su timbre suena juvenil y tiene la voz de una Isolda, sin duda le hubiera gustado a Strauss. Nunca sentí especial aprecio por esta grabación que muchos consideran la referencia y, la verdad es que, a pesar de ser la primera integral que tuve, hasta hace bien poco, no he acudido mucho a ella, si bien he conseguido, con el tiempo, aislarme del sonido artificioso -afortunadamente en la escena final el artificio no está tan presente como en otras partes del disco y se escucha hasta el mínimo detalle orquestal, una de las principales virtudes del trabajo de Culshaw-, y valorar, junto a la soprano, el extraordinario sonido de la Filarmónica de Viena y la dirección de Solti, que sabe ser enérgico pero, cuando hace falta, también es sutil. Al parecer, por lo que he leído, la soprano sueca está mejor, o no tan distante, en una grabación del Colón efectuada en 1965, nunca la he escuchado, habrá que hacerse con ella. Cuando escucho la Salomé de Nilsson siempre recuerdo lo que contó Georg Solti en sus Memorias: "en Salomé hallar una soprano apropiada para el papel protagonista se ha convertido en un problema. Hace años, en Chicago, dirigí algunas representaciones en versión de concierto con Birgit Nilsson. Mientras abandonábamos el escenario después del final del primer concierto - triunfo absoluto para ella-, Birgit empezó a cantar una de las arias de la Reina de la Noche de 'La flauta mágica'. Me reí y le pregunté cómo podía ser capaz de semejante proeza justo después de haber cantado un papel tan exigente como Salomé, y ella respondió: "Oh, sólo estoy probando mis cuerdas vocales". Sus cuerdas, después de una interpretación de primera magnitud, seguían notablemente relajadas". Con Nilsson tenemos a otra de las grandes Salomés de la historia: