Escenario de fantasía desde referencias hispanas

Por Vigilis @vigilis
Los géneros de fantasía y ciencia ficción aparecen en todas partes del mundo, pero desde hace cien años tienen especial éxito las creaciones desde una perspectiva anglosajona. A mí me gusta en general que los escenarios de los anglosajones se conviertan en estándar, pero como juego mental está bien pensar cómo habría sido la cosa  con otras referencias históricas y estéticas.

Castillo de Ampudia (Palencia). Es delito no utilizar estos escenarios. Hacemos el canelo.

El género fantástico casi que lo podemos retrotraer al nacimiento de la escritura en Oriente Próximo, el Indostán, China... Obras como la Teogonía de Hesíodo, el Poema de Gilgamesh, los Vedas hinduistas y los cuentos del Rey Mono chino si bien describen mitos, por su naturaleza y referencias, pasados por la termomix del presentismo, hoy ya forman parte del género fantástico. Por su parte, el género fantástico anglosajón (para entendernos, la fantasía que crean hablantes de inglés, protestantes, de lugares fríos y que piensan que es exótico aquello que no lo es) se circunscribe a dar vueltas sobre temas cristianos. Por su parte, la ciencia ficción, que aparece con Frankenstein o el moderno Prometeo (1808), aunque parezca un género eminentemente anglosajón, bien pudo ser Julio Verne el considerado padre del género, pero a Verne pronto le sucedió H.G.Wells y la cosa tomó otros caminos. Si hay una preeminencia de la ciencia ficción anglosajona es porque en Estados Unidos las guerras mundiales quedaron lejos y una clase media fascinada por la tecnología y la ciencia consume millones de revistillas o pulps que forman la base del que es el más virtuoso género de la narrativa de nuestros días.
Una vez establecido que esto no es una queja por la creación en inglés. Podemos plantearnos cómo habrían sido estas creaciones desde coordenadas hispanas, católicas y cálidas (por adjetivar la cosa). Hagamos el ejercicio y dejemos volar la imaginación.

Patio de los Arrayanes (creo), en la Alhambra de Granada.

Quién sabe si las referencias a las sagas nórdicas habrían tenido su doppelgänger hispano en las leyendas medievales árabes. Los enanos del género fantástico, metidos en cuevas, maestros de la forja y la herrería que tanto deben a los dvergar de la mitología nórdica bien podrían no haber aparecido en la literatura fantástica. Los guapos y refinados elfos, pozos de sabiduría y templanza, que también son herencia directa de las sagas nórdicas (álfar), puede que tampoco hubieran aparecido. Si toda esta fuente nórdica se sustituyera por leyendas árabes, puede que habláramos de los genios que creó Dios antes que al hombre y que como éste están dotados de libre albedrío. Genios que cambian de forma y pueden poseer cuerpos. Unidos a la tradición católica sobre la muerte, podían aparecer como seres recurrentes los gul (o ghoul) de las leyendas árabes. Estos gul son demonios del desierto que se acercan a hurtadillas a los cementerios para alimentarse de los muertos. Yo ya me estoy imaginando a monjes guerreros peleando contra estos malvados gul. Pero no quiero adelantar acontecimientos.

El "moro bueno" siempre da juego.

Debido a que Enrique VIII fue incapaz de cumplir su palabra y su compromiso con Catalina de Aragón, el género fantástico anglosajón carece de la referencia de la Iglesia como poder temporal y también carece (estoy constantemente generalizando, siempre hay excepciones, claro) de cenobios y monasterios. Los monjes que pintan son monjes errantes, que van por libre y ven el mundo. Cambiaría bastante la cosa si estos monjes no vieran el mundo (o lo vieran de otra forma) y se quedaran en sus monasterios compilando sabiduría y alabando el nombre de Dios. Lugares que no toman partido en las batallas y donde los soldados veteranos guardianes de un secreto pueden ocultarse tomando los hábitos. Pero como no nos limitamos a la Edad Media inventada en el XIX, podemos unir estos monasterios con legiones imperiales mal pagadas. Imaginaos monasterios de legionarios. Órdenes monástico-militares que van por libre y no responden ante señores ni obispos. Monasterios como fortalezas militares y muchos dolores de cabeza para nobles conspiradores.

Catedral-fortaleza tudense. En la catedral de Santiago también se encuentran torres de origen militar.

Y hablando de señores, feudalismo y vasallaje, aquí vienen muchos problemas. Es sabido que en España el feudalismo tiene un carácter especial y diferente al del resto de Europa. El escenario estándar de la literatura fantástica nos habla de un feudalismo funcional, jerarquizado, con el rey a la cabeza, los grandes señores debajo, pequeños señores debajo de estos y una inmensa masa de campesinos dándoles de comer a todos. Ésta es la idea a quebrar más difícil en nuestro juego de imaginación.
Podríamos tener dos administraciones paralelas, por un lado al rey y por el otro a la Iglesia. Ambas con fortalezas y ciudades repartidas por el mismo territorio. En la administración del rey, quizás como pago a la ayuda en batalla o por antiguo casamiento con la familia real, podría haber nobles autónomos que pusieran en cuestión la autoridad del rey y conspiraran para cambiar las cosas. Sin embargo, habría fortalezas y ciudades que dependieran directamente del rey. Al contrario que en Inglaterra o en Francia, esto refuerza la figura del monarca. Se reducirían las conspiraciones palaciegas por parte de casas nobiliares y aumentarían las conspiraciones por parte de familiares del rey, pensad en la dinastía Julia-Claudia. De ningún modo la alianza de tres grandes casas pondrían en cuestión la autoridad del rey, aquí el rey sería fuerte y tendría el apoyo de la Iglesia que es transversal a todos ellos y más poderosa que cualquier noble. Puede que cansadas de los impuestos para pagar la guerra, varias ciudades realengas  se unieran en ligas —a la griega usanza— y formaran confederaciones de ciudades estado.

Azul vodka, amarillo cerveza y rojo vino. Esto a tener en cuenta. Por cierto, ¿cómo llamaban los griegos a Georgia? Tenía un nombre pintón pero los dioses me han quitado ese recuerdo para que no vaya allá a buscar el vellocino de oro.

Y ya que hablamos de guerra y podemos identificar referencias estándar a la guerra en la literatura fantástica anglosajona, podemos también cambiar estas referencias. Hombres de armas, lanceros, caballeros, arqueros… De la historia de España, donde sí hubo batallas de verdad no como los encontronazos entre borrachos que glosan los ingleses, podemos sacar algunas referencias originales y poco explotadas. Cosas como la guerra de guerrillas, la caballería ligera, las algaras a las ciudades, las alianzas entre varios reyes enfrentados pero que tienen a un enemigo común… Y por fin la conquista de territorio. En lugar de ir a las plazas conquistadas e izar un estandarte, construir nuevas ciudades desde cero. Fundar ciudades. Puede que las órdenes de caballería siguiendo los pasos de las legiones romanas levanten fuertes y obtengan fueros reales con los que atraer población. Puede que estas villas acaben expulsando a sus señores y eligiendo un concejo y puede que este concejo decida aliarse con otras ciudades. Una vez que nos atrevemos a salir del escenario estándar las posibilidades son infinitas.
Una cosa buena que tienen los anglosajones, es que como no han visto mundo ni se han mezclado con otros pueblos, para ellos cualquier cosa es exótica. Si los autores hispanos buscan exotismo no pueden recurrir a un sonoro idioma de un imperio desaparecido hace cientos de años (que ha dejado ruinas impresionantes por la campiña). Para nosotros el exotismo es Teotihuacán, no Egipto. Nuestro nivel de medir el exotismo es más alto que el suyo. Puede que a ellos les baste con una semana cruzando un mini-desierto para ver cosas rarísimas. A nosotros nos harían falta meses cruzando océanos para ver cosas que nos parezcan rarísimas. Otra diferencia está en que esos países exóticos no están deseando ser "civilizados" ni "liberados" porque ellos ya están civilizados a su modo. Al exotismo de casa se le uniría entonces un nuevo exotismo, una mayor mezcla. Puede que en la capital del reino de fantasía, como ocurría en Roma y ocurre en Nueva York, sea complicado encontrar transeúntes que hablen el idioma local. Es más, en el propio reino sería extraño que todos hablaran el mismo idioma. Puede que apareciera una lengua franca utilizada por la Iglesia y los comerciantes, quién sabe. Ah, y tomad nota: peregrinaciones a ciudades santas. Una ciudad santa atrae comercio y riqueza, así que habrá ciudades que se inventen ser santas y funden religiones. Puede que existan cismas en la Iglesia y los mismos conflictos que hay entre reyes, se produzcan entre iglesias. Estas iglesias podrían tener a su vez órdenes de monjes guerreros con cuerpos de élite al estilo ninja.

Dejemos a los druidas vegetarianos para las niñas. Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat. ¿Mola o no mola? Mola.

Otro día hablo de la ciencia ficción, pero supongo que ya intuís por dónde van los tiros.