Cuando hace unas semanas el mundo occidental se espantó con los atentados en París, Francia, todos corrieron a solidarizar con dicho país. Las muestras de afecto no se hicieron esperar, sin embargo, los maestros del engaño y la manipulación global sonreían en las sombras. La masa manipulable terminó poniendo su corazón y solidaridad en los colores de cierta bandera, y cierta nacionalidad, obviando completamente a las víctimas y sus familiares quienes, antes que franceses, europeos o lo que sea, eran humanos. Es más, la tragedia fue utilizada para fomentar odiosidades contra otros pueblos y creencias. En el fondo, para fomentar la guerra.
Ahora bien, resulta interesante que el resultado de estos ataques en París haya causado tanto revuelo en occidente, siendo que ese tipo de ataques, muertes y asesinatos, suceden con una frecuencia espantosa en muchas partes del mundo. Pareciera ser que algún momento consentimos que la guerra era cosa de otros y la paz una cosa nuestra. Pareciera ser que hemos aceptado que las matanzas se lleven a cabo en otros lugares; lugares que por designio divino han sido seleccionados para ser escenarios de guerra. Mas cuando esas masacres llegan a nuestras limpias calles, ciudades y monumentos, nos sentimos atacados y pasamos a hacer las víctimas de “salvajes fanáticos religiosos”, mientras que nosotros, nos elevamos como la voz de la cordura, la sensatez y lo civilizado.
El caso de París es ilustrativo de la prepotencia de occidente, una prepotencia que permea incluso a Latinoamérica (como si no fuéramos ya víctimas de 500 años de colonialismo) y hace que gobiernos solidaricen con el gobierno francés y ¡no con las víctimas! (como el gobierno chileno que patéticamente ilumino el palacio de gobierno con los colores de Francia. Mismo gobierno que ejerce el terrorismo de estado en contra del Pueblo Mapuche a diario en el sur de Chile).
La guerra es nuestra, el terrorismo es de ellos
Cuando veo que ciertos países (autodenominados) “pacíficos” se unen para atacar a “terroristas”, yo solo veo terroristas de lado y lado. Cuando dicen que los “terroristas” son todos unos fanáticos de no sé cuál dios, yo solo veo fanáticos de la “democracia” y el abuso de poder atacando a otros peores o iguales a ellos. Y es que cuando se trata de la guerra no hay matices. Los “terroristas” no son peores que los que sobrevuelan lanzando bombas a diestra y siniestra. Los que usan una bomba, una pistola, o un cuchillo para asesinar, no son diferentes a los mandatarios que mandan a barrer con otros pueblos y naciones mediante bombardeos. La guerra es el terror, la guerra es el terrorismo en su estado más puro. Por ende, la idea de que la guerra es “nuestra” respuesta al “terrorismo” que nos ataca, es la idea más repugnante que pueda esbozarse. Pues a los ojos de las víctimas civiles de Paris, Siria, Nigeria, Palestina, México o el Wallmapu (territorio Mapuche), son exactamente iguales. Sus asesinos son todos terroristas al ejercer la fuerza bruta sobre ellos.
El mundo no está divido en zonas para la guerra y zonas para la paz. Esto es un invento de los poderes fácticos que controlan a la población mediante los medios de comunicación masivos. En el fondo, somos todos iguales. Antes que cualquier cosa, somos seres humanos. Antes que todo, somos víctimas de líderes que nos encaminan a guerras que ellos jamás pelearán.
Lograr la paz es algo que escapa de nuestro control, pero al menos podemos ser pacificadores en nuestro diario actuar y vivir. Podrán colonizar nuestro territorio, podrán bombardearnos con su propaganda de guerra, pero que no colonicen nuestra conciencia, eso no lo podemos permitir.
Por Pablo Mirlo