No sé si es por mi pasado religioso, en este caso católico, pero lo cierto es que en los últimos meses me siento un poco ‘escrachada’ por quienes buscan adeptos a su fe en Dios. Verán, aunque no es algo de lo que suela hablar, siempre hay algún amigo gracioso por ahí que de vez en cuando me recuerda aquella famosa frase que con ocho años le solté a mi madre: “Si te quieres condenar, condénate tú, pero no me condenes a mí”. ¡Toma ya! ¡Menuda niñata! A mí me dice eso una hija mía, que no tengo, y la devuelvo. En fin, que mis padres lo único que habían hecho era no bautizarme, según sus principios, para que yo luego eligiera mi propio camino, religioso o no. Y vaya si lo elegí. Lo que pasa es que me duró poco.
Bien, hecha esta introducción, les decía que me sentía un poco ‘escrachada’ o ‘escachada’, según se mire. Primero fue el “Evangelio de Jesu Cristo según Juan” que me entregaron por la calle un día de esos en los que una es generosa y amable con todo aquel que se le cruza. Lo dejé encima de la mesa del comedor y dos días después lo acompañaban ya dos panfletos más: “La resurrección de Jesús. Su importancia para nosotros” y “¿Cómo ve usted a Jesús?”. Aquellos papeles se acumulaban en la cesta de las cosas que una nunca sabe para qué sirven pero que siempre guarda en casa. Yo no me había detenido ni un segundo en aquella información hasta que unas semanas después dos simpáticas señoras me pararon por la calle y me pillaron en mi día amable. “¿Quién es realmente el gobernante del mundo?”, me preguntaron mientras me entregaban otro papelito. Lo peor de todo es que esperaron mi respuesta. “Pues señoras, tal y como están las cosas, me da que Ángela Merkel”, les solté, y seguí mi camino.
Ese día ya me mosqueé un poco y pensé en si mi cara atraía a religiones de diversa índole o si me notaban perdida en el mundo y con necesidad de agarrarme a la fe que algunos profesa. Decidí que solo había sido casualidad, pero unos días después mi buzón me obsequiaba con una nueva sorpresa en formato DIN A 5: “¡Despertad! Cómo ser un buen padre para tu hijo”, una frase acompañada de una bonita imagen de un papi arreglándole la bici a su nene. (Interpreten ustedes la parte religiosa, que la tiene, se lo aseguro).
Y así estoy hoy, con un mural de panfletillos religiosos que hasta me da pena tirar. ¿Alguna sugerencia sobre qué debo hacer con ellos?