«Una página no es un libro», se justificaba Gustavo Adolfo Bécquer pasada la mitad de uno de sus textos madrileños en prosa, «El Retiro». Es, simplemente, un borrador, un apunte, un esbozo. Se necesita mucho tiempo y mucho esfuerzo para añadir a esa página otra más con sentido, y a esta otra, y así, una tras otra, lograr algo que pueda resistir una lectura exigente. Esta mañana se movía un ligero vientecillo, como en alguna novela de Galdós...
«Una página no es un libro», se justificaba Gustavo Adolfo Bécquer pasada la mitad de uno de sus textos madrileños en prosa, «El Retiro». Es, simplemente, un borrador, un apunte, un esbozo. Se necesita mucho tiempo y mucho esfuerzo para añadir a esa página otra más con sentido, y a esta otra, y así, una tras otra, lograr algo que pueda resistir una lectura exigente. Esta mañana se movía un ligero vientecillo, como en alguna novela de Galdós...