Escribir, escribir, escribir... una y otra vez escribir; en un cuaderno, en tu diario, en tus cartas, en una servilleta, en tus correos digitales... con el lápiz, con la pluma, con el bolígrafo de gel, con suaves golpes de teclado, con leves roces de pantalla... Escribir en la soledad de tu habitación, en el barullo del local abarrotado, en la lenta espera de la consulta, en el banco de la calle, a la vera del camino... Invocar los pensamientos una y otra vez, ordenar el desfile de las ideas, ponerlas al paso, convocar los sentimientos y uncirlos al poema amarrados al verso.
Redactar un cuento en una espiral de papel, escribir una historia en el ala de un murciélago, lograr la concisión necesaria para describir el universo en el ala de una mosca, de una mariposa... Hacer un cuento que de la vuelta al patio en la banda desplegada de un rollo de papel. Grabar un pensamiento en el plano de un palillo. Trazar un relato en el mantel con pluma de palillo y tinta de café. Escribir con sangre cuando no tengas otra cosa o la ocasión sea solemne, con las letras de la sopa... Componer un cuento escrito en el cuento, brindar al olvido una leyenda marcada en el vaho de una ventana, regalar al mar un poema en la arena de la playa...
Escribir, escribir, escribir... solo eso puede salvarte.