Escritores

Publicado el 03 junio 2014 por Monpalentina @FFroi

Pareciera que escribir constituyera una operación individualista destinada a calmar algo. A impedir una agitación interior. María Zambrano argumentó en Hacia un saber sobre el almaque se escribe para defender la soledad en que se está, y por esa «intima necesidad de librarse de las palabras».
Semprún únicamente pudo escribir La escritura o la vida veinte años después de salir del campo de concentración, como Appelfeld escribiera Historia de una vida para efectuar un intento, desesperado, de unir las diferentes partes de su vida «hasta las raíces de su germinación», o como Primo Levi ha de escribir sus recuerdos de Auschwitz, esos en los que narra que no podía olvidar los versos que había escrito un amigo suyo hacía mucho: «...hasta que un día/ no tenga sentido decir mañana», o también, cómo para decir "nunca", en la jerga del campo se decía Morgen früh ('mañana por la mañana').
Salvífica para un Joyce, la escritura puede sostener al escritor, basta leer su ilegible Finnegans Wake, o sentir el goce de la letra en su Ulises.
El asedio, el infortunio, la rabia, (el desasosiego de Pessoa) pueden ser la causa que empuja al escritor.
Pero, ¿cómo combinar eso con la felicidad? Por ejemplo Claudio Magris afirma que escribir un artículo de periódico es un ejercicio de modestia y de implicación diaria, y que le parece crucial en un escritor, «que ha de conjugar felicidad y ética».
De suerte que no sería tan individualista ni placentera la tarea del escritor, sino que la tarea presenta tintes comunitarios.
Como envío esta columna desde la ciudad que cobijó a tantos y tantos escritores, (sobre todos ellos el Hemingway que en los felices veinte escribiera París era una fiesta) cuando estos días paseo por sus calles, no puedo dejar de acordarme de los enciclopedistas que pululaban por Place Vendôme, bien reflejados en el ensayo Encyclopédie de Philip Bloom, relato pormenorizado del deseo de los ilustrados por imponer el triunfo de la razón en tiempos irracionales, oscurantismo que nos persigue.
El mismo oscurantismo que combaten los escritores que escriben para ahuyentar las sombras, el fanatismo, la sinrazón, la codicia, a los felices poderosos, a los sempiternos belicosos, al odio como pasión que acompaña tanto o más que el amor.
Escritores, desde la ciudad de la luz, mi homenaje.
De la sección del autor en "Curiosón": "Vecinos ilustrados" @Aduriz2014