Escritores 'adictivos'

Publicado el 18 junio 2015 por Carm9n @Carmenyamigos


Bebedores de absenta, de Edgar Degas

El 3 de octubre de 1849 Edgar Allan Poe fue encontrado delirante en las calles de Baltimore. Cuatro días después fallecía en el Washington College Hospital entre delirios y alucinaciones. El abuso del alcohol, entre otras adicciones, había acabado con su vida. Una de las bebidas que consumía con frecuencia era la absenta, un licor de hierbas de altísima graduación que fue muy popular a finales del siglo XIX y principios del XX sobre todo en los ambientes bohemios de París; se creía que favorecía la inspiración creativa. En 1915, tras sufrir una especie de caza de brujas por parte de ciertos sectores, fue prohibida la comercialización de la absenta en casi toda Europa por los efectos que se consideraba tenía sobre el cerebro, más nocivos que los de cualquier otra bebida alcohólica. El veto quedó fuera de vigor ya hace unos años. Otros autores consumidores habituales de absenta fueron, por ejemplo, Oscar Wilde, Jack London, Ernest Hemingway,... 

Jack London, autor de entre otras obras la conocida Colmillo blanco, fue un alcohólico tremendamente precoz. Al parecer tuvo su primera gran borrachera con apenas cinco años; fue este el comienzo de una larga trayectoria de excesos etílicos. Logró, sin embargo, dejar la bebida con treinta y siete años aunque desgraciadamente se suicidó tres años después debido a los fuertes dolores renales y pulmonares que padecía.
Hemingway es quizá el prototipo de escritor aficionado a la bebida. Bebía litros y litros de alcohol cada día, siendo su bebida preferida el daiquiri, que descubrió en uno de sus viajes a Cuba. Tanta era su devoción por esta bebida espiritosa que, siempre que se desplazaba, lo acompañaba un termo lleno de daiquiri, para poder echar un trago en cualquier momento y lugar que le apeteciese.
El láudano, tintura alcohólica de opio inventada por Paracelso como remedio para diversas dolencias, fue un compuesto muy consumido también por escritores como fuente de inspiración y para combatir el llamado "bloqueo del escritor". Elizabeth Barret Browning comenzó a usarlo para calmar su dolencias y nunca pudo dejarlo; Charles Dickens lo tomaba, además de para activar su imaginación creadora, como remedio para intentar combatir el insomnio que padecía. Su querido amigo Wilkie Collins era un adicto a esta bebida, y esta adicción fue probablemente una de las causas de las desavenencias fínales que surgieron entre los dos escritores y amigos.
Los modernistas, Rubén Darío por ejemplo, buscaron en sustancias alucinógenas nuevos medios y modos de inspiración, nuevos mundos. Aldous Huxley creyó encontrarlos a través del LSD. Truman Capote y sus múltiples adicciones, Noman Mailer y su alcoholismo, Charles Baudelaire y su búsqueda de "paraísos artificiales", son apenas otros tres ejemplos de escritores malditos.  
Algunos escritores, como vemos, buscando un paraíso encontraron finalmente un infierno, aunque otros estaban escapando ya del infierno de sus vidas. Sea como sea, el paraíso sí está a nuestro alcance, tan solo deleitándonos con la lectura de su legado literario.