Escritura automática

Publicado el 24 septiembre 2011 por Miguelmerino

Mira que sugerirme ahora escribir automáticamente. No se me ocurre nada que escribir y aquí estoy teclea que teclea. Yo pensé que no hallara que escribir y estoy en el segundo renglón y aun parece que pueda terminarlo. Asoma Lope de Vega por estos renglones. Al final no eres más que un mal imitador. Tanta verborrea a la hora de hablar y ahora no se me ocurre que escribir. Hablo de mí, hablo conmigo, ni me aclaro ni consigo que alguien se aclare con mis palabras. 

Como ejercicio para perder el miedo a la hoja en blanco puede estar bien, si alguna vez le hubiera tenido miedo a la hoja en blanco. A lo que realmente le temo es a la mente en blanco, la propia. Y a la mente a rayas, la ajena. No a la gente que dicen que está rayada. Esa, a veces, casi siempre, me resulta interesante. Me refiero a la gente que tiene el cerebro a rayas. No sé como explicarlo y aquí estoy escribiendo de manera verborréica. ¡Ah sí! Lo del cerebro a rayas. Me viene una metáfora a la cabeza. Me acuerdo de las viñetas humorísticas que cuando dibujan a un preso, le ponen el traje a rayas para identificarlo, pues eso podría valer para indicar lo del cerebro a rayas. Un cerebro prisionero de su propia estulticia (que bonita palabra para indicar algo tan necio). Y además, si seguimos con la metáfora del preso de la viñeta, le cuadra, como la mugre a la uña, la cadena con la bola que le suelen atar a uno de los tobillos, para indicar la paradoja de la pesadez de un cerebro vacío. Aunque reconozco que a veces, pocas, pero algunas, cuando he llegado a la conclusión de que alguien tiene… 

Estoy empezando a elaborar el texto y esto ya no sería escritura automática. Esto de hacerme trampas al solitario me viene de lejos, qué se le va a hacer. Será el miedo a la página escrita, que puede tener más peligro que la página en blanco, al igual que las palabras tienen más peligro que los silencios. Si empiezo a escribir sin ningún control sobre lo que escribo, me asoma por todas partes el deseo de romper puentes, quemar naves y volviendo a la viñeta para buscar la metáfora, convertirme en el náufrago del pequeño islote con apenas un cocotero para darme sombra y cobijo. 

Para ejercicio espontáneo de escritura, ya está bien. ¡Psicólogas, abstenerse!