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Querida Adelina…Querido Alfonso…
Muy Sr. Mío…
Estos prólogos de carta en su momento tan cotidianos han pasado a formar parte de nuestra historia escrita ¡qué lástima!
Esta vida desenfrenada donde este instante ya ha caducado, ha relegado casi al olvido, aquellas epístolas que se componían con esmero, pulcritud, despacito y con buena letra.
Los escribidores eran personas normalmente ajenas que ejercían de transmisores del discurrir de las vidas. Eran tiempos sombríos y con olor a podredumbre donde la mayoría de las gentes sabían hilvanar pensamientos pero no eran capaces de bordar palabras sobre el papel.
Unas añoraban amores consentidos pero alejados, otras escondían amores furtivos, otras transportaban las fatigas de algún familiar emigrado a tierras lejanas, algunas olían a brotes de hierba fresca con los nacimientos y otras a pútridas flores de cementerio.
Muchas han atesorado inescrutables secretos durante años pero no han podido resistirse y han salido a flote como náufragos desvencijados desde el fondo de alguna lata oxidada o quizás, ocultas bajo sábanas que en su momento fueron perfumadas con lavanda pero hoy hieden a carcoma y humedad, luciendo ese color amarillo que solo el paso del tiempo otorga a lo viejo.
Estos fantasmas de papel forman parte de la vida y la muerte, cuentan historias pasadas que discurren sin premura ni desazón. Seguirán imborrables porque todo aquello que se escribe, permanece.
Con todo mi amor…
Aquel que no te olvida…
Deseándole buenos augurios…
Autor: Gloria Santana