Han pasado tres años desde La deriva. Hemos cambiado todos tanto que resulta alucinante que sigamos aquí escuchando un nuevo disco de Vetusta Morla.
La primera vez que supe de ellos la llevo a fuego: mi primera novia de largo recorrido (y no la única, se entiende) me habló de un grupo que me iba a encantar allá por 2004.
Que tocaba Vetusta Morla en Ritmo y Compás, que fuera con ella. Menudo pedazo de anzuelo, eh. Bueno, eso no ocurrió, costó pero no fui. Ese intento tan desesperado como inteligente se quedó en eso. Y ahora ya tengo patas de gallo y tres mini-gallar.
El primer disco del grupo llegaría en 2008 y a partir de ahí la locura. Tendría que mirar las veces que desde entonces les he visto en vivo, no sé, nunca suficientes. En distintos lugares, en los mismos sitios (vale, ya lo miré, en Logroño en enero de 2009 por ejemplo, crónica AQUÍ, con la segunda pareja de 'long train running').
Pero venga, no nos flipemos. La cosa es que el cuarto disco de Vetusta Morla está ya entre nosotros, ya es nuestro. Con dos canciones que personalmente os recomiendo: Guerra civil y La vieja escuela.
El sonido de la banda se ha movido a otros lugares, como no podría ser de otra manera para este inquieto sexteto que casi sin querer está liderando a toda una generación. ¡Han grabado en los Hansa Studios de Berlín, donde el Achtung Baby de U2!
El crecimiento personal y grupal como normalidad, qué gusto. Como la vida misma, sin acomodarse, sin acariciarse la barriga. Y ojo a Palmeras en La Mancha con las voces de El Mundo Today y una letra fantástica.
No pretendo ahora ni escudriñar, ni tampoco contaros la vida. Lo que busco es que escuchéis cuanto antes un disco que se os va a agarrar a las canillas como un koala. Y como a vuestra barriga, le tenéis que acariciar. Es así.
Escuchemos, sin más. No sin antes recordar sus próximas fechas en vivo AQUÍ y la entrevista que he publicado esta semana en Europa Press también AQUÍ.