Los niños de hoy están atrapados en nuestros prejuicios y en nuestra ignorancia. Los adultos hemos emprendido el camino de la ceguera, hemos dejado de prestar atención a todo lo que el niño intenta decirnos y nos alineamos en el camino “de lo normal”: ir a trabajar, ser exigente con los hijos, dejarlos llorar, no llevarlos en brazos, dejarlos con personas desconocidas, enseñarles a aguantar para que se conviertan en hombres (da igual si son niñas)…. En fin, someterlos a los mismos castigos y desesperanzas que hemos experimentado durante nuestra infancia.
Padres y Maestros actuamos igual, desoyendo y acallando las noticias que los pequeños nos traen del mundo sutil, del mundo del amor, para que, al final, solo haya vencedores y vencidos. Si los niños han aprendido a portarse bien, las personas adultas creemos haber ganado la batalla. Si los niños se comportan cada vez peor, suponemos que ellos han ganado una batalla, pero no la guerra. Por que allí vamos, dispuestos a demostrarles que somos más fuertes, más listos y más poderosos que ellos. Pobres, todos nosotros.
(Por Laura Gutman)