Las fibras de la soga se siguen estirando y no parece existir alguna señal de cordura a lo largo y ancho del territorio mexicano. La confusión se esparce entre el fuego de las barricadas en Oaxaca que ponen en evidencia el descontento de un sector amenazado por la incertidumbre de una reforma educativa engañosa. El dolor se acrecienta en madres, hijos, amigos por el uso exagerado de la pólvora estatal que proyecta muertes, heridas y prepondera ante la urgente necesidad de allanar el camino hacia el diálogo. Básicamente lo que se viene pidiendo con afiches, carteles y banderas desde hace varios meses: diálogo.
Pero resulta todo en vano en este juego de sorderas auto-infringidas y mutismos selectivos. Las prioridades van a contramano del fortalecimiento de los canales democráticos y participativos amparados constitucionalmente. Un país se fractura y no por los constantes movimientos telúricos. Se raja por el piloto automático de los dirigentes que hurgan en el cansancio de sus retadores. Unos contra otros apuestan al desgaste y ceder significa perder. Y ambos, en su lógica, tienen la razón en persistir.
Ceder significa para el gobierno federal encabezado por Enrique Peña Nieto, un fracaso en el intento por mantener inalterable su raid de reformas iniciadas apenas asumió el mandato. Sería ese golpe inoportuno al estómago que ya no se soporta porque ya fueron muchos, pero siempre encuentra salvaguarda. Aunque el aire va escaseando.
Ceder entenderán la CNTE y sus aliados en la cruzada, que también es una derrota. Cómo tomarían las bases, que no están ahorrando sangre, una defección de su cúpula organizacional?
México arde en Nochixtlán, en Chiapas. México está pidiendo a gritos que no lo tironeen más porque ese desprendimiento lo van a sufrir los Maestros y Profesores que tendrán fortaleza intelectual pero cada vez menos material. Lo sufrirán los hijos de campesinos que siembran riqueza y cosechan miseria. Los hijos de ese 57% de trabajadores en la informalidad, que verán cada vez más lejano el sueño de progreso. Todos los que luchan sin rendirles cuentas a nadie más que a su consciencia y desean un futuro más próspero para sus descendientes.
Se necesita diálogo y verdaderas soluciones, para que los más desprotegidos no tengan solamente dignidad para heredar. Porque la dignidad aquí camina de junto a la muerte. Y ya nadie aquí, quiere más féretros. Quieren respeto y ser escuchados.