Revista Cultura y Ocio

Escuela de salamanca, la fundación de la ciencia económica

Por Ilustrado
Los escolásticos españoles del siglo XVI, pertenecientes a la Escuela de Salamanca, desarrollaron las bases de la Ciencia Económica Moderna. Entre sus principales aportes se encuentran la aceptación de la ley de la oferta y de la demanda como agentes en la determinación de precios de un mercado libre, la exposición de una teoría subjetiva del valor de los bienes, y el establecimiento del valor del dinero en función, no sólo de su abundancia o escasez, sino de su capacidad de compra, la doctrina general del interés y el análisis del sistema tributario.
Su gran hallazgo para la macroeconomía moderna fue la formulación de la teoría cuantitativa del dinero, tratándose de una relación entre la abundancia de moneda y el aumento del nivel de precios y, por influencia de esa teoría, la del intercambio de divisas.
Los principales escolásticos fundadores de la economía moderna fueron Martín de Azpilcueta, Francisco de Vitoria, Diego de Covarrubias y Leiva, Domingo de Soto, Luis de Molina y Juan de Mariana.


ESCUELA DE SALAMANCA, LA FUNDACIÓN DE LA CIENCIA ECONÓMICA

UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

Los primeros autores que analizaron los hechos económicos lo hicieron desde una perspectiva ética o moral. Hay una base común a todos los comentarios de Aristóteles, de los tratadistas romanos, y de los escolásticos. Trataron de juzgar moralmente cuestiones tales como el tipo de interés, el justo precio de un bien o las relaciones laborales entre amo y esclavo. Ese enfoque se mantuvo durante toda la Edad Media.
El Descubrimiento del Nuevo Mundo y el desarrollo del mercantilismo introdujeron nuevos cambios en la economía europea de los siglos XVI y XVII.
España colonizaba América en estado de primitiva economía agrícola, generando para ella cierto auge económico y estímulo al desarrollo, pues junto a la emigración humana se produjo un gran envío de semillas, víveres, útiles agrícolas, animales domésticos y toda clase de mercaderías. Esto exigió la explotación de los recursos españoles, que se vio recompensada por la contrapartida que suponía la masiva afluencia de metales preciosos, principalmente oro y plata, y otros productos originarios del Nuevo Mundo.
El Reino de España se convirtió en el centro comercial y financiero de Occidente, desequilibrando el orden económico internacional que había imperado durante la Edad Media. Lisboa, las ferias castellanas y Sevilla desplazaron el epicentro mercantil y financiero situado hasta entonces en los Países Bajos y en las ciudades italianas.

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PUERTO COMERCIAL DE SEVILLA EN EL SIGLO XVI

La Casa de Contratación sevillana fue el centro de intercambio de todos los mercados y ferias, llegando a ella gran cantidad de banqueros y comerciantes extranjeros, sobre todo flamencos, genoveses y alemanes, incluso exportadores turcos que controlaron parte de la economía de la Monarquía hispánica, todos ellos obteniendo grandes beneficios, y llevándose parte del oro y la plata que entraba por el puerto hispalense.
Antes de la llegada de los metales preciosos americanos en el siglo XVI, el comercio europeo se nutría fundamentalmente del oro procedente del Sudán. El control comercial que efectuaron los otomanos en el este del Mediterráneo bloqueó la ruta del oro sudanés provocando una gran escasez de dicho metal en Europa.
Esta situación se palió en parte con la plata procedente de las minas alemanas, que conocieron un período de prosperidad relativa entre 1470 y 1530, que coincidió con la escasez de metales preciosos.
A partir de 1530 el problema de la escasez quedó solucionado por la llegada en masa de metales americanos sustituyendo las fuentes antiguas de aprovisionamiento, haciendo afluir hacia Europa inmensas cantidades de dinero, que originaron graves alteraciones de los precios, especialmente en España, país convertido en el punto de distribución.
Las remesas procedentes de América eran casi exclusivamente de plata. Es cierto que hasta 1550 también se enviaba oro, pero nunca fue suficiente, ni siquiera en los mejores años, para producir un efecto apreciable sobre los precios y desde 1550 fue relativamente insignificante. En cambio, las remesas de plata aumentaron lentamente desde 1530 hasta 1550, año en el cual los galeones comenzaron a importar plata en grandes cantidades, con un auge mayor desde 1580 hasta 1630, la época dorada del imperialismo español.

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TELLER ARTESANAL DE ACUÑACIÓN DE MONEDA


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EXPLOTACIÓN MINERA EN POTOSÍ EN EL SIGLO XVI

El nuevo método de amalgama que consistía en el tratamiento de la plata con mercurio, fue introducido en las minas de Nueva España por Bartolomé de Medina en 1551 y desde 1571 se aplicó también a los yacimientos de Potosí en el Alto Perú. Este proceso permitió que se multiplicaran por diez las exportaciones de metales preciosos, fenómeno que provocó una profunda revolución de precios.
Aquel monopolio y los intentos de conservar aquellas remesas de metal no fueron perfectos, ya que por diferentes motivos los metales preciosos salieron de España y circularon por el extranjero. En ese sentido, las Cortes se quejaron con frecuencia de que la salida constante de metales precisos “como si fuéramos indios” estaba empobreciendo el país y solía decirse que España era “las Indias de otros países”.
Por si fuera poco, España tenía una balanza comercial negativa fundamentalmente porque exportaba materias primas a un precio barato e importaba productos elaborados a un precio mucho más alto. Esta situación propiciaba la salida hacia los grandes centros productores europeos de grandes cantidades de moneda por parte de comerciantes españoles o extranjeros afincados en España. Pero el gran error de los Austrias fue malgastar el dinero de los metales preciosos en la defensa del Imperio español y sus territorios en Europa, en lugar de invertir en empresas nacionales productivas.
Todas las rutas a través de la cuales salía el dinero de España convergían en el norte de Europa, ya directamente desde los puertos del Cantábrico o a través de Francia e Italia, desde Amberes era enviado a Alemania e Inglaterra, a este último país era llevado por los barcos españoles en los que transportaban la lana.

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CASA DE MERCADERES CASTELLANO EN BRUJAS


El tesoro americano tuvo importantes consecuencias no sólo para España sino también para sus vecinos europeos. El ritmo y volumen de metales preciosos que llegaban a Sevilla, especialmente a partir de 1750, condicionó las tendencias económicas de Europa y las pautas que siguieron esos envíos se convirtieron en indicadores de realización económica.
La plata americana alimentaba los mercados financieros de Italia, el sur de Alemania y los Países Bajos, alivió la escasez crónica de dinero circulante que había obstaculizado la actividad económica de la Europa occidental, estimuló la producción y los flujos comerciales y se convirtió en un agente de crecimiento hasta que la suspensión de las importaciones de plata entre 1619 y 1622 provocó un desajuste financiero y comercial.
Otros indicadores confirman estas tendencias: las tasas de interés descendieron en el período 1570-1620 al aumentar la masa monetaria, lo que impulsó el comercio y la industria; los precios tendieron al alza desde mediados del siglo XVI hasta los primeros años del XVII, siendo el aumento del triple en España y de más del doble en Francia e Inglaterra.
Aunque no se tratase de una “revolución de precios” según los parámetros modernos, el alza de precios fue lo bastante importante como para afectar a las economías de la Europa de comienzos de la Edad Moderna. Mientras tanto los salarios se rezagaron con respecto a los precios, lo que permitió beneficios que luego eran invertidos en nuevas empresas productivas.

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GALEÓN ANDALUCÍA, UN MERCANTE ARTILLADO DE LA CARRERA DE INDIAS


En cuanto a España, dos fueron los motivos principales del alza de precios de los bienes: por un lado, la demanda de productos desde el Nuevo Mundo; por el otro, la llegada masiva de las remesas de metales preciosos al puerto comercial de Sevilla, desde donde se propagó por toda España, especialmente por Andalucía, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, León y Valencia.
El gobierno español, al igual que sus vecinos en el resto de Europa, no entendieron la conexión causal entre la afluencia de metales y el alza de precios, lo cual impidió la resolución de una política económica y financiera adecuada.
De la necesidad de analizar e interpretar estos nuevos fenómenos económicos de la Modernidad y sus efectos sobre la economía española y de la búsqueda por aportar soluciones a problemas básicos e inéditos surgió el análisis y la resolución de un grupo de teólogos y juristas de la Universidad de Salamanca, pertenecientes a la denominada Escuela de Salamanca. Estos generaron novedosas leyes y teorías de carácter macroeconómico, y en definitiva, fundando las bases de la Ciencia Economía Moderna.
Los escolásticos españoles del siglo XVI abordaron cuestiones referentes al dinero, valor y precio. Estudiaron el dinero, al que por primera vez consideraron como una mercancía más cuyo valor viene dado por su escasez o abundancia relativa. Los máximos exponentes que elaboraron las teorías del valor fueron Martín de Azpilcueta y Luis de Molina. 
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MARTÍN DE AZPILCUETA
Martín de Azpilcueta fue el pionero en el análisis de los efectos que producía en la economía española la masiva llegada de metales preciosos americanos; su conclusión fue que generaba inflación, por lo tanto un incrementos de bienes y carestía. Era una gran paradoja: la posesión de abundante oro y plata generaba pobreza.
El Doctor Navarrus pasaría a la historia por ser el primer economista en relacionar la cantidad de Dinero en una economía con su nivel de Precios, y concluiría con que cuanto mayor sea la cantidad de Dinero en circulación de una economía, mayor sería el incremento de los precios de los bienes, generando un nuevo concepto: la inflación.
Azpilcueta se convirtió en el precursor de la Teoría Cuantitativa del Dinero, según la cual el incremento de la masa monetaria en circulación ocasiona un incremento proporcional en el nivel de los precios. Su ecuación fue desarrollada en el siglo XX por Irving Fisher mediante la fórmula M x \/=P x Y, es decir, que la masa monetaria por la velocidad de circulación es igual al producto nacional por el nivel de Precios. Esta ecuación se convirtió en uno de las bases de la economía moderna.
Constató el hecho de que en los países en los que los metales preciosos oro y plata eran escasos los precios de los bienes eran inferiores a los países con abundancia de los mismos. El metal precioso, como una mercancía más, tiene menos valor adquisitivo cuanto más abundante sea.
Desarrolló así una Teoría del Valor-Escasez precursora de la teoría cuantitativa del dinero, adelantándose en más de una década a Jean Bodin.
Otros españoles de la Escuela de Salamanca de economistas fueron también conscientes de este fenómeno. El dominico fray Tomás de Mercado publicó su obra Tratos y contratos de mercaderes y tratantes en 1569 (que terminó el año anterior y que no debía nada a Bodin) y, aunque contiene numerosos análisis de tipo ético en la forma tradicional, el autor hace también algunas agudas observaciones de carácter económico, incluyendo la teoría cuantitativa del dinero y la relación entre el tesoro americano y la inflación.
Sin embargo, la teoría cuantitativa del dinero es demasiado simplista para explicar todos los factores implicados en la evolución inflacionista. ¿Cómo se puede explicar que aunque los precios alcanzasen su punto más alto en la segunda mitad de siglo, el alza fue proporcionalmente mayor en la primera mitad de la centuria, cuando las remesas fueron mucho menores? En efecto, entre 1501 y 1550 el incremento fue del 107, 61%, mientras que entre 1501 y 1600 el incremento fue del 97,74%.
Los hechos fueron analizados por la Escuela de Salamanca, afirmando que los precios se vieron afectados también por las condiciones de la oferta y la demanda. Hasta el siglo XVI, según el pensamiento europeo medieval el precio justo de un bien estaba determinado por su coste de producción.

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DIEGO DE COVARRUBIAS


Diego de Covarrubias y Luis de Molina desarrollaron una teoría subjetiva del valor y del precio que consiste en que, puesto que la utilidad de un bien varía de persona a persona, su precio justo será el que se alcance de mutuo acuerdo en un comercio libre sin monopolio, engaños o intervención del gobierno, es decir, en un mercado de competencia perfecta. Expresándolo en términos actuales, los integrantes de la escuela defendieron el libre mercado, donde el precio justo venía dado por la oferta y la demanda, constituyendo un precedente de la Ley de la Oferta y la Demanda.
Partiendo de esta ley, la Escuela analizó sus causas tanto para la demanda de bienes como para la oferta de dinero, y estas fueron sus consecuencias:
1º- Un incremento de la cantidad de dinero en circulación sin un aumento paralelo de la producción de bienes significaba que la misma cantidad de bienes absorbe cada vez más dinero, lo que produce un incremento de los precios.
El error estuvo motivado porque mientras la Monarquía española acuñaba en moneda el metal americano, en lugar de invertirlo en empresas nacionales productivas, lo empleaban en la compra a países extranjeros de pertrechos de guerra y arsenales navales y en la contratación de tropas para el mantenimiento de sus territorios.
Este desajuste hubiese sido corregido si a una mayor oferta de dinero en circulación hubiese estado compensada por una mayor producción nacional. Por ello, los escolásticos tuvieron en consideración también por la producción industrial y agrícola.
2º- Una creciente actividad de la agricultura, ganadería e industria en los territorios de la América española perjudicó la exportación de los productos procedentes de España.
Una reducción en la demanda de productos nacionales por parte de los americanos llevó consigo un disminución de la cantidad de oferta y del nivel de precios.

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TORRE DEL ORO,
ALMACÉN DE METALES PROCEDENTES DE LA FLOTA DE INDIAS


Otra cuestión económica a estudiar fue el concepto de interés bancario o usura, que era como se denominaba en aquella época, muy mal vista por la Iglesia.
El II Concilio de Letrán de 1139 condenó que el pago de una deuda fuese mayor que el capital prestado; el Concilio de Viena de 1307 prohibió explícitamente la usura y se calificó de herética cualquier legislación que la tolerase; los primeros escolásticos reprobaban el cobro de interés. En la economía medieval los préstamos eran consecuencia de una mala cosecha, un incendio en el taller artesanal, el hundimiento de un barco pesquero o mercante, etc.; en dichas condiciones, no podía menos que ser moralmente reprobable el cobro de un interés.
En el Renacimiento la mayor movilidad de las gentes propició un aumento del comercio y la aparición de condiciones apropiadas para que los emprendedores iniciasen negocios lucrativos. Puesto que el préstamo ya no era para el autoconsumo sino para la producción, no podía contemplarse bajo el mismo punto de vista. La Escuela de Salamanca encontraba diversas razones que justificaban el cobro de un interés. Así, la persona que recibía el préstamo obtenía un beneficio a costa del dinero obtenido. Por otro lado el interés se podía considerar como una prima por el riesgo del prestatario a perder su dinero. También estaba la cuestión del lucro cesante, ya que el prestatario perdía la posibilidad de utilizar el dinero en otra cosa. Por último, y una de las aportaciones más originales, estaba la consideración del dinero como una mercancía por la cual se puede recibir un beneficio que sería el interés.

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MERCADERES EN EL PUERTO DE CÁDIZ


Martín de Azpilcueta consideró también la influencia del tiempo en el cobro de intereses. Consideró que a igualdad de condiciones los bienes presentes valen más que los bienes futuros, y por lo tanto, es preferible recibir una cantidad ahora a recibirla en el futuro. Para que una renta en la actualidad sea más atractiva que en el futuro es necesario que sea mayor. En este caso el interés supone el pago del tiempo.
Esta idea está en la base del concepto de Interés de la Escuela Austriaca del siglo XX, y es por eso que los economistas austriacos lo consideran uno de sus precursores.
El origen de la Ciencia Económica no sólo surge de la necesidad de analizar los nuevos fenómenos desde un punto de vista cuantitativo y matemático. Los escolásticos de la Escuela de Salamanca tuvieron en cuenta los problemas jurídicos y morales derivados de la colonización americana.
La fundación de esta ciencia surgía entonces de la necesidad de legitimar desde un punto de vista moral la obtención de beneficios económicos en la actividad mercantil y financiera, y de la consecución de una constante inflación; surge de la necesidad de legitimar desde un punto de vista social la aparición de la valores como la avaricia, la usura, la competitividad y la ambición económica de los agentes económicos; y aparece para dar respuesta a la brecha moral abierta entre la nueva mentalidad de la naciente burguesía mercantilista y el tradicional pensamiento de la Iglesia. Por tanto, los temas de estudio se centraron principalmente en el hombre y su relación con la moral, la economía y la justicia, como no podía ser de otra manera en pleno Renacimiento y Humanismo.
No se trataba ya de juzgar moralmente sino de recomendar a los gobernantes medidas políticas que enriquezcan al país.

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FRANCISCO DE VITORIA


El primero en dar respuestas fue Francisco de Vitoria, un dominico asentando desde 1506 en la universidad de la Sorbona, donde estudió y enseñó hasta 1522. Durante su estancia parisina fue consultado por comerciantes españoles afincados en Amberes sobre la legitimidad moral de comerciar para incrementar la riqueza personal, una simple duda sobre su espíritu emprendedor y ambición empresarial.
Hasta ese momento, la teología consideraba reprobable el negocio monetario. La mentalidad cristiana de la época insistía en la pobreza y la hermandad de los hombres, deplorando la acumulación de riquezas. Las órdenes mendicantes españolas fundadas en el Medievo consideraban la posesión de bienes y la propiedad privada como, al menos, moralmente objetables. Frente a ellas los dominicos en general, y Tomás de Aquino en particular, habían defendido que la propiedad privada es, en sí, una institución humana moralmente neutra.
Vitoria y otros teólogos atendieron los nuevos planteamientos de la Modernidad, y prestaron atención a los asuntos económicos, conscientes de que la riqueza particular contribuye a la riqueza general. Se alejaron del pensamiento tradicional establecido y aportaron nuevos principios extraídos de la ley natural.
Una de las primeras cuestiones fue la acumulación de riqueza y propiedad privada por parte de la nueva burguesía mercantil.
Los escolásticos españoles llegaron a la conclusión de que el orden natural permite la libre circulación de personas, bienes e ideas y que, por ello, la propiedad privada tiene el efecto beneficioso de estimular la actividad económica y, con ello, el bienestar general de la sociedad.

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REAL DE A SEIS ACUDAÑA EN BARCELONA


Otro escolástico, Diego de Covarrubias y Leiva afirmaba que los propietarios tenían no sólo derecho de propiedad sobre el bien sino que también, lo que es ya un rasgo moderno, tenían derecho exclusivo a los beneficios que pudieran derivarse del bien, aunque éstos pudiesen beneficiar o no a la comunidad. De todas maneras precisó que en momentos de gran necesidad todas las cosas son comunes.
Domingo de Soto consideraba que si no existía la división y reparto de bienes entonces tampoco existiría la paz social, aunque no lograba eliminar todos los males de la sociedad.
Luis de Molina, apoyando la tesis de Domingo de Soto, afirmaba que la propiedad privada era una institución de efectos prácticos positivos ya que, por ejemplo, los bienes serían mejor administrados por un solo dueño que si fuesen de propiedad comunal.
Por último, Juan de Mariana sostuvo los argumentos de sus compañeros escolásticos resumiéndolo en una sola frase: "Cuando un asno es de muchos, los lobos se lo comen".
La Escuela de Salamanca no llegó a elaborar una doctrina económica completa, pero estableció las primeras teorías económicas modernas para afrontar los nuevos problemas que habían surgido.
La influencia de los economistas escolásticos españoles se extendió a Portugal, Italia y los Países Bajos. Aun así, no consiguieron ponerlos en práctica ya que los escolásticos europeos todavía defendían el préstamo sin intereses según las teorías de Tomás de Aquino. Los escolásticos españoles consideraron totalmente moral y legítimo la utilización del crédito bancario como instrumento de fomento del comercio.
A comienzos del siglo XVII el ataque a los escolásticos fue insostenible y sus principios perdieron interés y terminaron desapareciendo. Desgraciadamente, no hubo continuación desde finales del siglo XVII, y muchas de sus aportaciones acabaron olvidadas para ser redescubiertas décadas después.

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MONEDA DEL EMPERADOR CARLOS V ACUÑADA EN NÁPOLES


Aunque no se ha encontrado una influencia directa, la Escuela de Salamanca se ha comparado muchas veces con la Escuela Austriaca.
El reconocimiento de la contribución de la Escuela de Salamanca no sólo a la fundación de la economía moderna, sino también al desarrollo teológico, político y jurídico ha sido defendido por numerosos especialistas:
Wilhelm Endemann publicó un libro dedicado en 1874. Entre 1927 y 1928, André Sayous recogió las opiniones que sobre los cambios monetarios ya adelantaron varios escritores franceses, italianos y españoles del siglo XVI. Sayous cree que los más sugestivos son los españoles, ocupándose especialmente de Tomás de Mercado. Los demás autores españoles que menciona son de una importancia desigual: Juan Díez Freyle, Cristóbal de Villalón, Luis Saravía de la Calle, Luis de Alcalá y Francisco García.
En opiniones expresadas por Venancio Carro o Beltrán de Heredia, y en el extranjero, por el norteamericano Scott Brown, el francés Ernest Nys, y el sabio alemán Martin Grabmann, la regeneración de la escolástica europea no se limita a Vitoria y los teólogos dominicos, sino también a otras órdenes religiosas, en especial los jesuitas.
Entre 1941 y 1942, el profesor Ullastres publicaba dos artículos que analizaban la teoría monetaria de Martín de Azpilcueta.
The School of Salamanca, Readings in Spanish Monetary Theory, 1544-1605 es un libro destinado a lectores de habla inglesa que explica el mercado monetario español en la segunda mitad del siglo XVI, los predecesores doctrinales de la escuela de Salamanca, los miembros de la escuela, y algunas de sus contribuciones a la teoría monetaria: es decir, sus doctrinas del origen y funciones del dinero, su teoría del valor, y su teoría de los cambios. Se intenta esbozar la trayectoria de estas teorías en el pensamiento posterior, y se ofrece una breve bibliografía. Está escrito en lengua inglesa y basado en las investigaciones que hicieron  a mediados del siglo XX expertos en historia de la economía como Sayous, Ullastres, Carrera y Larraz.
El libro no aborda de la enseñanza moral sino más bien del puro análisis monetario, explicando que aunque los miembros de la escuela fueron primariamente teólogos y juristas, emprendieron la difícil tarea de reconciliar la doctrina tomista con el nuevo orden económico. Con el tiempo, fue influyendo en el mundo de los historiadores y economistas extranjeros.
El espaldarazo final a la denominación Escuela de Salamanca de economistas vino dado por Joseph Schumpeter en su Historia del análisis económico publicado en 1954, aunque muchos historiadores económicos ya emplearon el apelativo antes que él. Schumpeter estudió la doctrina escolástica en general y la española en particular, y elogió el alto nivel de la ciencia económica en la España del siglo XVI. Según él esta escuela fue el grupo que más se merece el título de fundador de la Ciencia Económica.

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