Sabes ese preciso instante en el que se apagan las luces de la sala, del pabellón, del estadio. Se apagan y entonces todos aullamos. Ese es el instante en el que el mundo deja de girar y se detiene para nosotros. Nos follamos ese momento.
Las crónicas de conciertos dan por hecho que eso es normal y van al repertorio y a que si suena bien o cantan mal. Pero es totalmente esencial ese momento, ese puñadito de segundos en los que se apagan las luces y sencillamente gritamos. Y somos libres.
No hay demasiados instantes transformadores en la vida. Muy poquitos. Pero para eso pagamos la entrada de un concierto. Porque no es que nos gusten las canciones, que sí, es que nos gusta esa sensación de que va a pasar algo totalmente inenarrable.
Decíamos esta tarde de risas que es como cuando subes unas escaleras hacia una habitación sabiendo que vas a follar. Cuando ya no hay vuelta atrás. Mejor que el hecho en sí es saber que va a ocurrir y precisamente para eso pagamos una entrada. Para saber que va a ocurrir.
Pagamos cienes de euros no por un concierto, sino por un instante preciso y absolutamente fugaz. Cuando estás hablando con ese amigo que hace eones que no ves y se apagan las luces y ya está, se corta la conversación que nunca vamos a retomar.
Cuando te ibas a enrollar con esa pava, con ese tío. Y se le ocurre al grupo salir justo cuando te lo vas a comer entero. Aún así te renta. Porque si ya empezaste la maniobra y sigues aquí es que la otra persona sigue contigo. O no. De eso va.
EL MUNDO GIRA PORQUE LE PONEMOS GANAS
El mundo gira porque le ponemos ganas. Y yo las ganas para que gire se las pongo cuando grito para que salga Bono. O la estrella de rock cualesquiera que sea. Necesitamos una estrella del rock en la que creer de la misma manera que antaño se coleccionaban estampitas de vírgenes.
Hay quien dice que folla en conciertos de rock, pero yo he visto familias romperse cuando se apagan las luces y aparece la banda. Sencillamente porque cada cual tenía su miembro favorito. ¿No es acaso eso tan Spinal Tap como la vida misma?
Pero vamos a ver: ¿nos imaginamos que en esa eclosión inicial algo falla y no suena? Se fue a la mierda el resto. Se pierde la cadena de conexión. Toda la energía que venía de serie, que venía de fuera, se pierde. Joder, qué puta lástima. Que no ocurra nunca.
Toda esa energía que es en definitiva la vida misma la enfocamos a solo uno, dos, tres segundos. Es, claramente, un orgasmo contenido. Es, claramente, el motivo por el que invertir decenas de euros para vivir un instante absolutamente pasajero pero transformador.
¿Sabes cuando estamos en el lío y todo es el más absoluto de los silencios? Eso ocurre exactamente cuando se apagan las luces, todos gritamos y, a la vez, no escuchamos nada. Porque nos conduce a lo más esencial de cada cual, a la más pura intuición: al puto rocanrol.