Esfuerzos de la Iglesia centroafricana por la paz

Por En Clave De África

(JCR)
El pasado 6 de marzo el arzobispo de Bangui, Dieudonné Nzapalainga, regresó de una misión de paz en varias de las zonas ocupadas por la coalición rebelde Seleka en el interior de la República Centroafricana. Realizó este arriesgado viaje acompañado del líder de la comunidad musulmana en Bangui, el Imam Kobir Loyama, y el reverendo Nicolas Guerekoyame-Gbangou, presidente de la asociación de iglesias protestantes en el país. Hace ya varios meses que este grupo inter-confesional por la paz en Centroáfrica realiza un trabajo discreto pero eficiente de mediación en el terreno. Esta última misión ha evitado que los rebeldes vuelvan a amenazar con tomar realizar una ofensiva contra la capital.

Nada más regresar, dieron una conferencia de prensa en la que describen la situación en el interior del país como “deplorable”: los edificios administrativos han sido destruidos, los hospitales y escuelas han sido saqueados y las actividades sociales y económicas están casi completamente paralizadas. Lo peor de todo, afirman, es el sufrimiento de las personas: “Hemos visto infinidad de hombres desprovistos de su dignidad, mujeres que han perdido todo y niños a los que se pisotea sus derechos. No podemos evitar un sentimiento de desolación y de pena hacia todas estas personas”, dijo monseñor Nzapalainga en este encuentro con los periodistas.

El líder musulman Kobir Layama advirtió de “un peligro real de enfrentamiento entre cristianos y musulmanes. Nuestra misión sobre el terreno tenía también como objetivo desactivar esta bomba”. La mayoría de los rebeldes de Seleka son musulmanes y en muchos casos sólo han saqueado los comercios y casas de los cristianos, vendiendo después los artículos robados a los musulmanes. En bastantes casos los rebeldes han atacado también misiones cristianas y han amenazado a sacerdotes y religiosas. Lógicamente, esto ha creado tensiones fuertes entre dos comunidades que en la mayoría de los casos han vivido pacíficamente durante décadas y que ahora a causa de la guerra se empiezan a mirar como enemigas.

EL país vive en una situación catastrófica y todas las partes deben hacer concesiones para que disminuya el sufrimiento de los centroafricanos”, concluyeron los líderes religiosos.
Pero monseñor Nzapalinga no realiza el trabajo por la paz sólo con los otros líderes religiosos. Hace pocos días, el 5 de marzo, los obispos católicos centroafricanos (son diez en todo el país), reunidos en sesión extraordinaria de la Conferencia Episcopal, denunciaban “la inercia y la dejadez total de los firmantes del acuerdo de paz de Libreville”. Uno de los prelados, el de Bossangoa, Desiré Nestor Aziagbia (de nacionalidad ghaneana, miembro de la Sociedad de Misiones Africianas), afirmaba que “el pueblo centroafricano está siendo tratado como un rehén, y hay que encontrar los medios para liberar al pueblo de esta asfixia en la que se le mantiene”.

En un país en el que los políticos tienen muy poca credibilidad y en el que la sociedad civil aún tiene muy poca experiencia, los líderes religiosos gozan de una posición desde la cual pueden denunciar los abusos y realizar una gran labor de diplomacia discreta, sobre todo con los líderes más intransigentes de un lado y otro. Después de ver el papel que están desempeñando hay que decir que el nombramiento del joven monseñor Nzapainga (tiene 45 años) el año pasado como arzobispo de Bangui fue un acierto de pleno. Hoy la Iglesia Católica aparece como unida y fuerte y puede desempeñar su papel tanto desde su propia identidad como en colaboración con otras confesiones religiosas.

Ya sé que durante estos días en que toda la atención mediática sobre la Iglesia Católica está centrada en Roma, los papables, las especulaciones y los chanchullos entre cardenales con escándalos incluidos hablar de obispos que se sientan bajo un árbol para convencer a rebeldes con Kalashnikov que dejen de abusar de la población o que son golpeados hasta partirles la cabeza (como ocurrió con el obispo de Bambari, monseñor Edouard Mathos) no es noticia de primera categoría en un ambiente en que los medios buscan la primicia espectacular. Y es una pena.

Y en el caso de la República Centroafricana es aún mucho más lamentable. Porque cuando, hace casi cuatro años, el Vaticano obligó a dimitir a sus dos obispos principales por “causa grave” (léase tener mujer e hijos y desviar fondos de la diócesis para sus familias) y una buena parte de los curas locales reaccionaron lanzando acusaciones a derecha e izquierda e incluso llegaron a convocar una huelga, este país sí fue noticia destacada en los medios de comunicación, incluidos los religiosos. Pero cuando la Iglesia realiza un trabajo difícil, arriesgado y delicado para que la gente pueda vivir en paz y se respeten sus derechos, no es noticia. Para mí sí lo es y por eso escribo sobre ello. Seguiré manteniéndoles informados.