Pero la permanencia de Eskenazi, después de la estatización parcial, deja latiendo una bomba de tiempo. La compra del 25% de YPF por 3.500 millones de dólares supone una ‘valuación’ de todo el capital social de YPF de ¡14.000 millones!, que fue refrendada por los K hace sólo dos años. Si la expropiación parcial los hubiera alcanzado, el gobierno no sólo tenía que pagarle a Esknazi sus acciones, sino que le estaría reconociendo a Repsol una cifra astronómica por sus propias tenencias. Es probable que, por ese motivo, la ‘parte’ de Eskenazi haya quedado inalterada. Pero ahora, el grupo tendrá que seguir pagando su deuda con los bancos, que tienen prendadas sus acciones. Esos banqueros ya le manifestaron al gobierno que ‘no quieren ser socios de la YPF dirigida por el Estado’, o sea que no van a quedarse con las acciones prendadas en el caso de que Eskenazi deje de percibir utilidades y no pueda pagar. ¿Qué ocurrirá, entonces? O esas acciones (o la deuda por ellas) son revendidas a un tercero, con una apreciable quita… o la ‘nueva’ YPF le sigue entregando a Eskenazi los dividendos necesarios para pagar su deuda.
Lo más probable es que, para evitar una caída bursátil, la intervención kirchnerista a YPF le siga pagando -en silencio- las utilidades al banquero, que entró en YPF sin poner un peso. Entre estos pagos y los que serán usados para pagar importaciones, YPF seguirá siendo una vaca lechera en beneficio de quienes la vaciaron.