Durante esta época de crisis se ha hablado mucho de los mercados. Si un extraterrestre leyera unos cuantos de los artículos que se han escrito sobre ellos podría llegar a la conclusión de que los mercados son como esos dragones, minotauros, monstruos o dioses a los que había que ofrecer un sacrificio periódico para calmar su ira caprichosa.
Que si por qué hay que doblegarse a los mercados, que si no están satisfechos, que por qué se les deja a su aire, que qué sabrán ellos, que si generan injusticias, ... son expresiones muy traídas y que hacen parecer de quien las usa que su concepción de los mercados no es muy distinta de la de esos hipotéticos extraterrestres.
¿Quién es el mercado? Un mercado no es un quien, es es conjunto de todas las transacciones hechas en torno a un tipo de bienes o servicios. Uno va al mercado del barrio y observa que los tomates están caros. ¡Ya está el monstruo del mercado de los tomates haciendo de las suyas! ¿Por qué doblegarse a él? ¿Por qué hacerle caso y pagar los tomates a precios de escándalo so pena de no tener pasta al pomodoro, gazpacho o ensalada como dios manda? Estas preguntas se nos antojan bastante absurdas. El precio del tomate, el mercado, no hacen sino reflejar la escasez relativa de este bien. Tal vez haya habido una mala cosecha, tal vez la demanda ha aumentado enormemente. ¿Qué culpa tiene el tomate? La misma que el mercado. Ninguna.
Es más, el mercado, imponiendo un precio alto nos indica dónde hay escasez, dónde hay negocio y dónde no lo hay.
Claro que hay mercados más complicados. Si una parte del mercado (la oferta o la demanda) están dominadas por unas pocas empresas podrán controlar el precio a su favor. Si algún agente tiene información privilegiada puede especular con ella, comprando y vendiendo según le convenga. Si una parte importante de los compradores en un mercado muestran un comportamiento aborregado y hacen lo que hacen los demás, se presentarán burbujas prestas a estallar en cualquier momento.
Esos mercados que parecen tener la culpa de todo, que nos obligan a ajustes en las cuentas públicas y, con ellas, a rediseñar el gasto público, la regulación bancaria, las pensiones, .... que nos obligan a no seguir haciendo las cosas como hasta ahora, ¿quiénes son? y, sobre todo ¿quiénes se creen que son, para hacernos esto?
Si una familia se endeuda todo irá bien hasta que haya que devolver la deuda, hasta que los intereses se hagan insostenibles. Cuando esto ocurra, si ocurre, los hijos no acabarán de entender por qué no pueden seguir como hasta ahora. Al fin y al cabo, son los mismos que antes, los padres trabajan igual o más que antes, ¿qué ha cambiado? ¿por qué los mercados nos obligan a malvender la casa y a devolver el coche?
Obviamente no son los mercados, son las malas decisiones o las situaciones adversas de algún gasto no previsto o alguna previsión que no se cumplió.
A las cuentas públicas les puede pasar cosas parecidas. La deuda emitida por un país (los préstamos que pide el país al sector privado) debe ser devuelta con sus intereses. Las dificultades para devolver los préstamos, o la percepción de esta dificultad, harán aumentar los tipos de interés y, con ellos, disminuirán los dineros públicos para hacer otras cosas.
Si pides prestado dinero a alguien no estará de más intentar convencerle de que se lo podrás devolver. Esto no es doblegarse a los mercados, es más bien sentido común.