Este post se publicó en mi blog de escritura el 12 de marzo de 2010. Puesto que he decidido eliminar dicho blog para unificar todos mis escritos en La Letra Escarlata, aquí os lo dejo con el fin de que no se pierda.
No creo que haya ningún aficionado a la escritura que no se haya imaginado un lugar perfecto para ejercer su don. El mío es una galería, una pieza larga y espaciosa con un ventanal enorme que desemboca en un mar bravo. Llueve pero aún así hay mucha luz. Si una toca el cristal lo nota frío, pero adentro hace calor y la máquina de café anuncia con su gorgoteo que el imprescindible brebaje está ya listo. Tal vez al fondo se divise un faro. Mi mesa es enorme. Hay espacio para un ordenador y también para escribir sobre cuadernos. Detrás hay una estantería con diccionarios y otros libros de cabecera. Sobre las baldas hay varios marcos con fotos de los escritores que más me inspiran.
"Pero hablamos de escribir, no de soñar despiertos", nos advierte Enrique Páez en su estupendo libro, Escribir. Manual de técnicas narrativas. "Quien espere a tener esas condiciones mínimas antes de sentarse a escribir, en realidad no quiere escribir en absoluto." Y es que "en la historia de la literatura [...] encontramos muy pocos autores que hayan trabajado o trabajen en esas condiciones".
Esto no quiere decir que cualquier sitio valga. Es verdad que hay gente que encuentra la inspiración en los lugares más bulliciosos, como Cortázar, que escribió Rayuela en los cafés de París o J.K. Rowling, cuyo primer tomo de Harry Potter fue concebido en los de Liverpool. Pero, en general, añade Páez, "hay que reconocer que hay lugares adecuados y lugares inadecuados". Yo recomendaría experimentar con varios hasta que encontréis aquél en donde más consigáis concentraros. Sin duda, el más lógico es la habitación propia de la que hablaba Virginia Woolf: un cuarto donde no te moleste nadie. Enrique Paéz lo ve así: "[...] se podría decir que el espacio físico adecuado para la escritura es el mismo que el espacio adecuado para estudiar. Tal vez entre los mejores esté el de una mesa ordenada, con algunos libros de consulta a mano (diccionarios, libros de estilo, nuestro autor preferido...), un cuaderno agradable, una pluma o bolígrafo que escriba bien, a veces un ordenador, temperatura agradable (ni frío ni calor), un foco de luz a la izquierda (o a la derecha para los zurdos), sin gente alrededor que nos distraiga y, por supuesto, sin un televisor encendido tratando de atrapar nuestra atención."
La verdad es que algo así es mucho más sencillo de conseguir que mi galería frente al mar, ¿no creéis?
No obstante, "hay ocasiones en las que ni siquiera podemos encontrar un lugar tranquilo en nuestra propia casa. Para esos casos hay que ser tan cabezotas como imaginativos. Existen bibliotecas, bancos en los parques, salas de espera en las estaciones de trenes, autobuses y aeropuertos... Hasta los hospitales, iglesias y tanatorios, si llega el caso pueden ser en algún instante lugares apropiados. Tendremos que buscar nuestro propio rincón".
Lo cierto es que una vez hemos dado con el lugar adecuado para nosotros, estamos en el durante muy poco tiempo, pues en cuanto nos sumergimos en lo que estamos escribiendo entramos en lo que el psiquiatra D. W. Winnicott llama espacio transicional, es decir, ese estadio intermedio que hay entre la realidad y el mundo de los sueños en el que se sitúan, además de la creación literaria, los juegos infantiles. Los niños juegan a que están en un castillo o a que son pokemons o leones, lo que sea, el caso es que cuando un adulto les llama saben salir de su mundo y hacer lo que se les dice. No hay esquizofrenia, distinguen perfectamente los momentos, pero cuando se adentran en sus juegos los viven intensamente. Así sucede cuando estamos escribiendo.
Por tanto, si tu excusa para no escribir era carecer del lugar adecuado (y aquí en este blog me propongo ir desmontando poco a poco todas las excusas para no escribir de aquellas personas que quieren hacerlo), replantéatelo y redistribuye tu tiempo y tu espacio. Lo mismo que un niño necesita jugar todos los días y no espera a tener vacaciones o a que llegue el fin de semana para ello, escribe tú también todos los días, aunque sea un ratito.
Julia Cameron, autora de un célebre método de ruptura del bloqueo artístico llamado The Artist's Way, sugiere escribir todas las mañanas tres páginas de lo que sea, a vuelapluma. Recomienda no releerlas ni enseñárselas a nadie, puesto que esto nos haría demasiado conscientes de lo que escribimos. Estas páginas matutinas nos ayudarán a quitarnos de encima aquellas cosas que forman una barrera alrededor de nuestra creatividad y además se convertirán en un hábito que en unas pocas semanas sentiremos imprescindible.
Encuentra y reivindica tu propio tiempo y tu propio espacio, sea cual sea tu circunstancia vital.
En la imagen, el despacho de Colm Tóibin. Para más habitaciones de escritores, aquí tenéis la serie de ellas que publicó el periódico británico The Guardian.