Espacios espirituales

Por David Porcel

Me asombra el modo como la sociedad quiere convencerse de que la buena sociabilidad es la llave del progreso y la madurez, promoviendo infinidad de cursos, terapias, estrategias para el desempeño de lo que llaman inteligencia emocional, cuando la historia de la humanidad demuestra, una y otra vez, que no hay forma de avanzar sin soledad, retiro o aislamiento voluntario. Que la teoría del genio haya sido superada no significa que la condición del genio no siga consistiendo en abrirse al mundo de una forma absolutamente única y singular.

"Así, pues, las protoformas no son acuñadas ni por los fines ni por los beneficios. Es algo que todavía hoy apunta en la investigación. El investigador puro dirige su mirada a los objetos y a los fenómenos sin que, al hacerlo, esté perturbado en su tarea por el pensamiento de los fines y los beneficios. Es, en el espacio del espíritu, la misma actitud que la del profeta, el cual recibe las tablas de la ley y ve directamente con sus ojos las imágenes. Actúa con pensamientos devotos, dirigidos a algo, pero no persigue unos propósitos. Esto mismo rige no sólo para los descubrimientos, sino también para los inventos. Los primeros no excluyen, en efecto, a los segundos; al descubrir los rayos que llevan su nombre, Röntgen inventó a la vez el modo de hacerlos visibles. Cuestión distinta, que Röntgen no se había propuesto, es que con ello se abriese un nuevo campo de la terapia." (Ernst Jünger, El libro del reloj de arena)