Una de las cesiones más clamorosas de los constitucionalistas tanto en el País Vasco como en Cataluña ha sido la retirada de los espacios públicos. Y el abandono de la lucha por ellos. Así se empiezan a perder las batallas. El otro día, en una comisaría de Bilbao, los supremacistas vascos vendían camisetas de su basura historicista. Luego cobraban impuesto revolucionario a los bares, porque toda esta basura de autobuses, bocadillos y tal hay que pagarla. Un escándalo que debería de cobrarse alguna dimisión. Veremos.
Los viejos tiempos.