
Muchos españoles han contemplado con miedo el triste espectáculo de la investidura de Pedro Sánchez, con los políticos envueltos en el odio y la incapacidad para alcanzar acuerdos, reflejando dosis elevadas de miseria y egoísmo y sin dejar ver ni un gramo de generosidad, espíritu de servicio, respeto al ciudadano y amor a España.
Detrás de ese espectáculo lamentable se percibían los viejos fantasmas de España, desde la intolerancia a las navajas, la decadencia y el odio violento.
Nadie podrá arrebatar a Zapatero la sucia culpa de haber empujado a España hacia su pasado con eficacia endiablada. Su ley de la memoria histórica, sus pactos con el nacionalismo, el aliento a los independentistas catalanes, sus negociaciones secretas con ETA y su empeño en resucitar los peores fantasmas de nuestra historia reciente y ganar ahora la guerra que sus colegas socialistas perdieron entre 1936 y 1939, constituyen uno de los capítulos más lamentables y negativos de la moderna Historia de España. Gracias a Zapatero, España ha "avanzado" miles de kilómetros hacia su pasado más oscuro.
Pero nuestro peor drama es que los sucesores de Zapatero parecen empeñados en terminar la destrucción y siguen empujando a España hacia las tinieblas.
Creíamos que los políticos habían culminado su labor nefasta construyendo un país injusto, desvirtuando la democracia y llenando la nación de desempleados, nuevos pobres y gente sin esperanza, pero en estos días, viendo la miseria reinante en el edificio de las Cortes, hemos descubierto que tal vez no hayan terminado su labor y no paren hasta conseguir enfrentamientos y dolorosos conflictos civiles.
El rencor de las nuevas izquierdas montaraces, plasmado en Podemos, ha sido todo una exhibición de dolor y tristeza para los demócratas, como también lo han sido la pasividad arrogante y silenciosa del Partido Popular, la falta de altura de Mariano Rajoy, la ambición inquietante de Pedro Sánchez y el desafío inconstitucional, rompedor y delictivo de un nacionalismo catalán cuya carga de odio a España es altamente peligrosa y necesitada de terapia de choque.
Un amigo al que respeto como analista político me comentaba lo ocurrido en el Congreso con las siguientes palabras: "Avanzamos hacia nuestro entierro". Desde entonces, me espanta la negra visión del féretro de España llevado tristemente a hombros por cuatro diputados, de esos que abundan en el hemiciclo, mediocres y esclavos de sus partidos hasta la médula y sin conexión alguna con los ciudadanos ni con la democracia.