España, camisa blanca

Publicado el 27 septiembre 2010 por Elhombredelpiruli
¿Dónde quedaron aquellas chaquetas y pantalones de pana que identificaban a las gentes de izquierdas en la época de la Transición? ¿Dónde están esas camisas de cuadros que usaban los líderes en los grandes mítines socialistas antes de que Felipe González llegara al poder? ¿Dónde aquellos jerséis de cuello alto que había puesto de moda el secretario general de Comisiones Obreras Marcelino Camacho?Poco a poco toda esta indumentaria característica de la izquierda española ha ido siendo arrinconada en el fondo de armario creado por las exigencias de la imagen y la telegenia. Ahora se impone la estética uniformadora que exige el pensamiento único de la nueva etapa ultraliberal, ultracapitalista y ultralobotomizadora. Ahora lo guay es la camisa blanca de manga larga. Todos la usan, sea en invierno o en verano, otoño o primavera. Es la prenda universal en el Imperio, desde Texas a Valencia, pasando por las primarias socialistas de Madrid.¿Es solo casualidad que este uniforme de la camisa blanca -el tradicional de la derecha- sea el que se ha impuesto finalmente en todo el orbe mediático cuando los políticos quieren aparecer serios pero cercanos e informales? ¿Se debe, quizá, a que las izquierdas se han dado cuenta de que se viste más cómodo con camisa blanca?¿Las izquierdas han adoptado la camisa blanca del señorito porque la pana y la franela de cuadros les pica y les provoca sarpullido? ¿O tal vez es debido a que la izquierda se ha acercado tanto a las políticas de la derecha que ya no se diferencian ni en la indumentaria? Cuenta la telegenia, no el mensaje. Por eso hemos renegado de la pana política tanto como de la boina pueblerina.Para ver algo diferente ya solo nos quedan los líderes sudamericanos: Evo Morales, con sus abrigados jerseis y Hugo Chaves con esos chandals tan fashions en los que gusta enfundarse.Por no haber no hay ni vídeos de Cecilia cantando su "España camisa blanca". Conformémonos con la versión de Miguel Ríos y Ana Belén, que aunque no está mal, no es tan auténtica como la pana izquierdista.