España, cénit y nadir

Publicado el 24 marzo 2009 por Crítica
Hace 8 años España era, sin duda, el país más audaz de Occidente. En esa época parecíamos dispuestos a embarcarnos en cualquier aventura en pos del reconocimiento y el prestigio internacional. Hoy España es, objetivamente, uno de los más cobardes e indeseables aliados de Occidente; siempre presto a traicionar cualquier asociación o principio común.
Imágenes como las de la toma del islote de Perejil hoy parecen de la época de los Tercios de Flandes. El trato de franca confianza entre la Ministra Ana de Palacio y el Secretario de Estado norteamericano Collin Powell es algo inconcebible a día de hoy.
¿Cómo es posible esto? ¿Cómo puede haber cambiado tanto el guión del papel internacional de España? Vamos por partes: si bombardear Camboya era la doctrina Nixon en estado puro, envenenar España es la doctrina Zapatero en estado puro. No hay principio, valor, cosa común, dignidad o idea respetable en todo Occidente de la que no hagan mofa Zapatero y su camarilla de divinos de la muerte.
De hecho, ese es su principal éxito político: porque el Zapaterismo es una suerte de adhesión a la tarea común de de envenenar la convivencia de los españoles entre sí y, de paso, a la de enemistar al resto del mundo con España. ¿Cómo? Simplemente negando a los demás cualquier principio hoy, y mañana exigiendo agriamente a todo el mundo que se respete esos mismos principios._El cinismo de nuestro gobierno nos ofende a muchísimos españoles y nos llena de zozobra. Más aún cuando notamos que la falta de moralidad de la que hace gala nuestro presidente ha calado profundamente en la sociedad, en las instituciones, y hasta puede decirse que la derecha española es una patética extensión del pensamiento de Zapatero.
Sé que lo anterior puede sonar raro pero si, por ejemplo, preguntamos a los votantes del PP que qué tal verían a Soraya Saez de Santamaría de Ministra de Defensa; la mayoría de ellos diría que le parece perfecto. ¿Por qué no?Simplemente es una moza a la que un fotógrafo le dice que se tire al suelo y se tira; ¿Haría algo así Margaret Thatcher? Seamos serios: ni se le pasaría por la cabeza a los guionistas de Spitting Image.
Volviendo a la triste realidad. Como he comentado esa señora o señorita, que en esencia y en potencia no es distinta de la actual ministra Carmen Chacón, sería perfecta para Ministra de Defensa según los votantes conservadores; en los que se supone que anidan los principios de amor a la patria, al orden natural de las cosas y a la tradición. Para ellos, por lo visto, aparte de posar tirada en el suelo, tambíen podría cargar sobre sus hombros semidesnudos con la seguridad de todos los españoles, con los secretos de nuestros aliados, con la entereza para hacer frente a las coacciones de nuestros enemigos, así como tomar decisiones que pueden implicar la muerte de muchos españoles. ¿Y por qué aceptan una cosa así? Pues porque es coherente con la doctrina Zapatero de la que está imbuida la derecha: ella es mujer, la política es un teatro y la Defensa nacional un anacronismo.
Volviendo al caso actual ¿Qué pasa con los militares? ¿Han hecho lo que está en su mano para evitar que se mancille el nombre de España por doquier? Desde luego que no. La actitud de los militares es otra vergüenza nacional. Puntualicemos: hoy en día nadie en su sano juicio apoyaría o pediría un pronunciamiento y menos aún un golpe militar; tampoco que los militares falten a sus juramentos y sus reglamentos, pero por otro lado, choca que cuando la Iglesia se está batiendo a brazo partido con los enemigos de España, los militares, que han jurado defenderla, están tocando el arpa a dos manos; pues a nadie se le oculta que moralmente el que calla otroga. No deja de ser irónico el contraste entre ambas instituciones, ya que al fin y al cabo Dios no está en peligro pero España sí.
El seguidismo que han hecho los españoles y sus instituciones del perverso imaginario de Zapatero, por la vía del mínimo esfuerzo moral, ha destruido la capacidad de enteder la Política de uno de los más antiguos y conspicuos países de mundo; entenderla no como lo que es ahora: una opereta de papagenos y papagenas al 50 por ciento, sino como un servicio trascendente a la Nación y a la Comunidad internacional. Por nuestras faltas hemos perdido la capacidad de entender al resto del mundo porque tratamos de imponerles fantasías en vez de razonar con ellos como iguales. Hemos dejado de recibir la corriente que conecta la realidad con las ideas que construyen el futuro.
Por suerte para ellos y por desgracia para nosotros, el resto del mundo no ha perdido la capacidad de entender la política internacional tal y como es; ni se ha abandonado tanto como para no juzgar como se merece a quien actúa como lo hace el gobierno de España. De esos polvos vienen los fangos del aislamiento y la irrelevanca internacional._